El clásico letrero que colocan muchos comercios en su puerta, indicando las fechas exactas de su período de descanso. Cada vez más locales no cierran el mes de agosto entero, pero los veteranos suelen respetar esa ya tradición.
Escribo desde un bar del centro de la ciudad de Valencia, es cierto que pese a estar en el ecuador del mes de agosto la ciudad presenta una apariencia, al menos visual y sonora que recuerda más a julio, no está todo cerrado y desértico. Aunque muchos de los locales y negocios que suelo frecuentar mantienen la sana costumbre, a mi modo de ver, de bajar la persiana durante todo el mes de agosto. Digo sana costumbre porque hay cosas que me parecen complejas, abiertas a debate y quizá mantener las costumbres es una buena opción, igual que el conflicto sobre la apertura de comercios en domingo, recuerdo que en alguna declaración sobre este tema el alcalde del cap i casal, Joan Ribó dijo: “Los domingos no son para comprar, son para ir a la playa, a actos culturales y a misa”, y estoy de acuerdo.
El mes de agosto, que, pese a todo, mantiene la hegemonía de lo que llamamos verano y vacaciones, es un mes de reposo, recargar fuerzas, pensar, planificar nuevos proyectos y en muchos negocios incluso se utiliza para reformas y arreglos del local. Pero el efecto de cerrar todo el mes no sólo es para que los empresarios y trabajadores puedan descansar tras un año de madrugones y jornadas extenuantes, también genera un efecto en el cliente, el usuario que espera con alegría la vuelta tras el período estival. Quizá el calor de la ciudad, la humedad del mar donde estoy pasando estos días o las burbujas del agua con gas que me acompaña me están llevando a una nostalgia en la que me siento cómodo. No todo era mejor en el pasado, pero tampoco todo es mejor en el futuro, y muchas de las tradiciones y formas de vivir que hemos perdido o eliminado, vuelven o volverán porque eran de sentido común. Y quizá el ‘cerrado por vacaciones’ un mes, es una forma de desconexión y revitalizante necesaria.
La ciudad mantiene su pulso, pero hay algo extraño, todos sus habitantes se cubren la cara pese a la elevada temperatura y la humedad que genera un constante sudor, algo a lo que ese odioso utensilio denominado mascarilla, contribuye de manera determinante. Hay turistas y locales, hay terrazas llenas, pero también terrazas vacías, muchos locales de restauración esperan con ansia que el viandante haga un alto en el camino y llene sus sillas vacías, pero sobre todo impera un comentario entre las personas que habitan la urbe, algo que puede resumirse en la frase “vamos a ver que hacemos antes de que nos vuelvan a encerrar”. Nuestro inconsciente es tremendamente sumiso y obediente, y no dudamos en reconocerlo y manifestarlo.
El peor gobierno de la democracia en España, con unas cifras históricas en numero de muertos por habitante, contagiados en el sector sanitario, compras fallidas y pagadas, destrucción de empleo y que además se permite irse de vacaciones, surfear y lo que les de la real gana, es a quien entregamos la potestad de encerrarnos o no con total naturalidad. Si al menos dijéramos “a ver que pasa con esta panda de ineptos en el poder, que, seguro que nos llevan de nuevo a la ruina”, pues entendería que el ciudadano muestra una brizna de espíritu crítico y razonable enfado con un gobierno al que debería quedarle un par de meses, pero asusta que nuestro grado de sometimiento sea el esperado y deseado por Sánchez y Redondo, ¡qué pareja tan siniestra!
En conclusión, me cuesta concentrarme y relajarme en los días de agosto que quedan cuando veo la ciudad mutilada en sus calles (es bochornoso y surrealista la inmovilidad de todo el centro histórico) y en sus negocios (tantos cerrados y no por vacaciones). Pero quiero ver un halo de esperanza en esos lugares que sí han cerrado para volver a la carga en un par de semanas con toda la fuerza e ilusión de siempre y que representan el esfuerzo, la abnegación y la dignidad de la sociedad española. Dicen que nos espera un otoño caliente, y ojalá sea para demostrar que la sociedad española cree en la democracia y ante los líderes con actitudes totalitarias y con una gestión tan caótica y mortal para miles de españoles, planta cara y pide unas nuevas elecciones donde enmendar el error de tantos eligiendo a los peores. Y si no, seguiremos cerrado, pero por defunciones.