Desde fuera, puede parecer que mi oficio escapa de las agendas. No solo porque un día puedes enfrentarte a un crimen, al siguiente puedes contar la sequía de los almendros y para el fin de semana puedes analizar los efectos del turismo en la gentrificación de los barrios. También sucede que cuando crees tener todo cuadrado para que la semana fluya sola, en cualquier momento puede ocurrir algún hecho de gran relevancia que te obligue a trastocar todos los planes, incluida una eventual escapada a Londres para la que ya tenías billete de avión. En realidad, el periodismo es una profesión tan rutinaria como otra cualquiera, aunque minada de sobresaltos. Esta semana es una prueba de ello. Mañana celebramos en Alicante la Santa Faz. Y desde que empezó la semana, todas las notificaciones que recibimos los medios en el correo electrónico son exactamente iguales que las de años anteriores. Todos los reportajes que puedan parecerles originales ya se han publicado en ediciones anteriores. Puedo adelantarles, si quieren, la cifra de asistentes que va a proporcionar el Ayuntamiento. Y hasta las declaraciones de los representantes de cada uno de los partidos políticos. Hoy, víspera de la Peregrina, es el día en el que uno se da cuenta de que del Camarín de la reliquia va a salir un año de estos Phil, la marmota, para anunciar que el invierno se ha acabado. “Alicante tiene tres cosas que en España son muy famosas”, cantará Cher, en un bucle infinito.
La única duda que asalta en días como hoy, la meteorológica, ya está resuelta. Parece que va a hacer buen tiempo. Así que las playas y el entorno del monasterio se llenarán de gente, los lugares de interés se llenarán de políticos y en la ciudad nos quedaremos unos cuantos a cruzar Alfonso El Sabio con el semáforo en rojo. Está bien que así sea. La Santa Faz solo ocupa un día de celebración y además lo hace en el extrarradio, con lo que de las tradiciones que definen a un alicantino de verdad, junto a las Hogueras, el Hércules y la coca de mollitas, es la que menos interfiere en el día a día de los desarraigados. Además, abre las puertas de la primavera, nació de una rogativa para atraer las lluvias, fomenta las relaciones familiares, estrecha las diferencias entre las fuerzas vivas y es uno de esos eventos que marcan el asalto a la madurez de los adolescentes, que por primera vez salen de la ciudad solos y en comandita, sin que padres y profesores les vigilen por el rabillo del ojo. Todo es alegría en la Santa Faz. Quizá, hasta el conseller de Cultura, Vicente Barrera, que debuta en esta plaza, se atreva a hacer un chiste sobre la torería de la Verónica. Aunque con esto último me surgen serias dudas.
Probablemente, la rutina feliz de Santa Faz es lo que más une a los habitantes de esta ciudad. Sin distinciones. Al contrario del resto de elementos distintivos del buen alicantino, no decepciona porque se conoce el resultado final de antemano, no enfrenta a partidarios y detractores de las fiestas impuestas y ni siquiera se queda pegada al paladar. Disfrútenla entonces, con fervor religioso o con pagana exaltación primaveral. Disculpen a los medios que escribamos cada año la misma crónica, idéntica punto por punto. Confiemos en que nada interrumpa las previsiones. Eviten llenar de basura su recorrido, por favor. Y déjense llevar por el recuerdo de Bill Murray y Andie MacDowell porque, al fin y al cabo, la película de El día de la marmota acaba bien. “Ahí va, cuando juegan al ataque, todos temen su coraje”, cantará Cher.
@Faroimpostor