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Chile, Lovecraft y Philip K. Dick en ‘La piedra de la locura’ de Benjamín Labatut

11/12/2023 - 

VALÈNCIA. El bien y el mal se baten en duelo mítico cada día a cada instante en la red X. Carcasas animadas de la ponzoña y paladines estupefactos de la luz se destrozan en un caótico campo de batalla que nunca da tregua: su demiurgo es un dios malévolo e infantil que disfruta haciendo detonar sus trampas para que la carnicería no decaiga: trending topics desquiciantes, apocalípticos y ultraviolentos que ponen los pelos de punta al más pintado, cuentas de pronto efervescentes cuyo contenido es la muerte explícita o la mentira más burda. Las explosiones se suceden y unos y otros caen, muerden el polvo digital, son acusados, acosados, atacados por la horda o la guerrilla, sus cuentas son bloqueadas y perecen víctimas de estratégicas denuncias masivas. 

Uno antes creía que toda esa demencia quedaba confinada en el hipercubo digital, y así era, pero hace tiempo que trascendió y se encarnó y de este modo la guerra de los avatares ha saltado al mundo tangible, normalizándose una locura y una violencia que antes, en teoría, eran cosa del anonimato, pero no: libres de las cadenas de los prejuicios, todo parece estar tomando una deriva contraria a la razón. La cultura del zasca plantea cualquier escenario en términos antagónicos de morir o matar. ¿Qué fue primero, la red social o la gallina? Por si fuera poco, la realidad es más incomprensible que nunca, y el futuro, un tiempo amenazador al que no queremos llegar: la ciencia se explica con ecuaciones de naturaleza casi metafísica, y a la vuelta de la esquina se desarrolla una tecnología con potencial para sustituirnos en la mayoría de nuestras ocupaciones. Llegue o no a ser autoconsciente la inteligencia artificial, tanto da. Lo que seguro será es muy rentable para los empleadores. Los tecnoutópicos se felicitan por los nuevos trabajos que la IA creará, dan palmas y saltan danzando, felices y dispuestos camino de la hoguera

¿Se está volviendo especialmente loco el mundo en esta época? ¿En qué consiste esta locura actual? ¿Hay verdad o verdades en ella? Anagrama ha editado dos ensayos de Benjamín Labatut al respecto en una fantástica nueva entrega de sus precisamente Nuevos Cuadernos: reunidos en el título La piedra de la locura, abordan un mismo fenómeno desde diferentes perspectivas. En el primer caso, La extracción de la piedra de la locura, el autor trae a la página el estallido social de Chile, a Lovecraft o a Philip K. Dick. Al grito de Chile ha despertado un país entero se sumió en una revolución cuya forma, aristas y frentes no terminaban de poder dibujarse, convirtiéndose así en una potencia ciclópea capaz de engullirlo todo y a todos. En ese sentido, es perfecta la imagen del autor de un titán lovecraftiano despertando e incorporándose y sacudiéndose de encima a quienes habitaban su espalda. A propósito del de Providence: lo incomprensible, como la sociedad que vaticinaba Philip K. Dick, que en cierta medida ya es pan nuestro de cada día, son su patrimonio. El miedo a lo incomprensible o a lo inimaginable es la esencia lovecraftiana en sí misma, sobre eso escribía y por esa razón es más célebre su figura que nunca. Lovecraft, que sentiría náuseas solo con vernos y a quien horrorizaría el siglo XXI, creó historias con las que nos identificamos en un momento en el que, como explica Labatut, los grandes relatos que daban sentido a nuestras creencias y más férreas convicciones han fracasado en su cometido. Ya no nos dicen nada. De ahí esta terrible crisis de significado. Quién sabe si el/la/lo artífice de la actualización de esos relatos será siquiera humano. Quizás el próximo profeta o héroe filósofo nazca en la máquina. 

El segundo ensayo de la obra, La cura de la locura, contiene el porqué pictórico del título del libro y una historia fascinante que bien podría haberse dado en X, antes Twitter, quintaesencia de la demencia social. Labatut comparte una experiencia personal, la aventura de acabar dentro del foco de una persona trastornada, obsesionada con una conspiranoia de su propia creación (o revelación) que la ha llevado al convencimiento de que obras de autores noveles o poco conocidos están siendo fagocitadas por una mano negra que se dedica a producir éxitos de ventas derivados de este material ajeno del que se alimenta. No hay mejor forma de entender la situación que reproduciendo el mensaje que dicha persona hizo llegar a Labatut por medio de su traductor al inglés: “Hola: Tú eres un mejor escritor que yo, y respeto tu trabajo, pero estoy teniendo algunos problemas con una persona que tomó todo lo que yo envié a una comunidad de lectura en línea, le hizo un refrito y lo vendió a gente que lo usa para «construir su marca literaria». Estoy segura de que no tienes ni idea de cómo opera esta persona, pero creo que tal vez puedas saber quién es, porque tú fuiste entrenado por la misma comunidad orientada a la seguridad. Si pudieras hacer cualquier cosa para ayudarme o aconsejarme en este asunto, te lo agradecería muchísimo. 

Donde sea que voy, me cierran la puerta en la cara. Esta persona hizo que reescribieran mi novela en tres versiones distintas: una fue autopublicada, la otra acaba de ser publicada por el escritor superventas Matt Haig y otra va a aparecer en la primavera como una «novela rupturista y conceptual» de una hermosa joven que va a una escuela de floristería y que está casada con un hombre bastante desatento que viaja demasiado. Me comunico contigo porque la novela que acabas de traducir parece que se inspiró en algo que yo publiqué en esa comunidad literaria en línea. Claramente no fue plagiada y adopta una perspectiva diferente sobre el tema, pero he aprendido a prestar atención a similitudes inusuales y usarlas para crear hipótesis sobre cómo las ideas se propagan a través de las personas. Una de las ideas que he desarrollado últimamente es que hay un mercado negro para libros que personas como tú son contratadas para escribir, y que esos libros son vendidos a niños chilenos estúpidos y ricos que quieren parecer inteligentes. Ese no es mi problema, pero quiero que sepas que la persona que está orquestando todo esto ha robado gran parte de su materia prima de gente como yo”. Wow. ¿Hay realmente una persona tras este mensaje, o es otra cosa? ¿No recuerda la extraña forma de expresarse a esos correos de príncipes africanos queriendo regalarnos importantísimas sumas de dinero? ¿No será acaso un juego del autor para predicar con el ejemplo añadiendo a su libro una nueva dimensión, digamos, interactiva? ¿Cómo viviremos en adelante, ahora que es ya imposible distinguir lo auténtico del deep fake, la simulación de lo que no lo es? 

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