Cine

¿Y TÚ QUE MIRAS?

Películas que no ganaron premios, pero quedaron para siempre en la historia y la memoria

  • Bodegón con fantasmas
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VALÈNCIA. Es temporada de premios, así que parece inevitable dedicar un poco de atención a estas competiciones que son siempre injustas, incluso aunque ganen buenas películas, por la simple razón de que solo puede quedar una. Y eso es fácil y natural en el deporte, donde se mide en números y cifras, porque basta con que metas más goles, corras más rápido o saltes más alto, Pero el mundo de la cultura y el arte, afortunadamente, no funciona así: puedes medir la recaudación, el número de espectadores o el dinero invertido en una producción y ninguna de esas cifras te dirá nada de la calidad o el valor de una película. En realidad, esas prácticas competitivas aplicadas al arte y la cultura acaban distorsionando nuestra relación con las obras así que lo mejor es tomárselas como un juego y, evidentemente, como parte del espectáculo, que de eso se trata.

Ya he dicho muchas veces que “el mejor” no existe y que no pasa nada si tu película favorita no gana el Oscar o el Goya. Que la vas a poder disfrutar igual, recomendarla, compartirla y verla todas las veces que quieras a lo largo de tu vida. Y nadie debería sorprenderse de que títulos fundamentales de la historia del cine, fijados para siempre en nuestra memoria no hayan ganado nada. Hablemos de algunos de esos casos.

Cantando bajo la lluvia
  • Cantando bajo la lluvia -

En 1952, El mayor espectáculo del mundo, una película ambientada en el mundo del circo dirigida por Cecil B. DeMille e interpretada por James Stewart y Charlton Heston, ganó el Oscar a mejor película. Ese fue el año de Cantando bajo la lluvia (Gene Kelly y Stanley Donen), El hombre tranquilo (John Ford), Solo ante el peligro (Fred Zinnemann), Candilejas (Charles Chaplin) o Cautivos del mal (Vincente Minnelli), películas convertidas hoy en día en hitos del cine y ante las que el film de DeMille empequeñece sin compasión. Y eso solo sin salir de Hollywood, lugar al que se circunscriben los Oscar, por lo menos en aquellos tiempos. Porque fuera de él nos encontramos con maravillas como Vivir (Akira Kurosawa), Europa ’51 (Roberto Rossellini), Umberto D (Vittorio de Sica), Vida de O-Haru, mujer galante (Kenji Mizoguchi), La carroza de oro (Jean Renoir), El placer (Max Ophüls), París bajos fondos (Jacques Becker), Bienvenido Mr. Marshall (Luis García Berlanga) o El sabor del té verde con arroz (Yasujiro Ozu).

Más cercano en el tiempo, en la ceremonia de 2010, podemos hablar del caso de El discurso del rey (Tom Hooper), una peliculita sin más, con buenas trabajos de actores y actrices que van sobrados para algo así, que ganó el Oscar a la mejor película en el año en que se estrenaron títulos tan sobresalientes como La cinta blanca (Michael Haneke), Un profeta (Jacques Audiard), Malditos bastardos (Quentin Tarantino), Canino (Yorgos Lanthimos), Mother (Bong Joon-ho), Un hombre soltero (Tom Ford), Fish Tank (Andrea Arnold), La red social (David Fincher), Incendies (Denis Villenueve), Winter’s bone, (Debra Granik), Pequeñas mentiras sin importancia (Guillaume Canet), Poesía (Lee Chang-Dong), Meek's Cutoff (Kelly Reichardt), Another year (Mike Leigh) o Valor de ley (Joel y Ethan Coen). Unas pocas ganaron algún Oscar menor y premios en grandes festivales. En cualquier caso, no hay la menor duda de que cualquiera de los títulos citados, y otros más, son mucho mejores que la película de Hooper y unos cuantos de ellos son hitos de la historia reciente del cine. 

Centauros del desierto
  • Centauros del desierto -

¿Sabía usted que Ser o no ser, la extraordinaria e imperecedera sátira de Ernst Lubitsch, solo fue nominada por su banda sonora? Fue el año en que ganó La señora Miniver (William Wyler), un melodrama bélico de propaganda, propio del momento, 1942, pero del que hoy en día queda un vago recuerdo. Senderos de gloria, el impactante film antibelicista de Stanley Kubrick de 1957 no tuvo ni una sola nominación. Como otra película de Kubrick, hoy convertida en obra de culto y referencia, El resplandor, que, para más inri, tuvo dos nominaciones a los Razzie (director y actriz), que premian lo peor del año. 

La mítica Centauros del desierto (John Ford) no tuvo ni una sola nominación, al igual que Falso culpable, una de las mejores películas de Alfred Hitchcock, quien ese mismo año 1956 presentó El hombre que sabía demasiado, de la que nominaron solo la canción, el famoso “Qué será, será”. Ese año, el Oscar a la mejor película recayó en La vuelta al mundo en 80 días (Michael Anderson), colorista y nada memorable adaptación de la novela de Jules Verne, recordada hoy en día solo por el buen hacer habitual de David Niven. Sin nada se quedaron también uno de los grandes clásicos de la ciencia ficción, La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel), el bello melodrama de Douglas Sirk Escrito sobre el viento o, fuera de Hollywood, la inolvidable El arpa birmana (Kon Ichikawa).

Amanece que no es poco
  • Amanece que no es poco -

¿Y qué pasa en los Goya? Pues más o menos lo mismo, como con todos los premios de esta índole, y teniendo en cuenta que nuestros premios solo existen desde 1986. Varios títulos míticos de nuestro cine sin Goya son Amanece que no es poco (José Luis Cuerda, 1989), Tras el cristal (Agustí Villaronga, 1986), El milagro de P. Tinto (Javier Fesser, 1998), Tren de sombras (José Luis Guerin, 1997), Los cronocrímenes (Nacho Vigalondo, 2007), REC (Jaume Balagueró y Paco Plaza, 2007), Incerta glòria (Agustí Villaronga, 2017) o Fe de etarras (Borja Cobeaga, 2017). 

Por supuesto, no siempre pasa que una muy buena película pierde ante una peor, simplemente, y eso es bueno para el cine y para quien lo amamos, coinciden grandes películas: en 1969, Grupo salvaje (Sam Peckinpah) perdió contra Cowboy de medianoche (John Schlesinger); en 1991, Thelma y Louise (Ridley Scott) lo hizo contra El silencio de los corderos (Jonathan Demme); en 1998, El milagro de P. Tinto (Javier Fesser), que recibió solo el premio a los efectos especiales, coincidió con La niña de tus ojos (Fernando Trueba). Pero ya lo hemos dicho, no pasa nada y no hay que sofocarse. Lo bueno de las obras culturales es que no son excluyentes, todo lo contrario; conviven, suman y puedes ver y disfrutar todas las que te apetezcan.

Y aprovechando la ocasión y el tema, voy a recomendar una película valenciana sin nominaciones al Goya, aunque se merecería algunas, que se estrena hoy 7 de febrero, día que se publica este artículo. También, de forma un poco injusta, pero es lo que pasa siempre, ya que elegir es descartar, no se llevó ningún premio Lola Gaos del Audiovisual Valenciano que se concedieron el fin de semana pasado. Me refiero a Bodegón con fantasmas, de Enrique Buleo. Créanme y olvídense de si está nominada o no: la van a disfrutar, reír y recomendar. Es más, estoy segura de que quedará como una de esas películas de culto que aparecerá glosada en algún artículo parecido a este que, dentro de diez o veinte años, alguien escribirá en algún sitio.

Bodegón con fantasmas
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