Han leído ustedes bien: cochinillo. Tierno, crujiente y con carne que sabe a carne.
Es un hecho irrefutable que nos estamos ablandando. Por decirlo de alguna manera suave, quiero decir; y es que el mundo (y tanto meapilas) deriva irremediablemente hacia la cursilería, hacia leche sin lactosa, el yogur sin azúcar, la pizza baja en calorías, el yoga Bikram y la carne sin carne. De follar ya ni hablamos, claro.
Por eso es una alegría encontrar platos tan rotundos, sabrosos y libres de tonterías como el cochinillo a baja temperatura con salsa de calvados y chutney de manzana de esa pequeña joya llamada Arrels; “Nosotros utilizamos unos cochinillos de Carnes Félix de entre tres y cinco kilos, los troceamos y los cocinamos a baja temperatura durante catorce horas”. Tierno, crujiente y con carne que sabe a carne. Yo no le pido mucho más a la vida.