Caxton College es uno de los centros educativos de la Comunidad Valenciana que desde hace décadas desarrolla programas educativos de responsabilidad social en sus aulas.
VALÈNCIA (VP). Un mundo sostenible es posible si todos los habitantes del planeta actuamos de manera responsable. Y qué duda cabe que las instituciones educativas juegan un papel rector en este cometido. Ellas tienen la llave maestra para formar a ciudadanos comprometidos, capaces de conquistar un futuro que se aleje de la crisis humanitaria y climática a la que, parece, estamos abocados si no viramos el rumbo.
Esta labor de concienciación se puede poner en práctica desde el momento en el que un alumno pisa por primera vez un aula de infantil. Los profesores harán especial hincapié, no solo en promover las habilidades cognitivas del alumno, sino en tratar de hacerle ver que el respeto, la justicia y la ética son destrezas que forman parte de su formación. De este modo, se les inculca un sentimiento de responsabilidad social, a modo de semilla, para que en el futuro brote de ellos la necesidad de impulsar propuestas relacionadas con la sostenibilidad del planeta.
“Más allá de la búsqueda de la excelencia educativa, a la que todo colegio debe aspirar, en estos momentos urge formar individuos con valores que se impliquen con su entorno. Por eso, debemos seguir elaborando planes educativos cívicos que estimulen al alumno a ser mejor persona”, asegura Amparo Gil, directora de Caxton College, centro británico precursor en potenciar la formación humana desde edades tempranas.
Además de ejercer una enseñanza en la que se valora tanto el aprendizaje emocional como el conocimiento, los recursos didácticos y la propia arquitectura del aula emiten mensajes sostenibles que ayudan a los niños, con tan solo uno o dos años de edad, a adquirir un discurso en favor de la protección del medio ambiente, del comercio justo, de la solidaridad o la inclusión social, entre tantos otros temas que hoy día están recogidos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
“Con este propósito aspiramos a que sean conscientes sobre lo que ocurre a su alrededor y comprendan que su acción individual y local puede tener consecuencias de enorme magnitud en un escenario global”, asegura Gil.
Las nuevas generaciones de consumidores son cada vez más exigentes con las empresas con las que se relacionan. No satisfechos con la calidad del producto, exigen que lo fabriquen de manera sostenible y responsable. “En el colegio somos conscientes de esta realidad y desde nuestro primer ciclo de educación infantil de 1 a 3 años –Baby Caxton– trabajamos con acciones muy concretas como el cuidado de un huerto ecológico que ayuda a los más pequeños a generar hábitos y estilos de vida saludables”, confirma Gil.
Con este criterio se persigue que los alumnos sean capaces de alcanzar una nueva cultura de vida que los convierta en los grandes valedores de un orden mundial más equitativo.