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LA OPINIÓN PUBLICADA / OPINIÓN

El coloso en llamas

Foto: KIKE TABERNER
24/02/2024 - 

En 1666, la ciudad de Londres fue completamente arrasada por un incendio pavoroso que dejó a prácticamente toda la población sin hogar. El fuego se transmitió a gran velocidad entre las viviendas (unidas entre sí y con materiales de construcción fácilmente inflamables), ante la impotencia de sus habitantes y de las autoridades. El incendio cambió para siempre la fisonomía de la ciudad, que en la práctica hubo de reconstruirse desde cero.

En el pasado, reprimir un incendio era algo extraordinariamente difícil. Los recursos disponibles para hacer frente a las llamas (el agua y los cortafuegos, fundamentalmente) tenían un alcance relativo y podían tarda demasiado tiempo en llegar. Es conocida la historia de Craso, el político romano (miembro del primer triunvirato con Pompeyo y Julio César) responsable de reprimir la rebelión de esclavos de Espartaco, que se hizo millonario, entre otras prácticas, por contar con el monopolio de la extinción de incendios en Roma (sólo procedía a extinguir los incendios una vez el propietario de la vivienda se la hubiera vendido a un precio ridículo). 

Las cosas, afortunadamente, han cambiado. Sin embargo, hay un factor que sorprendió a todos los que vimos el horrible incendio de Nou Campanar, y fue la enorme velocidad de propagación de las llamas. Además de las circunstancias meteorológicas, y en particular el fuerte viento de poniente que hizo el jueves, los materiales modernos, en este caso, están detrás, con toda probabilidad, de la velocidad con la que se extendió el fuego entre las viviendas, y de que lo hiciera, además, en todas direcciones: hacia arriba, hacia abajo y hacia el edificio contiguo, que también terminó rápidamente calcinado.

Bomberos durante su trabajo para apagar las llamas del edificio. Foto: EFE/MANUEL BRUQUE

La impecable actuación de los bomberos, así como la diligencia de los vecinos y (según parece) del portero del bloque de viviendas, ha permitido limitar el alcance de la tragedia, pese a lo cual, y como ya se temía el mismo jueves por la tarde, ha incluido varias víctimas mortales y desaparecidos (algunos de los cuales quizás acaben engrosando la lista de fallecidos). Causa cierta perplejidad que un edificio moderno, que no tiene ni veinte años, arda como la yesca y que las llamas se propaguen a toda velocidad hasta afectar a todo el edificio en menos de una hora. Porque no sólo no parece que la fecha relativamente reciente de construcción haya servido como factor de retención del fuego, por emplear materiales ignífugos, incorporar cortafuegos, etcétera, sino que ha sucedido lo contrario.

Es muy pronto para saber qué ha tenido que ver el revestimiento de la fachada con la extensión del fuego, aunque es evidente, viendo las imágenes, que resultaba altamente inflamable. Es pronto porque aún ni siquiera está claro de qué material se trata (si era poliuretano o no), o si su disposición cumplía la normativa entonces vigente o hay aquí algún otro factor que explique este terrorífico resultado. En todo caso, sí que contribuye a poner en cuestión este modelo de urbanismo de torres residenciales modernas, más elegantes que los edificios de ladrillo cara vista tradicionales, pero con una peligrosísima querencia a arder como una falla en este tipo de circunstancias. En cambio, otros factores del modelo de residencial (amplias avenidas, que dificultan que el fuego pueda saltar de un edificio a otro, o la existencia de zonas comunes con jardín y piscina, que en este caso han funcionado como eficaz cortafuegos y explican que los bajos de la vivienda no se hayan visto igualmente afectados) sí que han resultado positivos para detener o mitigar los efectos del incendio.

La vivienda se alumbró en plena burbuja inmobiliaria, cuando construir era un fin en sí mismo, el motor de la economía española que generó una década de crecimiento desaforado y otra década de crisis y estancamiento cuyos efectos siguen vigentes hoy en día (yo diría que a la mayoría de los ciudadanos el modelo no les acabó de compensar, aunque los que esperen vivir de alquilar en Airbnb la vivienda de su abuela probablemente no estén de acuerdo con este dictamen). Sin embargo, las fechas de su finalización ya entran totalmente en el estallido de la burbuja (2008-2009). La promotora de la construcción acabó vendiéndola al banco a cambio de su deuda y se declaró en suspensión de pagos. 

El edificio calcinado tras el incendio. Foto: EFE/MANUEL BRUQUE

También es pronto para saber si estas especiales circunstancias tuvieron algo que ver con los materiales empleados en la construcción y el resultado de este incendio fulminante, o si sencillamente era la manera de construir rápida y eficazmente en la época, con buenos aislamientos idóneos para edificios exentos y muy altos,… A costa de lo que vimos el jueves, y que ha dejado sin su vivienda a 450 personas y ha comportado el fallecimiento de un número por determinar de éstas. 

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