VALÈNCIA. El timo es el siguiente, explica Dan David, fundador de GEO Investing, mientras el mercado estadounidense se hundía tras Lehman Brothers, el chino estaba explotando, las ciudades cambiaban su fisonomía de un año para otro, aquello parecía que iba a dar altas tasas de beneficio si uno metía ahí su dinero, pero el problema fue que muchos inversores americanos lo hicieron en empresas chinas fantasma diseñadas para ese fin.
David detectó el fraude. Bajo el lema de que en ninguna compañía china se podía perder dinero, se organizaban fiestas con conciertos, bailarinas y mucho alcohol para captar inversores. Otras empresas recurrían a personajes importantes, como Westley Clark, el ex general de la OTAN, que tras su intento de ser presidente de Estados Unidos se metió en el mundo de las inversiones.
El ex militar conseguía que Colin Powel, Clinton o Kissinger dieran charlas en simposios de captación de fondos. Luego Clark se justifica: "Yo era el presidente del banco, no el dueño, no tuve nada que ver con las transacciones financieras en China". Las preguntas le pillan por sorpresa, porque se indigna, se quita el micro y dar por concluida la entrevista. Aduce que salió de la junta dieciocho meses después de los fraudes, pero le echan en cara que se lo guardara para sí, que precisamente con tantos contactos como tenía podía haber acudido a Washington a quejarse de lo que estaba sucediendo a gran escala.
Al mismo tiempo, empresas chinas se fusionaban con otras estadounidenses que estuvieran en la ruina pero siguieran cotizando en bolsa. Entre 2006 y 2012, lo hicieron centenares. Las subidas en bolsa eran trepidantes. Sin embargo, los investigadores fueron hasta China a auditar las compañías y se encontraron con plantas en caminos de cabras, con maquinaria de los años 50 y rodeadas de basura. Compañías que se supone que hacían 100 millones anuales de beneficio.