El economista jefe de Robeco analiza lo que puede dar de sí la cumbre de líderes de la Unión Europea, que se celebra este viernes en la capital comunitaria con el tema del 'divorcio' del Reino Unido sobre la mesa
MADRID. Evitar un Brexit duro -'hard Brexit- sigue siendo la principal prioridad para los líderes de la UE, que se reúnen ahora para analizar los avances en el proceso, que será abordada este viernes en Bruelas en la cumbre de líderes de la Unión Europea (UE). Esta cumbre se produce justo después de que la Primera Ministra británica, Theresa May, y los negociadores de la UE hayan llegado a un consenso provisional para superar los tres principales escollos que existían para proseguir con la salida de la Unión. El Reino Unido ha aceptado una serie de condiciones relativas al reconocimiento de la situación de los ciudadanos comunitarios en su territorio y de los expatriados británicos, al no establecimiento de una frontera rígida entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, y al pago de la 'cuenta del divorcio', que actualmente se prevé que ronde los 50.000 millones de euros.
Sin embargo, queda mucho por hacer si la economía británica quiere seguir atrayendo o conservando la inversión, sobre todo esbozar las líneas generales del futuro acuerdo comercial, que todo apunta a que se asemejará a los modelos adoptados para Canadá o Noruega. El gobierno británico está desesperado por detener la fuga de empresas, que abandonan el Reino Unido en busca de pastos más tranquilos dentro del mercado único, en un proceso al que muchos llaman ya el 'Bréxodo'.
El principal logro de esta negociación ha consistido en evitar una escalada del 'Bréxodo' de cara al año próximo, ya que el pánico estaba cundiendo entre las empresas, y ahora parece que el riesgo de que el Brexit sea brusco se ha reducido. Reino Unido ha hecho concesiones importantes y gracias a ello continuará siendo miembro del mercado único durante los próximos años, aunque no tendrá influencia sobre las normativas de la UE a partir de marzo de 2019. Esto significa que Reino Unido tendrá que bailar al son que marque la UE durante bastantes años, lo que económicamente no es malo. Pero sigue sin haber garantías sobre el futuro a largo plazo, lo que sin duda perjudicará a la inversión extranjera en el país.
Ahora que se han salvado los principales puntos de conflicto, la atención pasará a centrarse en qué tipo de modelo comercial se establecerá para Reino Unido. Parece que sólo existen dos posibilidades -un acuerdo tipo Canadá o un modelo al estilo noruego-, y ambas plantean problemas. El modelo canadiense se centra básicamente en comercio físico, no en el de servicios, y naturalmente la economía británica se basa en el sector terciario. La principal ventaja que presenta es que no requiere la libre circulación de personas, y por tanto se adapta mejor a la idea de ‘retomar el control’... pero resultaría complicado conjugarlo con el mantenimiento de una frontera abierta en Irlanda. Otra ventaja del modelo canadiense es que Reino Unido no pertenecería al mercado único ni a la unión aduanera, y por tanto no tendría que pagar ninguna aportación a la UE.
Pero, ¿supone esto que el modelo noruego no es aceptable y el canadiense sí? El ministro británico encargado del Brexit, David Davis, ha declarado que Reino Unido buscará alcanzar un acuerdo tipo ‘Canadá-más-más-más’, pero resulta improbable que ninguno de estos mases sea de una envergadura realmente considerable. Un aspecto que se cierne sobre las negociaciones con Reino Unido es el de la cláusula de nación más favorecida, según la normativa de la OMC. Todo beneficio adicional que se otorgue al Reino Unido deberá hacerse extensivo igualmente a otras naciones con las que se mantienen relaciones comerciales, de manera que la viabilidad de esta idea de ‘Canadá-más-más-más’ es muy cuestionable.
El modelo adoptado para Noruega implica seguir perteneciendo al mercado único, lo que económicamente sería el mejor desenlace, ya que las relaciones comerciales entre Reino Unido y la UE continuarían desarrollándose sin fricciones. El inconveniente es que los británicos tendrían que atenerse a las normas de la UE y aceptar la libre circulación de personas. Además, Noruega está pagando una aportación a la UE que, en términos per cápita, resulta superior a la que actualmente se aplica a Reino Unido.
Entonces, ¿qué es lo mejor (o lo menos malo) para Reino Unido? El Reino Unido se encuentra básicamente entre la espada y la pared. El actual gobierno británico, por descontado, prefiere la opción canadiense, ya que no supone aceptar la libre circulación de personas ni realizar ninguna aportación a los presupuestos de la UE. Pero esto supondría la muerte para la 'city' de Londres, y resultaría extremadamente perjudicial para la economía del país. El mejor modelo tanto para la UE como para el país británico sería el de Noruega, pero esta opción resulta complicada políticamente, ya que convertiría a Reino Unido en un estado vasallo de la UE. Esencialmente, supondría permanecer en la Unión Europea, pero sin poder de decisión, y de hecho no constituiría un Brexit real. Pero, desde luego, cualquier acuerdo es mejor que no llegar a ningún acuerdo. Un estudio realizado por Rand Corporation vaticina que un Brexit sin acuerdo tendría para la economía británica un coste de 105.000 millones de libras esterlinas en 10 años, con una merma del 4,7% de su PIB, lo que daría lugar a años de recesión.
Entre tanto, nadie sabe cuánto puede durar el acuerdo transitorio. ¿Cuándo terminará esta transición? Los británicos quieren limitar su duración a dos años, pero la mayoría de los expertos considera que este plazo es ilusorio. Podría acordarse un periodo de dos años, después prorrogarlo y finalmente hacerlo indefinido. Un punto de salida más natural sería diciembre de 2020, cuando concluyen los actuales presupuestos plurianuales de la UE. Después, habrá que negociar con Reino Unido la posibilidad de que realicen nuevas aportaciones. Pero incluso este plazo podría resultar demasiado corto, ya que concluiría tan solo 22 meses después de la fecha de salida, actualmente establecida para marzo de 2019.
Léon Cornelissen es economista jefe de Robeco