EL GIRAPEIX

Cómo ganar un concurso de comer picante y no morir en el intento

El Restaurante Apapacho celebró el concurso más caliente de la ciudad, en el cual los participantes se enfrentaron en una batalla por sobrevivir a salsas y chiles muy picantes. 

| 24/03/2023 | 6 min, 4 seg

“Los periodistas no son noticia”, reza una de las máximas del periodismo. En cambio, en el periodismo gastronómico, la experiencia propia y personal es fundamental para apreciar cualquier sabor y relatar una experiencia gustativa. Así que con un poco de pudor, hoy os invito a pedalear junto a mi, en mi grupeta, y recorrer el camino que me llevó a coronarme ganador del primer concurso de picante de Apapacho. Un concurso modesto, sin grandes figuras entre los profesionales del sector, pero como la Volta a la Ribera que ganó Lance Armstrong en el 1992, me dispongo a luchar cada volata para conquistar la maglia negra, con el logo de Apapacho, que se entregaba al vencedor. Aviso por el pinganillo que el trayecto estará salpicado de símiles ciclistas, porque este ha sido mi particular Tour de Francia. 

En los entrenamientos hemos catado buena cosa de salsas y algún pimiento picante, que ya se encuentran fácilmente en muchas tiendas especializadas, mercados municipales o incluso en el supermercado puedes comprar algún pimiento picante de colorines. Como pasa con las bicicletas, no es lo mismo rodar en una Canyon que en una BH, pero para entrenar, nos vale casi cualquiera. Aquí un inciso. Los habaneros (y en general los chiles picantes) mejor manipularlos con guantes, no se de el caso de que tengas que esperar a que llegue tu pareja a casa para quitarte las lentillas. No lo digo porque me haya pasado a mí dos veces, no… en general la capsaicina irrita tanto que se usa en el spray de pimienta, ahí es nada. Así que guantes de látex para cortar los chiles y si vas a engorilarte ingiriendo guindillas en tu preparación al concurso, toma algún protector estomacal para prevenir la nit de la cremà en tus entrañas. Pero con calma, vamos pedalada a pedalada y no saltemos del pelotón con la primera escapada, que la etapa es larga y hemos venido a por la general. 

Antes de acudir al restaurante de Artes Gráficas, debutante yo en estos concursos, llamé a los organizadores del Hell Contest en Algemesí, Xein y Oki. Dos amantes de la cultura spicy que han traído a la Ribera Alta a los mejores comedores de picante de Europa, y se han convertido en la sede nacional de comedores de picante. Mi tocayo Vicent “Oki” me hizo una serie de recomendaciones: “tómate una cucharada de aceite de oliva, un almax y no vayas con el estómago vacío, algo de hidrato que funcione de base te iría bien”. Dicho y hecho. Camisa de botones por si hay que desabrochar, y llegada a la línea de salida, a Apapacho para recoger el dorsal. Miradas entre los participantes e inicio de la guerra psicológica, un par de participantes dijeron “a mi me gusta el picante, pero sin exagerar” o “yo he venido a pasar el rato, el picante no me acaba”, descartados para la victoria. En cambio las apuestas apuntaban a Adrià, cocinero de profesión, que dijo “me sabe mal, pero yo disfruto mucho con el picante, me lo como todo”. Ya tenemos a nuestro Jumbo Team, Vingegaard y Roglic unidos en un comedor de picante.


Como pasa en las salidas neutralizadas, en el concurso dimos un paseo por la ciudad, en este caso por un magnífico ceviche, previo al inicio de la competición. 10 concursantes y una croqueta de cuitlacoche y queso de cabra curado, con mayonesa de chile serrano. Como sucede al afrontar un puerto de primera categoría al inicio de la etapa, dos concursantes se descolgaron tras las primeras rampas. Todavía con 8 en el pelotón, llegó el segundo plato, el más fuerte de la jornada, nuestro particular Galibier, tres empanadas de tinga de pollo bañadas en salsa picante de habanero toreado y 5 minutos para ingerirlas. Dos víctimas más de este puerto, y directos a por el tercero de la etapa, el definitivo. Delante de nosotros unos totopos y una salsa brava diseñada por Michel, de La Despensa de Frida. Para ganar una cronoescalada no basta con acabarla, hace falta ser el más rápido en la lucha contra el crono. Primeras cucharadas de tanteo, de miradas, de ver quien lanza el derrapaje en el pelotón. Compruebo que mi lengua aguanta el desnivel, es un ritmo soportable, y escucho el sonido de la cucharilla contra la loza. Trompetas de guerra, señal inequívoca de que tres sillas más a la derecha Adrià “Vingegaard” lanza su ataque a por la etapa. Yo he venido a jugar, así que salto detrás de él engullendo a cucharadas el tazón de salsa picante, cual gazpacho en verano, con un único objetivo, no vender fácil la derrota.


Marta Pascual y Joan Ruiz “Esmorzaret”, a la postre tercera y cuarto, podrían haber seguido nuestra rueda, pero el ataque les pilló por sorpresa, en el primer kilómetro del puerto y se quedaron en el pelotón. Así que llegamos los dos a meta, tablas, y como esto no puede quedar sin ganador, ampliamos la etapa con el Alpe d’Huez. 10 chiles pichín, pequeñitos pero matones, que como las uvas en Nochevieja o las curvas del mítico puerto alpino, hay que ir tomando de uno en uno. Nos miramos Vingegaard y yo, que me he pedido Pogacar en esta ficción -básicamente porque mi rival era de hielo y yo era el de las carasas- y decidimos subirlo a ritmo. Una a una cayeron las 10, de nuevo empate, y el jurado decide que subamos también la Croix de Fer. Un habanero rojo, fermentado, a palo seco, sin ambages, “tot cap a dins. Reviso mis dientes, todos en el sitio, y allá que vamos los dos, sprint final, la foto finish es incapaz de determinar al ganador. Todos contentos, doble victoria para levantar juntos los brazos en la meta.


En vez de abrir cava para rociar al público recomendamos un trago de leche, que ayuda con el escozor de la lengua, y que durante la competición era considerado doping descalificante. Nosotros brindamos con tequila y nos llevamos una salsa bravita de la Despensa de Frida, una cena maridada en Apapacho y sensación de haber cruzado la meta victoriosos. Dos omeprazoles y diversas visitas al baño después, confirmamos lo que dicen en México sobre el picante, que como las campanas, primero pica y luego repica. Poca épica en el estómago, mucho pique entre picantes y una asignatura pendiente: popularizar salsas y platos picantones en las cartas de nuestros restaurantes. Se puede replicar en casa el concurso, y a poco que toleres la capsaicina acabarás cogiéndole el gusto al Tabasco, las guindillas y a la gran variedad de picantes que hay, como maillots, en el pelotón de los sabores endiablados.

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