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EL CABECICUBO DE DOCUS, SERIES Y TV 

Cómo la Mansión Playboy servía para grabar a periodistas y chantajearlos

A cambio de mil dólares semanales, Hugh Hefner obligaba a las mujeres que vivían en su mansión a cortar todo lazo con el exterior. Tenían que operarse y pesar según unos estándares predeterminados y estar siempre disponibles para sus orgías en las que eran drogadas y paseadas atadas con correas de perro para deleite de sus invitados, destacados miembros de la sociedad civil estadounidense. Sin embargo, todo era grabado, lo que luego permitía a Hefner tener el control de los periodistas que habían pasado por sus fiestas para sus intereses o impedir que las chicas hablaran.

5/02/2022 - 

VALÈNCIA. En sus páginas firmaban Norman Mailer, Jack Kerouac o Hemingway, pero el reclamo eran las chicas. En España la cabecera mimética fue Intervi, que al lado de piezas que, en muchos casos, eran buen periodismo de investigación, traía el reclamo de mujeres desnudas. El fenómeno americano fue revolucionario y le sirvió a su creador, Hugh Hefner, para crear una leyenda a su alrededor y un reino en su interior, en su vida cotidiana. Al más puro estilo megalómano de Michael Jackson, creó una mansión para dar rienda suelta a sus sueños.

La verdad es que no es para llevarse las manos a la cabeza, tirarse al suelo y patalear que una docu-serie de la cadena estadounidense A&E, especializada en biografías, recoja testimonios de los que vivieron ese "sueño" y resulte que fue una pesadilla abyecta. El programa se llama Secrets of Playboy, consta de siete capítulos y en el momento de publicarse estas líneas se habrán emitido tres. Una serie que contrasta con la que lanzó Amazon hace tres años, American Playboy, en la que se destacaba el impacto de Hefner y Playboy en la cultura mundial, su "compromiso con la justicia social", sus enfrentamientos con el FBI de Edgar Hoover y los sectores conservadores estadounidenses y su "abierta defensa de los derechos civiles".

Es cierto que fue detenido en 1963 por publicar fotos de Jayne Mansfield en la cama con un hombre, que como reacción se dijo en la prensa que "la lascivia producida en masa puede tener un efecto debilitante y perjudicial en el marco moral de una comunidad". Del mismo modo que recientemente quedó de manifiesto que Bill Cosby había abusado de mujeres drogadas ahí dentro. No se puede negar que en tiempos de segregación, Playboy siempre admitió a negros en sus jolgorios, pero tampoco que sus enfrentamientos con las feministas en los años 70 fueron sonados. Ahora que Hefner ha muerto se ha abierto la veda y han empezado a hablar las chicas, sus amigos y empleados. Ya tenemos the big picture.

En la faceta excéntrica del personaje, cuentan que era un adicto al dulce. Tomaba decenas de refrescos, chucherías y Emanems, aunque tampoco debió ser una ingesta muy extrema si vivió 91 años. Lo relevante es que en su famosa mansión había un código de conducta con más de 150 normas que incluía cómo se tenían que servir los refrescos o en qué cajones tenían que estar los condones. Por la seguridad de los pasillos velaban ex policías y ex detectives del Departamento de Policía de Los Ángeles. Hombres y mujeres tenían que dormir separados, cada sexo habitaba un lado de la casa y tenían prohibido hablar entre sí.

Las mujeres, las conejitas de Playboy, tenían prohibido mantener lazos con el exterior mientras vivieran ahí dentro. A cambio, cobraban mil dólares a la semana. Sin embargo, no tenían solo que estar ahí dentro, salir de fiesta y acostarse con Hefner, sino que eran grabadas mientras todo esto ocurría. Toda la casa estaba llena de micrófonos y cámaras. De esta manera, en las populares fiestas de Playboy en las que invitaba a la flor y nata de la sociedad civil estadounidense, todo lo que sucedía quedaba registrado.

Esta forma de vida venía con el pretexto de la libertad individual, tenía un halo progresista, pero cada vez que alguien fue a publicar algo contrario a los intereses de Hefner, este solo tenía que enviar un vídeo a alguien que se encargaba rápidamente de dar las órdenes o mover los hilos que fueran para parar lo que fuera a salir. Un fenómeno que se repetía luego con las chicas que le desafiaban, en cuanto iban a decir algo de él en los medios, se encontraban con todas las puertas cerradas.

Entre lo más selecto del club había médicos y cirujanos. Cuenta la hija de uno de ellos, que creció en la mansión, que se sentaban con sus whiskys a ver diapositivas de modelos y decidir entre todos a qué arreglos y operaciones se debían someter. Hefner llegó a tener un estándar sobre cómo debían ser las medidas de todas las conejitas y hacía que lo cumplieran. Si alguna se cortaba el pelo por su cuenta, se ponía a insultarlas y a vejarlas por salirse del guión.

Por lo visto, tenían que representar una fantasía en sentido estricto. La hija del cirujano también confiesa que en una ocasión se puso a espiar una de las orgías y vio que las chicas estaban drogadas y las llevaban atadas con correas de perro. En otro apartado sobre el sexo en la mansión, una ex conejita cuenta que Hefner las enfrentaba entre ellas, lo que encerradas en la convivencia generaba odios intestinos, pero luego tenían que acostarse juntas con él o entre ellas para que las viera, y a veces de la ansiedad tenían que irse corriendo a vomitar. Resultado: hubo dos suicidios e incontables sobredosis. Un testimonio confiesa que la casa parecía la de un vampiro, las chicas entraban jóvenes y hermosas y salían operadas, deprimidas y adictas.

Charles Manson era el  ídolo de Hefner, quería vivir en una situación parecida la de su comuna, en el que todas las chicas le adorasen como a un dios. Al final, ahí dentro lo que hubo fue un extraño culto, una especie de secta. Es curioso, porque se repiten ciertos patrones con otras experiencias de encierros en mansiones con un líder carismático. Ahora que ya todos peinamos canas, resulta gracioso comprobar que La Familia Manson, La Mansión Playboy y nuestro Palmar de Troya tenían tantos puntos en común.

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