Reunidos todos para palpar entre prescriptores culturales más allá de la ciutat cuál es su percepción de Valéncia
VALÈNCIA. Parada uno. Siempre que le preguntan a alcaldables por su ciudad ideal trazan aspiraciones: quiero que València sea Viena, Copenhague o, en su versión más disparatada -¡viva la vida!- Silicon Valley o la Florida. Y parecerse a València para cuándo.
Parada dos. En un cónclave improvisado un sábado por la mañana entre periodistas culturales foráneos se desgaja una percepción común: la agitación cultural valenciana, ajena a un verdadero sentido canónico y de elite, está muy por delante de la mayoría de ciudades pero apenas hay certeza de ello más allá de nuestros lindes.
Parada tres. Hace un par de semanas el debate cultural entre representantes de los partidos principales para los comicios autonómicos derivó en un popurrí sin jerarquía de prioridades ni ciudades. De actores a pintura rupestre pasando por excelentes músicos. Desde la butaca, la duda frente al desasosiego: ¿no es quizá esa atomización sin concierto la verdadera horizontalidad de la cultura?, ¿se necesita elegir emblemas culturales?
Sí, son justificaciones y excusitas para juntar en cascada a prescriptores culturales que, con apariencia de rango fraternal o pasado con la ciutat, la ven desde hace un tiempo con distancia.
Maxime Dodinet, head of digital marketing de Sony Music en España. Alex Serrano, habitual de Esquire, Rockdelux o Mondo Sonoro. Laura Llamas es periodista, gestora cultural y manager musical, directora de programación y comunicación de Palo Market. Manuel Pérez es editor de Time Out Barcelona y crítico teatral de El Periódico. Daniel Borrás es director de GQ.
Daniel Borrás: “En general, Madrid se fija muy poco en lo que ocurre más allá de la ciudad, lo que explica bien por qué no se comprenden las identidades y sensibilidades culturales locales. Por suerte los tiempos en que València era sinónimo de titulares políticos y culturales desagradables y ligados al exceso y el delirio ya pasó y ahora todo se percibe desde cierta tranquilidad.
Existe la sensación de que hay mucha gente joven haciendo cosas nuevas e interesantes y que no tienen complejos en hacerlo a su modo y desde su ciudad. Ese germen casi underground, esas ‘flores en la basura’, que son más cultura que la cultura misma”.
Alex Serrano: “Vive un momento muy interesante culturalmente. Parece que el colapso del ‘antiguo régimen’ hizo que un montón de gente se convenciese de que había que hacer cosas, porque nadie las iba a hacer por ellos y por ellas. Hay nuevos espacios expositivos, nuevos colectivos haciendo cosas y algunos que ya estaban han dado un paso adelante. Si bien es cierto que los medios nacionales siguen muy centrados en una visión eminentemente centralista y tópica de lo que ocurre en España, lo cual perjudica a este cambio de tercio en la ciudad de València, no es menos cierto que el entorno cultural, en todos los ámbitos, tiende a ser muy endogámico, y eso a veces dificulta que se extienda la palabra. Se tiende a sublimar lo que se trae de fuera, sin proponer un verdadero intercambio, o sin un análisis que permita ver qué cosas se pueden aplicar al ecosistema cultural valenciano para dinamizarlo o hacer que atraviese fronteras.
València, en muchos aspectos, se conforma con ser un corralito cultural, en el que algunos agentes culturales de todo tipo están más preocupados en mantener su parcelita de poder antes que en realizar planteamientos ambiciosos. Como ocurre en la práctica totalidad de las disciplinas, la competencia es lo que permite mejorar. Si solo juegas al fútbol con tu grupo de amigos, solo vas a ser el mejor de tu barrio. Esto es algo que incluso los valencianos que vivimos fuera y desarrollamos una trayectoria en algún aspecto del ámbito cultural pero seguimos muy de cerca lo que se hace en nuestra ciudad vemos, que siendo de facto embajadores de lo que se está haciendo y teniendo experiencia, conexiones y trayectoria que aportar, se cuenta poco o nada con nosotros”.
Laura Llamas: “Creo que tras unos años de crisis y gobiernos que supusieron una regresión atroz en la política cultural, se percibe un cambio de rumbo. Hay nuevas iniciativas que están emergiendo (un nuevo uso de algunos espacios públicos, una eclosión creativa con el nacimiento de iniciativas que se concretan en festivales urbanos de distinta dimensión y la aparición de fundaciones que actúan como nuevos agentes dinamizadores) que tienen algunos componentes que las hacen únicas dentro del territorio español. Un factor diferenciador que hay que aprovechar.
El problema es que muchas de estas iniciativas que se generan en el campo de la cultura y la creatividad se mueven en niveles de precariedad y voluntarismo. Queda camino por recorrer y son necesarias unas políticas culturales que aúnen lo privado y lo público, promuevan el consumo activo y la promoción creativa. Además de la desigualdad de género que se percibe en este sector (como en tantos otros) en València, que considero un elemento muy limitador del desarrollo cultural de la ciudad.
Sólo transformándolo desde dentro de manera consciente puede llegar esa percepción de cambio fuera”.
Manuel Pérez: “Puedo poner el ejemplo del teatro que creo que es un sector que sirve bastante de termómetro. El tramo final del (des)gobierno cultural del PP dejó con un hilo de vida las artes escénicas valencianas. El desmantelamiento del circuito de exhibición y una política de producciones gestionada desde el amiguismo y la falta total de estrategia propia a largo plazo, además de la eliminación del motor de la ficción televisiva, ocasionó un desastre a todos a los niveles. Ya no es que las compañías no se proyectaron fuera, es que no tenían ni capacidad para circular por el territorio. Y festivales como el de Sagunt apenas programaban pensando en el País Valencià
Ya a partir de 2016, casi por desesperación, nacen iniciativas como el Festival Tercera Setmana que empiezan a abrir las ventanas. En las artes escénicas había una sensación de abatimiento total, sólo se podía mejorar. Lo mismo ocurre en muchos otros sectores, como las artes plásticas con la inauguración en 2017 de Bombas Gens, por ejemplo. Podríamos enumerar cientos de proyectos que han nacido en València y el resto del territorio a lo largo de los últimos años. Volviendo a las artes escénicas, hemos visto como compañías como MOMA han actuado en Madrid y Barcelona, e incluso una producción pública que se estrena a finales de mayo, 'Valenciana', se podrá ver en el Festival Grec de Barcelona, un espectáculo de gran formato en valenciano con una ambición y visión autóctona como hacía tiempo que no se había visto.
En resumen, creo que la cultura valenciana había llegado a un terrible atzucat, y en consecuencia su proyección exterior era nula o irrelevante. Con el nacimiento de varias iniciativas con un alto grado de ambición y unas políticas públicas que apuestan por la singularidad, comienza a revivir una visión propia y autóctona, la que proyecta la cultura valenciana de forma más genuina y, en consecuencia, interesa más fuera”.
Maxime Dodinet: “Llegué a Valencia desde Francia en el 2003, en principio para cinco meses, pero 16 años después sigo por España. Recuerdo la cierta frustración que tenía en su momento, yo el apasionado de música, sin tener conocimiento de la escena local, al ver los escasos conciertos de artistas extranjeros que llegaban a la ciudad. Siempre perseguí trabajar en la música, era como una obsesión desde muy pequeño, y después de unos años en aquella València (2006-2012) vi imposible una salida en ese sentido y decidí trasladarme a Madrid para acercarme a la música y a su industria. Muchos de los que dejé ahí en su momento compartían esa afición por la música y hacían cositas... Esas mismas personas hoy en día siguen en València y provocan que mire hacia Valencia con nostalgia y hasta casi cierta envidia. Vivo aquellos eventos a distancia pero sin duda noto algo, que se han multiplicado el número de manifestaciones culturales en la era post-PP y que me transmiten mucha autenticidad (Deleste, Festival de l'Horta, Convent del Carmen, conciertos de la Pèrgola). En general, se percibe que son eventos son de aforo reducido y que mueven a una comunidad muy fiel dentro de la ciudad, pero quizás cueste expandir el mensaje para captar personas desde fuera. Eso sí, sin duda lo reducido y auténtico me provoca esa "envidia" que te comentaba antes”.
Daniel Borrás: “Se vive ese momento de agitación cultural muy interesante… pero ésta es quizá demasiado epidérmica. Pasan muchas cosas maravillosas pero a pequeña escala.
La cultura ‘pequeña’, que es algo genial y siempre es el germen de las cosas grandes, visibiliza la nueva escena pero toda ciudad necesita también generar una conversación poderosa, moderna y que realmente trascienda porque eso es lo que puede crear interés, atraer una industria cultural alrededor y cierta reactivación económica.
No hablamos de proyectos que se desarrollen necesariamente desde las grandes instituciones, porque la mayoría de las veces las cosas interesantes pasan fuera de ellas, pero sí que den el salto de la pura agitación a una cultura que genere un impacto vital y real.
Hay que evitar vivir sólo en los extremos. Hacen falta festivales de barrio, por supuesto, pero también ofertas de carácter internacional y experiencias pioneras. Hace falta cultura que salga del dinero público pero no puede ser la única opción ni solaparse con iniciativas que tienen que ser privadas.
Hay una nueva generación que está trabajando muy bien para posicionar las ciudades en otro contexto, que están preparadísimos y han conocido otras realidades, eso se percibe y es muy bueno.
Toda ciudad debería contar siempre con los mejores. Y a veces los mejores están fuera o lejos de los círculos de influencia o amistad. No es sano seguir haciendo cosas con un pequeño grupo de gente habitual.
Hay un mal general, en todas partes, que pasa por la cultura del evento social (actividades gratis, cerveza en mano, propuestas demasiado locales, presentaciones) y que el público ya recibe de manera negativa.
Tu cultura local es importante porque es el inicio y la base de todo lo demás y se está protegiendo y difundiendo muy bien. Hay un orgullo de pertenencia muy positivo. Pero no debería limitarte; a veces es casi lo único que se ve. Y no puede ser la única excusa para articular el discurso cultural o medir su calidad.
El talento es clarísimo y se expande con éxito por todo el mundo pero a nadie le importa de dónde vienes. Aquí mucha gente no sabe que un grupo musical, una galería, un ilustrador o un director es de una ciudad determinada porque realmente da igual”.
Laura Llamas: “Creo que la mayor riqueza de una ciudad es su patrimonio cultural, entendiendo la cultura más allá de un término tradicional. Cualquier sector relacionado con la misma (Universidades, Diseño, Urbanismo, Agricultura ecológica, turismo ético, festivales de música, etc) tiene un impacto socieconómico en la ciudad de Valencia y es su mayor bien. Creo que el mejor referente cultural para Valencia es el propio background de la ciudad”.
Alex Serrano: “Lo que tiene que ver con cómic, ilustración y artes plásticas tiene muchísima relevancia fuera. Partiendo de autores consolidados, desde Paco Roca, hasta Cristina Durán y Miguel Ángel Giner, pero también Martín López Lam, Víctor Puchalksi, Laura Pérez, Nuria Riaza o Ana Penyas, eventos como Tenderete o lo importantísimo que es que el cómic haya llegado a un museo como el IVAM en excelentes exposiciones. Salas como Pepita Lumier o lo que han conseguido Juanma e Ismael con su Espai Táctel, que me parece impresionante”.
Maxime Dodinet: “No es algo que quiera escoger, pero entiendo que las Fallas (si es que podemos considerarlo como un evento cultural) es el que más impacta fuera. Sin duda veo un potencial brutal con La Marina y lo que se está moviendo ahí. València es una ciudad costera y se merece un lugar para disfrutar de la cultura cerca del mar. Las instalaciones están, solo falta atraer a todo de público con una oferta diversificada y diferente”.
Manuel Pérez: “Históricamente, las artes plásticas y el talento musical valenciano han sido los más exportados y valorados en el exterior. Son sectores que nacen desde las individualidades artísticas, en muchos casos, y desde una idiosincrasia propia del territorio sumada a buenos centros de formación. Por el contrario, otros sectores como el cine o las artes escénicas, que tienen un fuerte componente industrial, han resultado menos fructíferos, entre muchos otros factores por la falta de consumo interno y la inexistencia histórica de un tejido productivo. Con la música popular y la literatura hay un poco el componente lingüístico, que se debate entre trabajar desde unas coordenadas propias o tratar de adaptarse a mercados que le son ajenos. En todos estos ejemplos, como siempre, lo que falta es un ‘consumo propio’, la práctica inexistencia de circuitos de distribución y medios de comunicación que hagan difusión de los rasgos propios de la cultura valenciana”.
Alex Serrano: “La València cultural tiene mucho que aprender de la València gastronómica, que está ahí sin complejos codo con codo en la primera línea en cuanto a calidad y relevancia, que tiene a embajadores y dinamizadores como Jesús Terrés, y que se ha labrado un identidad propia diversa. València sigue siendo en muchos aspectos una ciudad cainita y algo desconfiada acerca de sus posibilidades. Cierto es que quizás haya que consolidar unos hábitos y costumbres locales, impulsar que la creciente oferta cultural tenga respuesta por parte de un público habituado y habitual, porque esos cimientos, ese acabar por creer en lo que se hace aquí, es la antesala para consolidar una identidad con la que subir el puerto de Almansa”.
Daniel Borrás: “València es una ciudad perfecta (precios, transporte, clima, talento) para generar contenido cultural y exportarlo. El diálogo con el resto del mundo tiene que ser constante. De València hacia todas partes, con un discurso universal, y no (sólo) de València para València hablando de cosas sobre València. No tiene que ser una ciudad ‘parecida a’, sino la mejor versión de sí misma”.
Maxime Dodinet: “Identidad, tradición, patrimonio cultural riquísimo o autenticidad son los valores que me vienen a la mente”.
Laura Llamas: “La cultura en sí misma tiene un poder transformador y creo que es uno de los mejores valores para posicionarse fuera. Entendiendo como valores culturales la ecología, la innovación, la investigación, la comunidad, la tradición (no debemos olvidarnos de nuestra memoria) y la sostenibilidad, son elementos claves que deberían definir nuestra ciudad. El ecosistema creativo propio y las personas que lo llevan a cabo es uno de nuestros mayores valores de posicionamiento”.
Manuel Pérez i Muñoz: “Muchas veces, en demasiadas ocasiones, la cultura valenciana tiende al abuso de los rasgos folkloritzantes y en parte en consecuencia arrastramos todavía una visión propia desfasada y desconectada de la cultura urbana y de los problemas y desafíos que plantean los tiempos actuales.
La cultura valenciana, por ser propia y autóctona, debe depurar los valores genuinos de su idiosincrasia para hacerlos universales desde su localismo. Un factor muy importante a tener presente es saber quiénes somos y cuál es el tamaño del territorio. Saber que tenemos que conectarnos sobre todo con Europa, y con sus coordenadas, con su forma de trabajar. La única manera de superar las carencias estructurales y la debilidad de nuestra cultura es mediante la formación y sobre todo el rigor absoluto en métodos y formas de trabajar. Y trabajar mucho, mucho, algo que nuestros creadores han tenido muy complicado cuando se han enfrentado a un sistema huérfano de política cultural”.