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Condena ejemplar a Pablo Iglesias

21/02/2018 - 

VALÈNCIA. Ayer me pidieron un audio en una radio pública pidiéndome mi opinión sobre el hecho de que al rapero Valtonyc, de 24 años de edad, lo hayan condenado a tres años de cárcel por injurias a la corona en sus canciones. Tras escucharlo me dijeron que no iban a ponerlo “porque nos cerrarían el programa mañana mismo”. Literal. El audio era muy agresivo, soy absolutamente consciente de ello y tenía su intención: atacar la tibieza, molestar, llamar la atención. Era agresivo porque lo que está pasando empieza a ser intolerable y estoy harto de que la “incorrección” deba ser “correcta” para poder ser nombrada. El audio atacaba al rey y denunciaba la caza de brujas del PP, como explicaré más adelante.
Entiendo en gran parte a esas personas que decidieron no poner el audio. Yo podría haber estado en su caso y no haberme arriesgado a pesar de que era la opinión personal de un personaje público. El problema no es ese programa: el problema es un sistema en el que dudamos sobre si debemos poner o no una opinión, sea esta más o menos polémica.

¿Qué está pasando exactamente en este país para que nos parezca normal limitar la libertad de expresión, sea por ética o por estética? Más aún: opinando sobre un caso donde la polémica está justamente en la limitación de la libertad de expresión…

En ese audio opinaba que un rey que asiste impasible al hecho de que encierren a un rapero en la cárcel por meterse con su persona solo puede ser un prepotente y merece mi más profundo desprecio como persona. Supongo que, como esos emperadores egipcios que se creían elegidos por los dioses, nuestros reyes también creen que son superiores al resto de españoles. Y en realidad tienen razón, al menos legalmente. Este país no es totalmente democrático porque eso significaría ser iguales ante la ley. Y el rey, no lo es. Nunca lo ha sido. Su padre ha hecho siempre lo que le ha dado la gana con la connivencia de políticos y medios de comunicación. Con dinero público hemos pagado sus lujos y hemos comprado el silencio de algunas de sus amantes. Mis impuestos han ido a sus vicios. Y no lo digo yo, lo dicen varias biografías y medios de comunicación fácilmente consultables.

Ahora la cosa es todavía peor: sus familiares delinquieron y hoy mismo se gastan nuestro dinero en Suiza, tan tranquilos. Pero un chaval hace una canción metiéndose con la monarquía y va a la cárcel. El líder norcoreano King Jong Un debe ver esto como algo supernormal, pero lo que no entiendo es que nosotros, un país que se cree avanzado, lo toleremos. 

España amordazada

Crecí en una España que era capaz de reírse de todo y donde había una gran libertad de expresión. Un país donde grupos de música como La Polla Records llamaban especuladores y ladrones a Bancos con nombre y apellidos, donde Soziedad Alkoholika llamaba asesinos a los israelís, Eskorbuto se metía con la policía y Los Chichos le cantaban a la heroína. Y no pasaba nada. Se entendía perfectamente el contexto: que sus exabruptos formaban parte de la rebeldía contra el sistema de todo movimiento juvenil crítico con el sistema. Se asumía como lo que era: una vía de escape para la frustración de muchos jóvenes, muchas veces venidos del margen o descontentos con una sociedad a la que debían incorporarse y cuyos valores no compartían. Gritaban y así se liberaban, se calmaban… yo diría incluso que ese etapa anti-todo es una parte necesaria de su rito de iniciación social. Su forma simbólica de negar lo heredado, de sentirse independientes de un sistema ajeno a ellos, hecho por otros, aunque luego a la larga acaben asumiendo sus valores.

Ahora, de pronto”, no se puede decir nada porque alguien se ofende. ¡Hasta las chirigotas, el mayor ejemplo del carnaval, la burla y lo políticamente incorrecto, han ofendido a diversos colectivos! Tontos de derecha y tontos de izquierda han convertido cualquier conversación y debate en un suplicio. Pero aquí voy a hablar de los tontos de derecha, porque son los que tienen el poder y por eso en estos momentos son los peligrosos. La llamada ley mordaza, sin ir más lejos, está hecha a medida para sus intereses.

El caso de Valtonyk es una gota más en un vaso que ya está demasiado lleno. Valtonyk no va a ir a la cárcel por sus canciones. Si un verso de su letra dice Però un dia ocuparem Marivent en un kalashnikov (pero un día ocuparemos Marivent con un kalashnikov) hay que ser muy paleto o muy cínico para no ver que no habla de ir a matar al rey, sino que hace una metáfora con la Revolución Comunista donde el pueblo ruso le arrebató el poder a la clase dirigente. El pueblo contra el poder. Pensar que es apología del terrorismo es  aferrarse a una literalidad (interesada) que no tiene nada que ver con el arte. El arte –y una canción juega con las reglas del arte, sea buena o mala- jamás es literal. Literales son las instrucciones del lavavajillas. Nunca una canción.

Además, hay mucha gente diciendo cosas peores, en periódicos afines al gobierno o en programas de radio de la Iglesia católica, pero ninguno de ellos va a la cárcel. Solo van, como dice el rapero Hasel -otro cabeza de turco- los que piensan diferente al gobierno. No son condenados aquellos que desean la muerte a inmigrantes, homosexuales o políticos de izquierdas (que los hay a miles en las redes), sino aquello que hacen chistes sobre ¡Carrero Blanco!

España empieza a parecer una broma pesada.

El castigo a Pablo Iglesias

El sociólogo Durkheim afirma en su teoría del crimen que las penas no sirven para reeducar al transgresor o disuadirlo de la reincidencia, sino para reforzar los lazos solidarios del grupo que las aplica. Valtonyk está en la cárcel como sacrificio ritual para contentar al electorado del PP. El rapero Valtonyk, relacionado con La Tuerka -un programa asociado a Podemos- es el cabeza de turco perfecto para contentar a unos seguidores ávidos de ganar su pequeña guerra a Pablo Iglesias. Ritualmente, condenar a Valtonyk es humillar a Podemos y meter en la cárcel simbólicamente a Pablo Iglesias.

Valtonyk les da exactamente igual. Porque en este ritual eucarístico se comen la hostia-Valtonyk pero lo que importa es la transubstanciación del cuerpo de Iglesias en ella.

La condena consigue dos efectos. Por un lado asustar a los que piensan diferente. Esta teatralización de la justicia que va a acabar con un chaval en la cárcel sirve para dejar bien claro cuáles son los límites del grupo y avisar de que aquel que los transgreda -que se aleje del redil- quedará fuera y pagará por ello. Por otro lado, sirve para afianzar el estatus de los que gobiernan frente a sus seguidores. Mientras menos comprensible sea la condena, mayor prueba del poder de aquellos que gobiernan, demostrándonos que el estado de derecho puede no serlo tanto si no te comportas como ellos esperan.

¿Vamos a quedarnos sentados mientras encierran a jóvenes en la cárcel por tweets, chistes o canciones? ¿Mientras los corruptos se van de rositas? ¿No nos da vergüenza como país permitirlo?

A mí, sí.

Profundamente.

Y eso no es odio a España, que no se confundan los fanáticos que se creen que el amor a su patria se demuestra con banderitas de los chinos en los balcones. Nada te duele más que lo que sientes muy dentro de ti. 

Hoy España me duele mucho.

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