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CRÍTICA DE CINE

'Conociendo a Astrid': la mujer antes de Pippi Calzaslargas

29/03/2019 - 

VALÈNCIA. En 1945 se publicó el primer libro de Pippi Calzaslargas. Su autora, Astrid Lingred (Vimmerby, 1907), inventó un personaje para entretener a su hija mientras estaba enferma. Poco a poco comenzó a dar forma a su personalidad, a su mundo a medio camino entre la realidad y la fantasía, un mundo en el que las niñas eran independientes (y autosuficientes) y plantaban cara a las convenciones sociales a través de un espíritu contestatario. Una superheroína moderna que se convirtió en un referente para montones de generaciones de niños que a lo largo de las décadas se han acercado a sus libros o a la serie de televisión que plasmó sus aventuras a finales de los sesenta.

Cuando la escritora comenzó a ser famosa ya rondaba los cuarenta años. ¿Cómo fue su vida hasta ese momento? ¿Influyeron de alguna manera sus experiencias previas en la creación de sus libros posteriores? ¿Cómo llegó Astrid Anna Emilia Ericsson a convertirse en Astrid Lindgren, un icono de la literatura infantil mundial?

Es lo que intenta averiguar este biopic que gira en torno a una etapa crucial de la vida de una mujer que, como su personaje, tuvo que luchar contra los convencionalismos, las presiones sociales y la represión de toda una época en la que la religión y la hipocresía ejercían de yugo castrador. 

La película comienza con una Astrid adolescente, despreocupada, que demuestra su espíritu libre cuando tiene la oportunidad, ya sea bailando sin acompañante o gastando bromas a sus hermanos a través de un uso irónico del lenguaje que desde muy temprana edad supo manejar para crear imágenes chocantes y divertidas. Nacida en una familia con una estricta educación religiosa, Astrid tendrá que hacer frente a continuos enfrentamientos con su madre debido su rígida moral.

Su conocimiento de la escritura la llevará a trabajar para el periódico local y para su editor, el señor Blomberg, mucho mayor que ella y con el que terminará estableciendo una relación sexual. Fruto de sus encuentros quedará embarazada y ahí comenzará su calvario. En un pueblo pequeño como Vimmerby, su estado hubiera provocado habladurías y para no deshonrar a sus padres, ya que Blomberg continuaba casado, Astrid accedió a marcharse sola a Estocolmo, donde estudió secretariado, y a Copenhague para dar a luz a su hijo, que durante un tiempo se quedó con una madre de acogida para no levantar sospechas.

Esta situación de separación de su pequeño recién nacido cuando todavía era una adolescente y el posterior rechazo del niño por no considerarla su madre, la marcarían para siempre. Pero esta tragedia personal no impidió que la joven continuara luchando y demostrando a todos los que la rodeaban que podía salir delante de manera independiente y libre de cualquier tipo de atadura.

La directora Pernille Fisher Christensen demuestra una enorme sensibilidad a la hora de acercarse a las luces y las sombras de un personaje que interpreta con una prodigiosa capacidad empática la joven Alba August (hija de Pernilla August y Bille August). Así, nos adentramos en el sufrimiento del personaje por no poder estar con su bebé, pero al mismo tiempo también nos trasmite toda la fuerza y el coraje para no rendirse y seguir luchando hasta el final.

No veremos a Astrid escribir sus novelas sobre Pippi. Eso pertenece a otro capítulo de su vida, cuando encontró la estabilidad y por fin pudo sacar partido a su incansable capacidad de fabular. Pero de alguna manera a lo largo de la película se filtran muchas de las características que más tarde vertería en su famoso personaje: la presencia de la muerte, el sentimiento de orfandad, las relaciones entre niños y adultos o la necesidad de aceptar los miedos. 

Podríamos considerar a Astrid Lingred como un icono feminista por su capacidad para mantenerse fiel a sí misma y romper con las cadenas del patriarcado que la tuvieron durante un tiempo condenada a no ser libre. Todo eso lo cuenta la directora de origen danés con mucha elegancia, sin exhibicionismos melodramáticos a pesar de las circunstancias y de que algunos momentos alcancen una emotividad pura.

La película comienza y termina con una Astrid ya anciana leyendo las cartas de sus admiradores, en su mayoría niños que le hacen dibujos o le preguntan cómo es posible que haya sido capaz de entenderlos tan bien. Su legado continúa vivo y su activismo feminista y ecológico la erigen como una figura fundamental a la hora de subvertir los códigos de los cuentos de hadas y proponer un icono infantil fuerte e independiente. 

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