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el peor de los tiempos / OPINIÓN

Convergencia con Europa: la asignatura pendiente

Los datos indican que la negación inicial de la crisis nos ha separado de la senda de convergencia y deja la duda de si seremos capaces de continuar acercándonos a la media de los países del euro

18/10/2015 - 

Hace unos días, zapeando, me encontré con la película Asignatura Pendiente en la televisión. Me paré un momento y acabé absorta al reconocer la España que allí se reflejaba y que se correspondía con el otoño del año 1975, justo en el cambio de régimen y el inicio de la transición. Y me di cuenta de que habían pasado 40 años. ¿Qué ha sido de nosotros desde entonces?

Tenemos la impresión (y se corresponde con la realidad) de que ahora vivimos en un país mucho más rico y avanzado desde el punto de vista material, con mejores infraestructuras y mayor calidad de vida. Pero también es cierto que los demás países de nuestro entorno no se han quedado estancados, sino que han ido mejorando lo mismo que nosotros. Para lograr la convergencia los países menos avanzados deben crecer a mayor ritmo que los demás y de manera sostenida. Por eso, para poder situarnos debemos realizar comparaciones y para ello se suele usar el PIB per cápita.

Justamente la pasada semana el Banco de España presentó la última actualización de la Contabilidad Nacional, haciendo públicos datos, entre otras variables, sobre PIB per cápita y su evolución histórica. La confección de estas estadísticas es compleja y sigue los criterios de Eurostat, de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo. Por ese motivo es posible realizar comparaciones homogéneas con los restantes países de la eurozona y de la UE. El dato de que, en términos reales, el PIB per cápita español es de unos 24.000 euros no nos dice mucho. En cambio, si además sabemos que la media de la zona euro es de 29.000 (cifra en la que se sitúa Francia), que el de Italia es 26.000 o que el de Alemania y Austria llega a 34.000, podemos hacernos una idea más clara de dónde estamos o de dónde deberíamos estar.

Aunque es cierto que el PIB per cápita es la variable más utilizada para representar la renta relativa de los países, hay muchas formas de medirlo y es necesario dejar claro cuál de ellas se utiliza. Si lo que queremos es conocer la evolución de la convergencia de España con nuestros socios europeos, conviene utilizar PIB per cápita medido en paridad del poder adquisitivo (es decir, de forma que equivale a la misma capacidad de compra en los diversos países) y, además, tomando como referencia a los países de la eurozona (dándole el valor 100 a dicha media).

Evidentemente no es lo mismo tomar como referencia la media de la UE cuando ésta contenía 12 ó 15 países socios que ahora que somos 28. La diferencia es que antes de 2005 nuestros socios eran, por lo general, más ricos que nosotros. En cambio, en las últimas ampliaciones, los nuevos países miembros se encontraban en situación más desfavorecida que España. Eso lo conocemos perfectamente, puesto que, por efectos estadísticos, la situación de España como beneficiaria de Fondos Estructurales cambió de forma importante tras 2005 y, de situarnos por debajo de la media de la UE pasamos a acercarnos o superar ligeramente el nivel 100.

La asignatura pendiente

Por todo lo anterior, como el PIB per cápita medio de la UE se basa en diferentes grupos de países a lo largo del tiempo, para usar datos históricos con mayor propiedad es más correcto utilizar como referencia en las comparaciones a la eurozona, que incluye a la mayor parte de la UE-15.

Después de todas estas consideraciones, vayamos a las cifras. En el gráfico se muestran datos desde 1970 hasta 2014 del PIB per cápita en paridad del poder de compra y en términos reales y nominales. Ambas evolucionan de manera paralela, aunque se han ido acercando progresivamente, a medida que la inflación en España se ha ido aproximando a la media europea. También se ha trazado una línea que marca la renta per cápita real en 1975, al final del franquismo: el valor es 86.4, lo que significa que nos encontrábamos 13.6 puntos por debajo de la media de nuestros principales socios.

Si observamos los datos desde la llegada de la Democracia, podemos apreciar que se pasó por una larga etapa de pérdida de renta relativa (o divergencia), tocando suelo en el 76% en 1985, y una recuperación que se aceleró en dos períodos: durante los años siguientes a la entrada en la UE, primero, y tras la creación del euro, después.


Pero lo más llamativo de estos datos es que hasta 1998 (aproximadamente) no recuperamos el nivel de renta per cápita de 1975. ¿Por qué tantos años hasta recuperar nuestra posición relativa? El año 1975 no sólo marca un cambio de régimen político sino que, más importante si cabe, hasta ese momento no se reconocería que dos años antes, en 1973, había estallado la primera crisis del petróleo. Tardar en asumir la crisis y en tomar las medidas necesarias (habría que esperar a los Pactos de la Moncloa en 1977 para ello) supuso perder 10 puntos de renta relativa en 10 años. Y retornar al nivel de partida (converger) nos costaría otros 13 años más.

¿Dónde estamos ahora? Entre 1998 y 2005 se volvió a ganar posiciones, por primera vez superando el 86% y llegando a mediados de la década pasada hasta un 92.6%. En los años de la crisis hemos desandado ese camino hasta un nuevo mínimo en 2013 (otra vez sobre la línea trazada en 1975 casi 40 años después) y volvemos a encontrarnos, en 2014, alrededor del 87%. La primera “enseñanza” que podemos extraer de la segunda parte del gráfico es que, nuevamente, la negación inicial de la crisis y el retraso en la toma de decisiones nos ha vuelto a separar de la senda de convergencia.

La segunda, quizá más preocupante si cabe, es si seremos capaces de continuar acercándonos a la media de los países del euro. Para ello hace falta un proyecto claro de país y el coraje político para llevarlo a cabo. Dos grandes iniciativas europeas impulsaron la convergencia en los 80 y en los años 2000. El reto, nuestra asignatura pendiente, es ser capaces de volver a la senda de convergencia en ausencia de impulsos externos, es decir, si habremos aprendido de la crisis y se habrán sentado las bases de una economía flexible y dinámica que responda a los retos y se adapte al entorno cambiante.

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