Coque Malla vuelve a Valencia para interpretar en directo las canciones de su último disco, ‘El Último Hombre en la Tierra’ (sábado 6, Palau de la Música)
VALÈNCIA. Quizá no lo parezca y sea, en gran parte, culpa de nuestro afán por trasladar los recuerdos al plano del presente continuo, pero Coque Malla ya no es el de Los Ronaldos o el de aquella película con Penélope Cruz. O sí lo es y lo que sucede es que han pasado 30 años y ahora es muchas más cosas que se ha ido construyendo por el camino. Cuando se cumplen tres décadas del primer disco de Los Ronaldos, Malla se acerca al teléfono en su casa mientras una voz femenina le dice a otra voz femenina -e infantil-: “ahora viene, ¿vale?”. El cantante volverá a Valencia el sábado 6 de mayo para presentar de nuevo las canciones de su último disco, ‘El Último Hombre en la Tierra’, tras visitar el año pasado la Sala Moon: “recuerdo que se fue el sonido en el concierto en las primeras canciones: no tiene nada que ver con aquellos principios de gira”.
El madrileño responde al otro lado del teléfono con la pausa y la medida con la que parece haber levantado su carrera en solitario. Se equivoca muy pocas veces. Ninguna de ellas acaba diciendo algo que no quiera decir. “Lo de ‘tu disco más maduro’ me lo llevan diciendo desde el Saca La Lengua de Los Ronaldos, que fue el segundo. Desde el año 87 me lo vienen diciendo”. Con discos de muy distinta índole se acerca ya a la decena de referencias al margen del grupo con el que irrumpió a finales de los 80. En todos ellos encuentra la forma de ofrecer una nueva versión de sí mismo. “La música es infinita, entonces es como viajar: el que es viajero, pocas veces repite el mismo país”.
La naturalidad de Coque Malla en la respuesta se materializa tanto cuando reconoce que sí, que lo de Los Ronaldos a una edad tan temprana podría haber acabado artísticamente con él -“hay mucha gente que no ha podido con eso”-, como en los silencios después de una larga pregunta o las formas de su proceso creativo: “hago algo, me parece una mierda, y es mi manera de que me acabe gustando y de exigirme más a mí mismo”. El contacto con la superficie más básica de la tierra le permite concederse “la libertad de saltar de planeta en planeta” y vincular argumentalmente en el mismo razonamiento a John Lee Hooker y David Bowie. “Yo soy más tipo David Bowie que John Lee Hooker. Me gusta escarbar… Más quisiera yo ser como David Bowie”.
-El sábado tocas en Valencia por segunda vez con este disco. ¿Cómo encaras el concierto después del de Moon del año pasado?
-Hay un show nuevo y, sobre todo, lo curioso va a ser que vamos a ensayar el espectáculo con invitados que vamos a hacer en junio -un gran concierto en Madrid en el que van a estar Jorge Drexler, Dani Martín, Neil Hannon y Amable Rodríguez-. Va a ser un espectáculo complejo porque, aparte de los invitados, hay instrumentos nuevos, y de aquí a que lo hagamos vamos a ponerlo en pie en todos los conciertos que tengamos para ver el funcionamiento. En Valencia vamos a hacer esto también.
Con respecto al concierto que dimos en la Sala Moon hay dos diferencias fundamentales. La primera es que es un show diferente; hemos quitado canciones, hemos añadido otras, el orden es distinto, la dinámica es otra… Pero, sobre todo, que cuando tocamos en la Sala Moon creo que llevábamos 3 o 4 conciertos encima, y ahora llevamos 40, o una cosa así; es una banda muy armada, muy engrasada, y que suena como un cañonazo. No tiene nada que ver. Además, recuerdo que aquel fue un concierto un poco abrupto porque estábamos empezando a rodar el show, el técnico de las guitarras -que en este espectáculo es súper importante porque me cambia las guitarras y le da ritmo al show, o no se lo da si se equivoca-… ahora todo eso está engrasadísimo. Aparte recuerdo que se fue el sonido en el concierto en las primeras canciones. No tiene nada que ver con aquellos principios de gira.
-Con un disco tan producido y con tanta gente involucrada supongo que ponerlo en marcha al principio, si falla, ¿es más traumático?
-No, no fue nada traumático, ¿eh? La verdad. Asumimos desde el primer momento que era algo diferente, que una cosa había sido el experimento, por llamarlo así, el trabajo y el proceso que habíamos tenido en el disco; y otra cosa totalmente diferente era una gira de rockandroll en garitos. Además, ahora hemos hecho ya todo tipo de recintos, pero cuando empezamos lo hicimos en garitazos, y era un concierto de rockandroll. Desde el principio asumí que no tenía nada que ver, que una cosa era los dos meses que habíamos estado experimentando en el estudio con un montón de instrumentos, y otra cosa era una gira de rockandroll de garitos en la que, además, iba a haber canciones de todas las épocas. Era una gira de rock y así lo asumimos. Ahora ya llevamos 40 conciertos encima, hemos tocado en todo tipo de sitios, teatros, garitos pequeños, sitios grandes, tocamos en el Palacio de Deportes de Madrid con los metales… hemos hecho de todo y nos vamos acoplando. A mí me encanta tocar en formatos tan diferentes te obliga a hacer un espectáculo nuevo cada vez que vas a tocar. Es muy divertido y muy estimulante.
-De hecho, en esta segunda manga de conciertos de El Último Hombre En La Tierra también pasarás por festivales (ya estuviste hace 15 días en el SanSan). ¿Cómo te encuentras ahí?
-A mí me encanta, me encanta. Me lo paso como un enano. El otro día en el SanSan disfruté. Es casi la única oportunidad de tocar en un formato tan grande; está muy bien tocar en teatros y salas, me encanta, pero nos faltaba el formato mastodóntico de escenario súper tocho y 10.000 personas en el público. Eso te obliga a hacer un espectáculo más energético, más arriba todo el rato, y además suelen ser conciertos más cortos porque vamos a festivales tochos en los que no somos el cabeza de cartel total y tienes que reducir el tiempo de actuación; eso te obliga a comprimir el espectáculo y mola que te cagas porque es un puñetazo. No es que sean cosas que no funcionan, pero son cosas que no funcionarían en un festival, así que las quitas y vas a por lo más bestia del show. A mí me encanta. No me gustaría sólo tocar en festivales. Si fuésemos una banda que sólo tocáramos en festivales no me molaría nada, pero llevar 40 conciertos encima y hacer 6 o 7 festivales este año me parece divertidísimo. Aparte, te encuentras a gente… El otro día tuvimos muy buen rollo con Leiva, con M-Clan, con Tarque y toda esta gente. Te encuentras amigos, a mí me encanta.
-Está bien, porque al final parece que para tocar hoy en un festival hay que llevar la etiqueta indie bien pegada.
-Ya. Bueno, yo creo lleva un tiempo habiendo una serie de festivales que han abierto bastante la mano. Eso está muy bien y ojalá que salgan más. Pero bueno, también hay que respetarlo: tú haces un festival y quieres que vaya en una línea, ¿por qué vas a tener que meter a grupos que no consideres que van en tu línea? Yo si montara un festival metería a los grupos que me molan, no metería a todo el mundo, pero vamos, yo me alegro mucho de que haya festivales donde consideren que entra el rock de todo tipo. El BBK, por ejemplo, que lo vamos a hacer este año. Yo voy a hacer seis este año, y los seis son festivales que no son exclusivamente indies.
-Ha pasado más de un año ya desde que saliera el disco. ¿Lo sigues viendo de la misma forma que entonces?
-No me lo he planteado, la verdad. Creo que para que ocurra eso tiene que pasar más tiempo. Yo me veo todavía muy metido en la burbuja del disco, no es un disco que yo sienta ya que he escapado a su órbita y lo puedo mirar con perspectiva y desde la distancia. Todavía estoy metido en la órbita del disco. Primero porque la gira ha sido muy larga y muy densa, y porque seguimos en ello y viene el concierto de junio con las cuerdas; estoy otra vez con mi hermano Miguel trabajando para ese concierto, muchas de las canciones que hacen los invitados son del disco… Entonces todavía estoy bajo el influjo del disco, todavía es el protagonista. Tendrá que pasar esta gira y empezar con el siguiente disco para verlo con perspectiva. A mí es un disco que me fila, la verdad, me parece el mejor disco que he hecho. Sigo teniendo esa sensación.
-Hay un tópico periodístico que es el de “disco maduro”. De hecho, si buscas “Coque Malla” y “maduro” en Google te devuelve más de 25.000 entradas. ¿Definiría el tópico tu último disco?
-No, porque no creo en eso. No sé lo que es la madurez en la música. Sinceramente, no sé en qué consiste ni creo que exista: maduran las frutas, pero la música no creo que sea un camino de una dirección como la vida. Creo que es un universo que puedes visitarlo si te concedes a ti mismo la libertad de saltar de planeta en planeta, metafóricamente hablando… A lo mejor el disco siguiente es un disco punk con dos guitarras, bajo, batería y todos en directo, y haciendo el bestia. ¿Sería más inmaduro ese disco? No lo creo. Eso no existe. Es lo que dices tú, es un tópico periodístico, un recurso que se tiene ahí y se suelta independientemente del disco que se haya hecho. Lo de “tu disco más maduro” me lo llevan diciendo desde el Saca La Lengua de Los Ronaldos, que fue el segundo; como metimos metales y ritmos más souleros… así que imagínate. Desde el año 87 me lo vienen diciendo. No creo que eso exista.
-Ventilas anticipadamente esa supuesta madurez simplemente por el género que practique un grupo. No puedes hacer un disco maduro si haces punk.
-Claro. Hay gente muy madura haciendo cosas muy frescas, y son tan maduros o más que discos muy serios y reposados.
-Sería difícil, además, encontrar tu disco más maduro bajo esos parámetros en tanto en cuanto introduces muchos cambios en cada nueva entrega.
-Sí, es pura inquietud y ganas de probar cosas. La música es infinita, entonces es como viajar: el que es viajero, pocas veces repite el mismo país. Como la comida. Los cocineros tienen la obligación de probar y probar, y probar, y probar sabores para que su cocina cada vez sea más compleja. Yo creo que nosotros también tenemos esa obligación. También es absolutamente respetable la otra opción. Por ejemplo, John Lee Hooker no hacía eso, no estaba continuamente experimentando, evolucionando, cambiando. Él era un bluesman y sus discos, aparentemente, eran iguales todos, pero no lo eran; era tan genial como David Bowie, que es el rey de la reinvención. Yo soy más tipo David Bowie que tipo John Lee Hooker (risas). Me gusta escarbar… Más quisiera yo ser como David Bowie.
-¿En los últimos 30 años has hecho algo, artísticamente hablando, que no te apeteciera hacer?
-Uf. Hostia. Yo qué sé, seguro que sí. Algo haría. Así, algo que realmente me produjese urticaria, yo creo que no. Cosas que me apetecían menos que otras, pues sí, pero seguramente más colaboraciones que las haces por cariño o porque no ves mucha manera de escapar (risas). De iniciativa propia no se me ocurre mucho. La verdad es que si no lo veo, no me meto: cuando me pongo en un proyecto es porque tengo claro que me apetece que te cagas.
-Lo decía sobre todo por aquello de no moverse a partir de las expectativas creadas con un disco anterior.
-No, pues eso nunca. Jamás. No me lo planteo. Yo me planteo al público y a los medios cuando tengo el trabajo hecho y tengo que presentarlo. Ahí sí que pienso a ver cómo hago para hacerle llegar las cosas a la gente y que le guste. Me lo planteo en los conciertos; ahí sí que digamos que cuando diseño una gira, un espectáculo o un repertorio pienso en el público porque creo que es una fiesta conjunta donde participamos el público y yo. Cuando hago un disco ni se me pasa por la cabeza porque es un acto muy íntimo, muy privado. Hago los discos totalmente de forma egoísta, pensando en mí, en que me guste a mí.
-Sí, la verdad es que yo sufro mucho en el estudio. Voy aprendiendo a relajarme, a entender que es un proceso en el que al principio las cosas parece que no salen pero terminan saliendo luego, pero vuelvo a caer en el mismo error de desesperarme y decir: “Dios mío, esto…”. Creo que es parte de mi proceso, es totalmente intrínseco a mi proceso creativo: hago algo, me parece una mierda y es mi manera de que me acabe gustando y de exigirme más a mí mismo. Siempre acaba habiendo un click antes de que salga el disco, cuando estoy con las primeras mezclas. Creo que casi siempre pasa igual: Jose Nortes, que es con la persona con la que trabajo desde hace tiempo, se queda haciendo la mezcla, me la envía, yo paso un momento de crisis donde pienso que es un horror, hago correcciones y dejo pasar un tiempo sin escucharlo. Cuando vuelvo a recuperarlo ahí de repente ya sí se hace ese clic.
-¿De dónde parte tu proceso creativo? Hay un momento en ‘Pétalos, Sonrisas y Desastres’ en el que te diriges a alguien y le dices “todavía no te entiendo bien”. Seguramente es una paja mental, pero me ha dado por pensar que te lo dices a ti mismo.
-¿Por qué no? Es una paja mental (risas). Pero es una paja mental que podría estar acertando. Yo, muchas veces, años después de escribir las canciones, de repente tocando una canción en un bolo en el que he bebido más de la cuenta -o no, en el que me he tomado un café- aparecen explicaciones subterráneas y ocultas; tiempo después de haberlas escrito digo “hostia, me acabo de dar cuenta de que aquí estaba hablando de esto”. Por otro lado, yo creo que es muy evidente que absolutamente todas las obras de todo tipo -escritas, compuestas, esculpidas- a lo largo de la historia de la humanidad pueden tener todas el doble sentido. Todas las obras pueden ser autorretratos, yo creo. De hecho, todas las obras tienen algo de autorretrato. Entonces, sí, ¿por qué no? No lo escribí con esa intención, pero en el subconsciente de no entender puede estar la proyección de no entenderse a sí mismo. Eso ya no sólo en las obras, también en las personas; los reproches que uno le hace a su pareja, a su amigo, a su madre, a su padre… muchas veces son reproches que se hacen a uno se hace a sí mismo.
-¿Te sigues acordando de Los Ronaldos?
-Sí, claro. Los Ronaldos somos un grupo raro, que nos separamos pero nos llevábamos -nos llevamos- muy bien y nos queremos mucho. Somos como una familia que ya no convive y que se ve poco, pero somos una familia. Estamos ahí siempre y de vez en cuando nos vemos; el verano pasado estuvieron todos aquí en casa, en la piscina y con los niños. Somos familia. Claro que me acuerdo de ellos. Lo que pasa es que cada vez le veo menos sentido a hacer algo juntos. Bueno, ¡al menos ahora! Vaya usted a saber. Pero vamos, no lo veo.
-Todo aquello te llegó muy joven. ¿Crees que podría haber acabado (artísticamente) contigo?
-Bueno. Sí, podía haber acabado conmigo. Hay mucha gente que no ha podido con eso, ¿no? De todas formas, tendemos a mitificar mucho las cosas, pero este país no daba… Por supuesto que tuvimos éxito, pero este país era muy cutrón en esa época, y la industria era muy cutrona. Casi nadie vivió un éxito en esa época como para que se te vaya la olla, ¿sabes? Siempre digo que ninguno de los grupos de los 80, quitando Mecano, El Último de la Fila, Radio Futura y pocos más, vivió un nivelón de éxito como viven los guiris. Los grupos de esa época éramos un poco como orquestas de pueblo de lujo. No era un éxito como para que se nos fuera la olla. Éramos músicos que currábamos en la música, y ya está: sí, ganábamos pasta y tal, pero tampoco eran millones de dólares, ¿eh?
Tampoco fuimos súper killers con las drogas, con el alcohol… Éramos cañeros, pero bueno. En el cole estaban los súper empollones, que era para pegarles así, con la mano abierta, estaban los desastres totales y luego estaban los empollones que eran gamberretes pero luego estudiaban, en un término medio. Yo creo que Los Ronaldos, con la autodestrucción éramos de ese tipo. Estábamos en medio. No pasó nada para que se nos fuera la olla tanto, ni fue un éxito tan salvaje. Hubo un pico con el Saca La Lengua, al principio, un pico bastante heavy: me acuerdo de una escena, así, tipo Beatles, entrando en una casa donde hicimos una televisión en Andalucía, la casa rodeada y metiéndonos en un coche con gente sobresaltada… Pero fue cuestión de meses, lo que duró aquello; el boom que hubo desde que pasó lo de las feministas y salimos en lo de Miguel Ríos y tal, y luego ese éxito lo enganchamos con la salida del Saca La Lengua, ‘Por Las Noches’, ‘Adiós, Papá’ -esos dos singles, que fue brutal el éxito-. Luego ya, después de ‘Adiós, Papá’, la cosa se estabilizó y éramos un grupo que trabajaba como grupo: íbamos a ensayar, luego tocábamos y habría mil personas en la sala. Y poco más. No fue tan descontrolado lo que nos pasó.
-Desde fuera parece otra cosa.
-Sí, yo lo entiendo. Desde fuera y el paso del tiempo, que mitifica mucho las cosas, pero España en los 80 y los 90, la industria del rock española, era muy cutrona. No íbamos en limusina ni nada de eso (risas). Lo pasábamos muy bien, pero no era esa locura. No éramos los Stones, ni mucho menos.
-Has mencionado lo de las feministas. A colación de la letra de ‘Sí, sí, sí’. ¿Te han vuelto a preguntar con motivo de la revisión de letras como las de Sabina?
-Me han preguntado un millón de veces, pero no sé si en el contexto de lo que sale ahora. En su momento nos denunciaron un grupo de feministas vascas por esa canción, pero vamos, en mi opinión, yo creo que hasta ellas se dieron cuenta de que era un poco absurdo en una entrevista conjunta que nos hizo Sardá.