Hoy es 5 de octubre
VALÈNCIA. Un pésame en tiempos de coronavirus es contenido. Es forzosamente lejano y más complicado de compartir: no hay abrazos ni besos, no hay contacto con las manos. Un pésame en tiempos de coronavirus habla sólo con la mirada y con la fuerza de la palabra pronunciada. Su gravedad adquiere ahora una nueva dimensión, la sonora, al retumbar contra el tejido de la mascarilla. Las familias que estos días despiden a alguno de sus miembros comprueban en los momentos más complicados lo que implica un estado de alarma como el que se vive.
La aprobación de dicho estado se ha convertido, para muchos, en una fecha marcada en rojo en el calendario. Desde entonces, poca cotidaneidad ha escapado de la estricta regulación a golpe de BOE. No sólo el ocio ahí afuera, convertido ahora en mera frivolidad, sino también muchos de los hechos culturales más arraigados, como los velatorios y los funerales. Pésames a un metro de distancia, en ocasiones a kilómetros, familiares parapetados en distópicas mascarillas, incluso funerales invadidos por la pesarosa ausencia de los más allegados.
"Justo antes del confinamiento, fuimos a verla al hospital". Un día a.c. -antes del confinamiento-, cuando el contacto todavía no estaba restringido, toda la familia fue a visitar a la bisabuela a Córdoba, relata Yeray. Su fallecimiento no pilló por sorpresa; tenía ya 93 años. No murió por coronavirus, pero lo hizo en tiempos de coronavirus. Y entonces las visitas ya estaban controladas y las distancias, muy vigiladas. Tanto que su hija, la abuela de Yeray, no pudo desplazarse hasta el tanatorio. Vive muy lejos, en València. "Lo peor", lamenta, "es que no pudo siquiera ir a llorar a su madre con el resto de su familia". Tras toda una vida, no pudo velarla, no pudo despedirse, no pudo enterrarla. Es lo que más le ha dolido.
El velatorio transcurrió en una sala enfriada por las restricciones de acceso: "Sólo podían entrar de cuatro en cuatro", y siempre respetando el metro de distancia de seguridad, sin acercarse unos a otros, explica a este diario. Tampoco estuvo permitida la misa. El cura acudió al tanatorio a bendecirla "con cuatro palabras". No es extraño. Un pésame en tiempos de coronavirus, en pleno estado de alarma, se da en condiciones dolorosamente atípicas.
"A la hora de velar a una persona que ha fallecido, la entrada está restringida a familiares y guardando las distancias", detallan en el Gremio Provincial de Empresarios de Pompas Fúnebres de Valencia. A veces el límite en la sala son cinco personas, otras veces, siete. Otras, diez. Varía en función de la empresa. E incluso hay lugares donde la disposición inicial es evitar el propio acto del velatorio. "En ocasiones se intenta que, tal como llegue el cuerpo, se entierre o se incinere lo antes posible", aseguran. Y no sólo se hace para evitar la mayoría de contactos, sino también porque los trabajos funerarios están empezando a revelarse desbordados.
Sin ir más lejos, el tanatorio de Campanar (València) continúa sus labores -el decreto promulgado por el Gobierno lo permite- pero está cerrado al público con carácter general. La compañía funeraria sólo permite contactar por teléfono, redes sociales o correo electrónico. Sólo pueden acceder hasta diez allegados directos de cada fallecido y la empresa ha prohibido el acondicionamiento de los difuntos. No hay velatorio, sólo despedida, y el féretro, abierto o cerrado, se expone a los asistentes un máximo de media hora. Un pésame en tiempos de coronavirus es también apresurado, fugaz.
En otros casos, las limitaciones de acceso también generan algunas alteraciones. Una de las afectadas es Mari Carmen. Se encuentra en otro centro y acaba de perder a un familiar. En el crematorio podrán estar presentes una quincena de personas. En ocasiones, se deberá elegir quién entra y quién no. "Hay mucha gente que no ha venido por las restricciones" del Gobierno, asegura lamentándose.
En otra de las funerarias contactadas son presurosos en confesarlo: "Vamos muy liados". Y es que, a las muertes naturales, por motivos ajenos al coronavirus, se le empiezan a sumar las primeras olas de mortandad por la pandemia. Desde que a mediados de febrero la Comunitat Valenciana registrara la primera persona fallecida "con" coronavirus, la cifra ha aumentado levemente. Poco más de un mes después, son 50 los muertos en territorio valenciano; 1.326 en toda España. Un pésame tiene ahora, en tiempos de coronavirus, un nuevo motivo al que acogerse.
La muerte no da tregua, pero los contagios tampoco. Por ello se han implantado ya medidas adicionales cuando se trata con fallecidos por coronavirus. El personal de muchos de estos centros ha pedido prevenciones especiales, tanto para despachar con los familiares como para tratar los propio féretros. "No se sabe si están contagiados", explican en el Gremio. Así, guantes y mascarillas se han convertido en herramienta de trabajo obligatoria para prestar el servicio. También para dar las condolencias.
Todavía no hay evidencia de contagios a partir de cadáveres, pero la despedida de aquellos que mueran por -o con- esta infección debe hacerse en una situación de control estricto. Aunque la instrucción del Ministerio de Sanidad permite los velatorios para el fallecido, buena parte de las empresas del sector opta por evitarlo. Con todo, un pésame por coronavirus es, además de todo lo anterior, a féretro cerrado.
El motivo es sencillo: el cuerpo ha sido introducido en una bolsa sanitaria estanca y lo preferible es no abrirlo. Asimismo, a la hora del entierro, no se permite la asistencia de cualquier persona que haya estado en contacto con el fallecido y que presente síntomas, independiente de su lazo, de manera que pueden darse casos en los que, bajo esta premisa, alguno de los familiares más cercanos pueda tener vetado el acceso.
El tanatorio y el crematorio municipal de València aplicaron algunas de estas medidas incluso antes de que se declarase el estado de alarma y prohibió cualquier velatorio o crematorio para estos casos. El consistorio trasladó este mandato a la empresa concesionaria Funespaña la pasada semana, entre el cual también se destacaba la prohibición de realizar cualquier acto de congregación fuese laico o religioso. Habitualmente, en las instalaciones, se practican actos que responden tanto a la religión católica como musulmana y judía.
"Hasta en momentos muy duros, la contribución de todos puede ayudar al objetivo común", explica el edil de Cementerios, Alejandro Ramón. El propósito: reducir al máximo la posibilidad de contagios. Un pésame por coronavirus se da en ausencia, también, de actos religiosos.