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NOSTÀLGIA DE FUTUR / OPINIÓN

Cosmovisiones flexibles contra debates estériles

20/04/2017 - 

Toda persona tiene su propia cosmovisión, su manera de mirar al mundo. Un marco construido durante la infancia, o adolescencia. En muchos casos acabado de configurar durante los años de universidad. Unas lentes formadas por aprendizajes, conocimientos, ideología y dogmas que determinan de que manera miramos el mundo.

Cada persona, lo sepa o no, tiene su propia cosmovisión. Pero hay dos maneras muy diferentes en que las personas se enfrentan a su propia visión del mundo. Una de ellas hace que cada cosa nueva que se observe, escuche o conozca refuerce las propias creencias y todo lo que ya se da por sabido. La otra manera es que las personas se mantengan lo suficientemente flexibles o curiosas (o lo suficientemente inseguras) para que las nuevas observaciones sigan transformando su cosmovisión.

Tengo la sensación de que el debate político está absolutamente dominado por el primer grupo de personas. Personas que intentan disimular su sesgo y que, por supuesto, se niegan de manera rotunda a cambiar de opinión.

Es curioso. Las cosmovisiones tienen mucho de aprendido pero también tienen mucho que ver con nuestro contexto y atributos al nacer: nuestro género, la familia que nos cría, el barrio donde vivimos. Son precisamente el primer grupo de personas las que implícita o explícitamente niegan que sus opiniones estén mínimamente alteradas por el hecho de ser hombre o mujer (normalmente son hombres), de una clase social u otra, o de ésta o aquella generación.

Es importante, no obstante, reconocer que todo aquello que configura quienes somos influye en la manera en que vemos el mundo. No pasa nada por aceptar nuestros propios sesgos y construir así una cosmovisión más flexible. Yo particularmente me confieso culpable de pronunciar constantemente opiniones absolutamente determinadas por mi propia condición: de clase media precarizada, urbanita y con unos papeles que teóricamente demuestran una formación sólida.

Les propongo un ejercicio. Piensen por un momento cuando fue la última vez que cambiaron de opinión en algún asunto de los considerados importantes en el debate político actual: del corredor Mediterraneo a las subvenciones al cine a escala estatal; de las peatonalizaciones a los horarios comerciales a escala local.

Les propongo también que piensen en las personas a quienes siguen en redes sociales y los periódicos que leen. ¿Cómo interpretan la información que interiorizan y cuánta de ella pone en duda todo lo que creen ya saber?

Las redes sociales y la comunicación online son herramientas poderosísimas de libertad pero también se pueden convertir en una cacofonía infinita. La replica hasta la extenuación de las propias opiniones dichas con distintas palabras. ¿Con cuantas personas de las que no piensan como nosotros tenemos un diálogo tranquilo?

Si hacemos el esfuerzo de ser más permeables. Si nos tomamos el cambio de opinión como un ejercicio saludable, podremos evitar estos debates estériles entre cosmovisiones duras como el mármol a la manera de choque de trenes. Todos saldremos ganando.

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