No es tiempo de bronca, pero sí de reconocimiento y felicitaciones. 'Comicguía' es una revista humilde que cumple cuarenta años. Unipersonal y vocacional. Fiel a su tiempo. Defensora del tebeo. En offset de toda la vida. Es un ejemplo. No existe casi nada igual en el mundo. Pero está más que presente en él
Esto es un homenaje. Personal, pero más que merecido. Todos celebran algo cuando sus ideales, ideas y proyectos llegan a los cinco, diez, quince, veinte, veinticinco, treinta años... Es normal. El mundo cultural hay que entenderlo como un hecho heroico. Más aún si es privado. Hasta los organismos institucionales se aprovechan de ello para darse autobombo, pero con otros objetivos y tirando la casa pública por la ventana si es necesario. Es lo fácil. Hay muchos ejemplos. Otros aniversarios, por muy importantes que deberían haber sido o ser después de las inversiones públicas, apenas se notan. Errores de comunicación o incomodidad.
Aún así, lo que haga falta para estar al pie de la noticia, con subvención pública si es posible, por supuesto, y darle cierto aire al tedio que a veces nos obnubila. Algunos dejan pasar la oportunidad. No están en el ruido. Tienen trabajo y han de solucionar problemas. A las instituciones les gustan las conmemoraciones, sean del guarismo que sea. Puro carnaval. Flores de colores.
Pero no es éste el caso. En absoluto. Este es mi homenaje a Comicguía, cuaderno de la historieta y afines culturales. Algunos se preguntarán qué es y hasta por qué. Pues un fanzine. Así de sencillo. Y porque cumple cuarenta años. Que se dice pronto. Nadie lo financia, edita ni distribuye más que su propio autor y editor: Francisco Tadeo Juan.
Durante los años ochenta en este país los fanzines fueron una ventana abierta a la rebelión personal y colectiva, aunque siempre minoritaria. En Estados Unidos e Inglaterra mantenían una tradición. Funcionaban como soporte individual y pasión a un artista, un hecho, una corriente. Se les denominaba prensa underground o alternativa. Funcionaban sin recursos, salvo lo que cada uno ponía de su bolsillo. A contracorriente, o contracultura oficial o formal ante la interesada.
Muchos nacimos a esto del periodismo mientras compaginábamos estudios universitarios alentando fanzines en los que manifestar nuestras inquietudes en temas como la música, el cómic, las Bellas Artes, el diseño…lo que hiciera falta. Y de paso sumar otras sinergias. Éramos altruistas. Bohemios. Teníamos veinte años. Pero eso sí, nos reuníamos como si fuéramos un consejo editorial, como los de ahora que simplemente maquinan maldades; planificábamos, escribíamos, diseñábamos, reuníamos dinero, editábamos en offset, encuadernábamos, y después distribuíamos a pie de calle. Y una vez recaudado lo que habíamos conseguido, volvíamos a comenzar.
Pero en esos papeles que se grapaban a mano estaban metidas inquietudes e independencia. No como ahora que quien paga manda mucho más. A mí me sirvió. De hecho algunos de mis trabajos se conservan en el catálogo de la Biblioteca Nacional. Quién iba a imaginarlo. No aguanté el peso. Era demasiado esfuerzo y dedicación cuando van saltando del barco. Pero gané amigos, colaboradores, contactos, abrimos puertas y acumulamos experiencia. El agotamiento al margen del sistema y hoy la propia publicidad es tal que la ilusión acaba corroída, vendida o vencida.
Pero eso no le ha sucedido a Comicguía. De hecho, cumple 40 años. Tal cual se parió. ¡Eso sí es un logro! Y sin benefactores ni subvenciones, salvo donativos anuales de 30 euros que no sé si llegarán.
Francisco Tadeo Juan, un experto en la historia, el tebeo o el cómic —en su cabeza y en su casa, que un día un compañero bautizó como la biblioteca nacional del tebeo, se acumulan varias generaciones de historietistas, guionistas, dibujantes y sobre todo experiencia, memoria y conocimiento— ha logrado la supervivencia, una quimera. Él hace algún tiempo que superó los setenta años, pero eso no le preocupa. Le sigue moviendo el tebeo. Y Concha Piquer —la chica de su barrio— y Blasco Ibáñez, de quien es uno de sus máximos conocedores.
Tadeo Juan, seguramente, hubiera querido ser dibujante o guionista. Ya se sabe. Detrás de cada crítico hay un músico, un modisto, un ilustrador, un artista o un cocinero —añadan lo que más les guste— frustrado. Es la leyenda. Es lo que se suele decir. Pero antes fue músico. Pianista. Viajó por el mundo acompañando estrellas de la canción de su tiempo. Vivió en Argentina, donde su familia emigró. Después regresó a Valencia.
Desde hace muchísimos años y cada tres meses recibo sus cuartillas en offset con los textos escritos a máquina. Nada de tecnología punta, sólo dibujos recortados, viñetas impresas en blanco y negro, series, aventuras históricas, reflexiones, colaboraciones de todo el mundo altruistas, biografías, mucho humor y revival generacional e histórico. En su modesta revista -folios impresos a dos caras y grapados por el centro- es donde se ha mantenido viva la historia del tebeo valenciano. Lo que guardará en su cabeza.
Su último número, acaba de llegar a mi buzón. Se lo dedica al 150 aniversario de Blasco Ibáñez, pero está lleno de magia e inéditos que le regalan los grandes que aún quedan para que continúe publicando. Él mismo lo recuerda como lema en la portada de cada nuevo número: “La revista más pobre del mundo, pero la más rica en amigos”. La financia él. No recibe nada a cambio. Sólo ilusión.
En su editorial escribe: “La cultura, educación, convivencia, comprensión y etc. etc… se iban perdiendo hasta tal punto que en estos 40 años de subsistir “Comicguía”, la cultura, la Música, las Artes han ido desapareciendo, como el PSOE, que sigue teniendo “obreros”, como si el tiempo no pasara, ni las tecnologías fueran apreciadas, y, encima, puestas en manos de la imberbe multitud de condenados por la avaricia del poderoso, del político, de la forma de gobierno…”
Como decía al principio, esto es un homenaje personal; una deuda en medio de tanta mediocridad y ambición insustancial e interesada. Pero es también un recuerdo mucho más que merecido. No debería de pasar desapercibido. No existen ejemplos similares en el mundo, aunque creamos ser parte importante de él. A veces está bien mirarnos el ombligo. De personas y personajes anónimos que mantienen activo un sueño desde la simple modestia y la honestidad individual.
Felicidades. Continúas joven e inquieto. Y sobre todo das ejemplo de dignidad, pasión y dedicación. Espero que algún día te lo reconozcan en toda su extensión. Tú sí que has escrito la Historia del Tebeo Valenciano. Lo has defendido como algo universal, y propio. Espero tu próximo número. Sé que llegará, con el franqueo, además, financiado desde tu bolsillo. Gracias por mantenerme en tu lista.