Hoy es viernes de trucutrú trucutrú y plantarnos en El Puerto de Santa María, porque sí, tía después de años de parón volvemos a la vida. ¿Que cómo? Con el Cuatrogatos Wine Fest, por supuesto.
Con nocturnidad, alevosía y un montón de amiguis que eran, son y serán. Con previa en restaurante Berdó, como no, porque son anfitriones de lujo y siempre estuvieron ahí. Entre recuerdos lindos, manduqueo del delicioso y un buen desfile de botellas que dejaremos para otra, porque esta es cata de centrarnos en ferias. Y para allá nos vamos, en sábado reluciente, tras el necesario molletismo que nos deja el cuerpecillo listo para empezar con el sarao y el Altares de Postmarcos 2019 (Adega Entre Os Ríos). Albariño que nos sube en aras de alegre seriedad. Kabritas hechas señoras con sus lías. Un lío de los buenos y como nos conocemos hay que poner el freno para no pimplárnoslo enterito. Y hay que estirarlo, porque es de añadas especiales que nos ganan con un mollete de pulpo a modo de bocadillo soñado.
Con el Querido Toribio 2021 (Orulisa) viajamos a la Cantabria más agraciada, esa que es fuerza y desparpajo. Con paisaje montañoso y bien frondoso. El que mezcla muchas uvas para darlo todo de sí. Ese cuerpo que te atrapa y da vueltas y vueltas hasta de campana si es necesario. Y se hace imprescindible entre compañeros que son lectura en prosa y poesía al lado de una ración de rabas.
El Merkelbach Kinheimer Rosenberg Kabinnet 2000 (Alfred Merkelbach) nos lleva volando al Mosela junto a sus creadores de auténtico culto. La edad que es sabiduría que nos gustaría en convertir en propia. La del riesling de sólo ocho grados que desaparecen sin sentir, porque es frutilla liviana de las que parten la lana. Jefaza en forma de golosina que no empacha, pero pone su puntito de cariño para tomar unas ortiguillas fritas.
Con el Corta y Raspa La Atalaya 2020 (Mayetería Sanluqueña) nos vamos de mayetismo y paseo por la viña. Lentejuelas puras de suelos que relucen desde el interior. Palomino en concentración creando expectación. La revolución que provoca la reacción de tomarlo con ganas, la vista puesta en ese mar y sus barcos, a los que pedimos subir en altura mientras solicitamos una de acecías, tía.
El punto dulce nos lo da el Ariyanas David Tinto Dulce 2019 (Bodegas Bentomiz). Merlot con un poquito de barrica que lo convierte en un tinto distinto. Mermeladas de higo y azúcar de caña. Con frescor y cuidadito, que aquí la pesadez no existe ni de lejos. Y es que viene de esa Axarquía toda belleza con sus rarezas. Imágenes que, aunque queramos, no se nos van de la cabeza y que combatimos con queso de cabra payoya, claro.
El Poula 2019 (Casa Aurora) nos retrotrae a los tiempos bercianos que fueron bastante marcianos. Muchas variedades de todos los colores al modo de aquellas bodeguitas a las que íbamos salto a salto. Asalto a los paisanos que siempre tenían a mano un chorizo rico para darnos. Siglos de ser pollitos y refugiarnos en ese bar de jugar a las cartas, mientras nos preparaban con cariño una tortilla de patata.
El Pardas Blau Cru 2019 (Partas) es malvasía de la que no peca por demasía. Cataluña del Penedés con sus aromas de flores gorditas y la madurez justa para que sea como la nuestra. Buena muestra de oportunidad y toda la esencia que parece de aceites esenciales. Porque se hace necesario colega en las malas, las buenas y las mejores con el arroz negro en chiringuito de playa.
Luna 2022 (César Príncipe) nos sube a cohete que va directo a satélites de volverse lunáticos. Tempranillo, verdejo, albillo… cosis variaditas para hacer este rosita. Clarete tan monete que juguetea como pocos. Chateo en porrón y sin mancha, porque aprendemos que divertirse es lo importante. Con memoria de la bodega que hace tanto nos acogió y que lo sigue haciendo cuando nos lo tomamos con unas setas como sean.
Continuamos sin cambiar de color, porque nos gusta ir en Tres Navíos (Barco del Corneta). Cigales elaborado como los de antes que nos hace brindar y seguir adelante. Porque es energía disfrazada de lo ligero. Voluntad donde las risas se muestran tan presentes que se convierten en el más valioso de los presentes. Nacimientos de largo recorrido que no se encogen, aunque les acompañe un lechazo asado.
Volvemos al que es hogar con el UBE El Reventón (Cota 45), uno de los nuestros y que, además, hace afición. Palomino fino fino de entre Maína y El Hornillo. El brillo concentrado a modo de sol haciendo de las suyas. Barriendo para casa y evolucionando en un hombre que conserva adolescencia. La esencia con total presencia y absolutamente estupendo con una de huevas aliñás.
El Cuadrado 2021 (Bodegas De la Riva) es de nuevo palomino, ahora de Balbaína alta. Vinos de pasto a los que nunca se dice basta, porque los queremos para cada día. Estructura de altura, emoción con tensión, elegancia y acidez. Todo de diez en mesa bien puesta para echar un rato largo. Y que sea por muchos años, que nos aguantará seguro y más si le damos una fresquísima urta en amarillo.
Nos vamos de excursión a Villanueva de Alcardete, tierra pardilla y brincona en la que ahora hacemos el travieso con la Verdoncho 2022 (GarageWine). Blanca con pieles entre lo calizo y lo complejo, pero con cero complejos. La valentía de ser diferente, que nos aburre lo corriente. Una de yeso con sus anisados y alguna aceitunilla, todo puesto con esmero y nos lo bebemos a ful con una perdiz guisada.
Nos vamos a Álava con atención para conocer proyectos que, aun pequeñitos, son enorme emoción. Con el Urtarán 2021 (Bat Gara), que es txakoli de hondarrabi zuri y su pelín de riesling. Sensaciones que te envuelven en abrazos de osos para volver y volver. Fruta como debe ser y el saber de haber vivido mucho. Y así, tan perfectamente servido en parajes de verde bonito con un bonito encebollado a fuego lentito. Momento de despedirnos con cada instante en el corazón y pidiendo que esto se repita, que si no nos da desazón.