O por qué varios de los restaurantes más pésimos están en uno de los mejores escaparates de la ‘ciutat'
VALENCIA. Valencia (o Nova València, que igual le cambian de nombre) tiene una herida supurándole en una de sus mejores zonas del cuerpo. Es aquí: en los módulos más lejanos al puerto, una terminal de la playa de la Malvarrosa frontera con la Patacona, al inicio del Paseo Marítimo. Houston, tenemos un problema. Y además huele muy fuerte a aceite recalentado.
El otro día hablando con el cantante Julio Bustamante me elogiaba el sutil vicio de plantarse cara a la arena de Valencia, Malvarrosa mediante, tomándose lo que se tercie y escuchando las olas llegar frágilmente. Esa música que perdura en la memoria. Rebobinando.
En plenos 60 los merenderos ocupaban el espacio arenoso previo al nacimiento en 1995 del Paseo Marítimo. Manuel y Josefa tenían su chiringuito junto a sus tres hijos y cada temporada, con una retahíla de sillas de madera, una cocina primitiva, un puestecito de Camy a la vera, proveían de verano a los valencianos. Como ellos -los dueños de La Herradura- un puñado más en un continuo frente al mar.
2015. Uno de los restaurantes advierte a los posibles visitantes chimpancés mediante un cartel en su cristalera: "Se ruega no poner los pies encima de las sillas". Un grupo religioso dividido en cuadrillas está sentado sobre un banquito, buscando clientes, vestidos como si fueran de comunión. Pasa por delante de ellos una pareja contorneándose, de bronceado nuclear, blandiendo el palo de selfies. Patrulla la policía, suena un ligero reggaeton y un hombre empina una cometa cIclopea. En el mar un velero hace camino.
La casona de una franquicia de bocatas delimita un área partiendo al norte en la que comer, ay vida mía, es un ejercicio de alto riesgo. Una ruleta rusa donde igual caes en uno de los restaurantes dignos que intentan sobrellevar la creciente mala fama de la zona, o en el peor de los casos puedes sucumbir ante algunos de los peores emplazamiento de Valencia para comer. En la acera de enfrente, en cambio, más discreto y a solos unos metros del terror, una de las mejores referencias de la Tierra para comer arroz: Casa Carmela.
¿Por qué en este cuadrante playero, con unas condiciones naturales fetén, abundan las estafas gastronómicas? Varios de los locales ocupan los últimos puestos en las webs de viajes con agregadores de opinión. Este extremo del paseo marítimo (el otro cada vez más parece una amalgama entre Maspalomas desencadena y la sucesión de restaurantes clasicorros) es al buen turismo lo que el vinagre de Módena al buen gusto culinario.
La mayoría de antiguos merenderos venidos a más han envejecido realmente mal. Las fotos de los platos combinados y arroces grumosos —qué noventa todo— abrasadas por el sol. Viejuno en vena. Interiorismo decimonónico. Contrasta con la efervescencia de su vecina Patacona, donde abren garitos con aroma Formentera. El último, Can Luca.
Nuestro pequeño Mordor tiene el aspecto de un trozo de comida incrustado entre los dientes durante demasiado tiempo. La tonalidad empeora si la visita tiene destino en la Cervecería Freiduría San Patricio, un contenedor con revestimiento de taberna donde todo es de pega.
Hace más o menos un año veníamos con que tres de los peores restaurantes de Valencia según los subjetivos opinólogos de Tripadvisor estaban en este punto negro. Un año después las cosas van a peor. Sangría reputacional.
"No entrar nunca. ¡Sin duda el peor sitio donde he comido en mi vida! El primer escándalo fue ver cómo el camarero limpiaba la mesa donde íbamos a comer con un trapo negro de suciedad que olía fatal", se dice sobre el Nautilus. "Posiblemente el peor restaurante que he visitado en Valencia: parece muy típico y lindo por el exterior pero el servicio es terrible", se escribe sobre la San Patricio. "Si no fuera por los 95 euros que nos soplaron, diría que fue divertido. Parecía un restaurante tapadera de otra cosa, la verdad. ¡Horroroso!", deja reflejado Patricia sobre Casa Zaragoza. Ninguno de ellos supera el 2 en la valoración global. Poca casualidad.
¿Y por qué sucede que varios de los peores restaurantes de Valencia están en uno de los mejores escaparates de la ciutat? Sucede por la terrible tentación de engañar al turista poco precavido, aprovechando el fluir de curiosos. Sucede por la dejadez como método porque los clientes —aunque pocos de ellos se atreverían a repetir— van a continuar llegando; una pandemia que va a más a este lado de la playa. Sucede por la decida ausencia de los guionistas de la urbe a la hora de darle un poco de sutileza a enclaves como este.
Una nube tóxica que atufa a aceite cubre invisible el principio del Paseo. En ese de allí, avisando, el cartel: "Se ruega no poner los pies encima de las sillas". Donde la marca Valencia se tira por el desagüe.