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Calle San Vicente (Valencia): una pesadilla gastroturística en Valencia

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VALENCIA. Las calles más turísticas se terminan llenando de cafeterías, bares, locales de comida para llevar y restaurantes. Todas las ciudades tienen la suya (la mayoría), y en ellas a más turismo más locales y de peor calidad. En Valencia tenemos la calle San Vicente y sus inmediaciones como referente de esta gastronomía turística. ¿Qué ofrecemos a los que nos visitan?. Empieza el peligro...:

El panorama es bastante frustrante. Cocinas de otros países y de otras partes de España llenan las aceras, dejando pequeños reductos para la gastronomía local y para la paella, aunque por la calidad de lo visto, sería mejor que ni estuviera representada en este mega buffet libre en el que se ha convertido una de las calles con más historia de nuestra ciudad.

Intentando respetar al máximo a los empresarios que invaden nuestras calles de franquicias y seudocopias de lo que ven cuando viajan por otras ciudades, analizaré lo que tenemos en Valencia, durante un paseo virtual por la Plaza de la Reina y la calle San Vicente.

En la Plaza de la Reina tenemos de lo mejor y de lo peor de la zona. Lo mejor está muy claro, dos valientes en tierra hostil, Molto y Cappuccino. Buena calidad en la materia prima, buen servicio y profesionalidad. En Molto podemos tomar los mejores buñuelos de calabaza de toda Valencia, durante todo el año y Capuccino es uno de los pocos locales de Valencia en donde pasar la tarde leyendo un libro sentado en un sofá junto a un café, mientras suena buena música, eso sí, ¡a precio de oro¡

De lo peor, dos locales casi gemelos, Taberna de la Reina y Huerta Santa Catalina de supuestas tapas, pinchos y platos auténticos españoles. A tope de sangría, frituras indigestas, muchas salsas de bote, productos de tercera y platos de quinta gama. Un día me animé y me pedí una croqueta en la Taberna de la Reina y un pincho creativo en Huerta Santa Catalina. En ambos casos fue probarlos y pedir la cuenta, solo un bocado fue suficiente.

Seguimos visita por San Vicente en donde, sorprendentemente lo que abunda son los locales de comida vasca. Primero entro en el decano de la calle: Sagardi. En la planta baja esta franquicia ofrece pinchos al más puro estilo Donosti, en apariencia, con su rebanada de pan y con su palillo para guardar y pagar. Calidad mediocre, muy visual pero poco recomendable. En la planta primera esto mejora, tienen una carta de sidrería, se puede comer bien pero a un precio elevado.

Por seguir con los vascos me paso por Orio. Mucho diseño efectista, como un bar de señoritos burgueses de Bilbao y una kilométrica barra, llena de atractivos pero malísimos pinchos y raciones. Nivel de fast food con envoltorio de gastrobar. En este caso no suban al "restaurante", así lo llaman ellos. Raciones escasas de baja calidad, mal cocinadas y a precio altísimo.

Como en el museo de los horrores gastronómicos, no podría faltar en San Vicente el troll de las panaderías, Granier. No se como calificarlo... ¿panadería, cafetería, obrador?, no es nada de eso, pensándolo bien, es como un "chino" del pan con aspecto de joyería baratera. Paso de estos negocios que intentan confundirnos, por no decir otra cosa y roban el término artesanal para etiquetar lo industrial de peor calidad.

Seguimos con un local del ya demodé Frozen Yogurt, no podía faltar, en este caso es un LlaoLlao. Creo que no durará muchos años más, este invento americano que algunos empresarios alicantinos han utilizado para reinventarse. Que no les engañen, venden helado de baja calidad mezclado con mucho aire, por eso parece tan grande y tan barato. ¡El business está en vender las máquinas para dispensarlo. !Pobres franquiciados!.

Un local de paellas para llevar, es.paella, de bastante buena calidad, Mon y Vicentino son las únicas ofertas de comida vamos a decir mediterránea, increíble pero cierto. En Vicentino, se puede comer de todo, todo superfresco (lo dudo por su aspecto) y todo baratito, algo que ya nos avisa que nada será destacable en un lugar de dudoso gusto estético. Parece hecho para los rusos que están viniendo a nuestra costa a coger algo de color corporal.

Mon es ese tipo de local de costa en el que te acosan para que entres a tomar algo, cuando pasas por la puerta. Otro "todo en uno" como Vicentino, si les soy sincero no me he atrevido a entrar nunca. Una especie de cartel cutre, hecho a mano, en el que pone "Big restaurant upstairs, terrace inside", ha impedido mi entrada.

Dos locales de comida para llevar uno de comida italiana y otro de noodles, son la guinda para esta indigestión de locales en los que importa mucho más lo que ves que lo que comes, en este caso rótulos luminosos, comida exhibida en escaparates y barras obscenas que abren el apetito de transeuntes y turistas. Dejo de lado franquicias como Los Cien Montaditos, MacDonald's y Starbucks, por desgracia, son inevitables y metidos ya en nuestras costumbres alimenticias.

Pues bien, eso es todo. ¿Sorprendidos? ¿es esto lo que debemos ofrecer a los que nos visitan? ¿hablarán de lo bien que se come en Valencia después de pasar por allí? Sin ánimo de repetirme, me permito dar un consejo. Lo más fácil es copiar a otras ciudades en donde la oferta gastroturística es de un gran nivel medio y las megafranquicias tienen vetada la entrada a las zonas históricas de la ciudad. Eso sería proteger nuestra cultura, apoyar a nuestros productores, cuidar nuestro entorno y sobre todo crear un destino turístico de calidad, un turismo honest cost.

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