VALENCIA. Clint Eastwood dijo en cierta ocasión que las grandes aportaciones de la cultura norteamericana habían sido el blues y el western. Si tenemos en cuenta que la cultura del país se fundamenta en la frontera como elemento simbólico (no sólo desde un punto de vista físico sino también expresivo), estos dos géneros definen a la perfección los distintos rasgos del ser estadounidense en las manifestaciones más relevantes de la cultura popular, el cine y la música. El western supone una reflexión sobre la configuración de Estados Unidos en un contexto (finales del siglo XIX) marcado por un hecho fundamental: la Guerra de Secesión.
La cultura del western es la historia de la modernización del país, con todos sus conflictos sociales (racistas y de clase), con los problemas que comporta el progreso (ejemplificado en la llegada del ferrocarril) y el tránsito a una economía plenamente capitalista. En su proceso de construcción de una nueva identidad, el cine contribuyó desde el principio a mitificar ese periodo de la historia presentándolo como un relato de conquista. No obstante, en los años 60 y 70 ese orden de las cosas que habían presentado los géneros cinematográficos empezaron a cuestionarse a través de mecanismos como la parodia.
El western no se escapó de esta relectura y en 1974 Mel Brooks, un cómico de la Costa Este, se burló de toda esa patraña del lejano Oeste en la película Sillas de montar calientes. Brooks acabaría siendo conocido por sus parodias de los diversos géneros y referentes cinematográficos del Hollywood clásico, como el terror (al que parodiaría en El jovencito Frankenstein), las películas de Alfred Hitchcock y Ernst Lubitsch (en Máxima ansiedad y Soy o no soy, respectivamente) o incluso volviendo la vista al cine mudo en su comedia La última locura.
En Sillas de montar calientes, Brooks se burlaba de los tópicos del género partiendo del retrato del protagonista, un sheriff negro. La película era una sucesión de bromas y alusiones directas a los clásicos para que el espectador fuera consciente del artificio del western. Por ejemplo, en un momento de la película, un grupo de cowboys que están sentados cenando empiezan a levantar el culo para tirarse pedos muy sonoros, exagerando de manera grotesca la cotidianeidad de un modo de vida rural que resulta totalmente ajeno de la representación de esta manera de vivir en las películas del Oeste.
El rasgo distintivo del cine de Mel Brooks sería el de esta parodia de trazo grueso que provoca el desconcierto y la carcajada, un rasgo que busca Seth MacFarlane en la película Mil maneras de morder el polvo, que se estrena esta semana. En ella, se vuelve a hacer una parodia explícita del western, que salta a la vista desde los mismos títulos de crédito con el paisaje de Monument Valley, el lugar icónico de las películas de John Ford.
De hecho, la sal gruesa es el sello del humor de MacFarlane, que ha expresado en sus películas y series de televisión. Su producto más popular es Padre de familia (Family Guy), una serie de animación que se situaba en medio de Los Simpson y South Park. De Los Simpson MacFarlane tomaba el retrato de una familia media norteamericana para ridiculizar el "American way of life". No obstante, South Park (surgida ocho años después) apostaba por eliminar cualquier tipo de complacencia para evidenciar la trampa de Los Simpson: la serie de Matt Groening partía de un retrato positivo del padre de familia, Homer Simpson (fiel esposo, padre atento y trabajador medianamente responsable en el fondo) y de un constante final feliz que permitía que todo se mantuviese dentro de un orden, orden que South Park dinamitaba por los aires.
Seth MacFarlane usó a Los Simpson de base actualizando los referentes, como sus continuas alusiones a la cultura de los años 70 y 80 con productos como Star Wars, y yendo más allá con un humor más salvaje y escatológico. Eso sí, sin acercarse a la mordacidad de South Park. Con todo, MacFarlane se las ha tenido que ver con la censura industrial de su país (sus series se han cancelado varias veces) porque Family Guy, al igual que Los Simpson y con todas las salvedades que se quieran señalar, resulta un producto incómodo para la repulsiva extrema derecha que campa a sus anchas por Estados Unidos.
Con Mil maneras de morder el polvo ocurre algo similar. MacFarlane (que ha dirigido, escrito, producido y protagonizado el film) insiste en reírse de diversos aspectos de su sociedad mediante su inclusión en una película del Oeste. El protagonista es un granjero abandonado por su novia que es incapaz de disparar un revólver y enfrentarse a los malos que le retan en duelo. Con una línea argumental mínima, vamos asistiendo a una cinta muy similar a la de Mel Brooks con esos rasgos que también usa MacFarlane, como la escatología (hay bastantes gags de pedos y diarreas) o la referencia directa (en este film vemos, por ejemplo, una cita directa a Regreso al futuro III).
El problema es que se queda a medio camino de todo: la película es mucho menos divertida que el anterior largometraje de MacFarlane, Ted, aquella historia del oso de peluche gamberro y su amigo que se negaba a integrarse y ser un hombre de provecho. Además, el western ya no es un género hegemónico, de modo que esta parodia suena más a homenaje a Mel Brooks que a un cuestionamiento del modo hegemónico de producción industrial.
Es una lástima que Seth MacFarlane no haya seguido, a la hora de hacer películas, la senda de Trey Parker y Matt Stone, responsables del largometraje South Park: Más grande, más largo y sin cortes, uno de los mejores ejemplos en la ridiculización de los géneros cinematográficos como modo de llevar a cabo un divertidísimo y feroz defensa de la libertad de expresión. MacFarlane ha optado por el chiste fácil e inocuo, desvirtuando una trayectoria que sigue despertando incógnitas, por mucho que se ría de uno de los elementos constitutivos de la cultura popular estadounidense.
Ficha técnica
Mil maneras de morder el polvo (A Million Ways to Die in the West)
EE.UU., 2014, 116'
Director: Seth MacFarlane
Intérpretes: Seth MacFarlane, Charlize Theron, Amanda Seyfried, Liam Neeson
Sinopsis: Albert es un granjero de ovejas que vive tranquilamente en el lejano Oeste. Como allí las cosas son complicadas, tiene que aprender a disparar para derrotar a los villanos que le retan a batirse en duelo