Cultura y Sociedad

'EL CABECICUBO'

Follow me, Muzzy y Vaughan: La TV intentando remediar lo irremediable con el inglés en España

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MADRID. Me encanta una descripción sobre el doblaje del cine que encontré en un blog. "Arte parece, cine no es" Porque resulta extraño que en un país tan purista y tiquismiquis como el nuestro nunca nadie haya alzado la voz en los tiempos en los que todo el cine se veía por la televisión -no descargado al gusto- en contra del doblaje.

Qué puede haber mas cuñao en este mundo que un señor español calvo y con bigote pasando por encima de Marlon Brando, Michael Kaine o Sean Connery para ponerle voz a sus actuaciones como dios manda, como si no estuvieran bien. Un esto se dice así, con esta entonación y en la lengua de Cervantes. A tomar por saco los años que ese pobre actor legendario e inmortal de la meca del cine dedicó al método Stanislavski.

No se trata de buscar culpables como si fuésemos consejeros en apuros del PP, pero cuando un ciudadano español se ha pasado ocho años estudiando inglés y luego no puede entender nada cuando le hablan en esa lengua es que algo pasa ¿no?. Hay quien apunta a que sus profesores de inglés también eran españoles con poco recorrido fuera de España, pero no falta quien se percata de que si no ves cine en inglés desde pequeño, si lo tienes doblado para proteger ¡a la tercera lengua del mundo te resultará un via crucis pillar la fonética te pongas como te pongas.

Pero es una batalla perdida. Hasta en las nacionalidades históricas, llamadas -se presume- a trascender el atavismo español, también se ha doblado en las lenguas co-oficiales. El rechazo a los subtítulos sigue siendo un fuerte nexo entre los pueblos ibéricos.

Sin embargo, resultan curiosos los intentos que ha habido en televisión de enseñarnos inglés. No desde algo tan natural como escuchar a personas que hablan inglés con subtítulos, sino mediante programas didácticos. El caso más recordado fue el del inolvidable Follow me en los ochenta. Una época en la que los VHS de este espacio circulaban hasta en las empresas más reputadas.

Por lo que se puede leer en los comentarios en Internet, a mucha gente de niños sus padres les obligaban a ver este programa en la tele o las correspondientes cintas compradas en El Corte Inglés. Yo también tenía algunas cintas pirateadas en casa y a mi padre detrás recordándome que en el vídeo no hacía más que ver Superman III y nunca el Follow Me, que así me iría mal en la vida. Y, efectivamente, así ha sido.

La serie comenzaba con aquel legendario "Hello, I´m Francis Matthews, my name is Francis Matthews". Todo un fenómeno de masas esa frase. El actor murió este verano, trabajo en numerosas series, pero con Follow me logró ser una estrella. Especialmente en China, según contó Vayatele.

Los episodios no podían ser más británicos y las situaciones cotidianas que planteaban en plató, bastante surrealistas. A veces casi cercanas a la tortura. En cualquier momento, uno esperaba ver aparecer por una esquina a los Monthy Phyton o incluso a Faemino y Cansado. Imaginar a los españoles de los 80 viendo el programa con lápiz y papel es una imagen que da la sensación de tener siglos de antigüedad.

Los capítulos de TV en España luego se volvían a emitir por radio para que los "alumnos" pudieran repasar la lección. La Universidad de Cambridge hizo su agosto con el programa .Anunció una campaña mundial de exámenes para los seguidores de Follow Me, que sólo tenían que enviar 2.000 pesetas para la matrícula. Hagan el cálculo en la época de las grandes audiencias en varios países.

La BBC más adelante se modernizó y creo Muzzy, un programa dirigido a los niños con un monstruo verde y peludo, como mandaban los cánones. Se emitió por televisión en España y luego se martilleó con el curso en fascículos coleccionables de forma inmisericorde. En TVE1 Muzzy apareció primero después de Barrio Sésamo,  unos diez minutos. Y después, tras Los mundos de Yupi. De crío uno se lo tragaba mirándolo de medio lado deseando que acabase y pusieran cosas molonas de verdad como La aldea del Arce, que iba después. Mentir a estas alturas sería muy presuntuoso.

Más adelante llegó el que ha sido el espacio más duradero, aséptico y profesional. That´s English. Se emitía, eso sí, a horarios digamos que complicados, las siete de la mañana por ejemplo. Como novedad, empleaban el castellano de vez en cuando, lo que es de suponer que sería de gran ayuda para los que empezaban de cero, que no serían pocos si pretendían aprender inglés con la tele.

Este programa estaba dirigido por el Ministerio de Educación y Ciencia y producido conjuntamente por TVE y la BBC. El truquito en este caso venía también en forma de matrícula. Si habías seguido todos los programas, decían, aforabas 15.000 pesetas y te  enviaban los libros y cassettes del "curso final" y un número de teléfono para consultar dudas. Saquen de nuevo sus calculadoras.

Y en la actualidad tenemos "TVE English", un programa dirigido por la estrella de la TDT Richad Vaughan. Un caballero de Texas que supera todos los programas anteriores y se empeña con ahínco en que en la piel de toro se pronuncie correctamente. Tanto empeño pone que no faltan quienes presumen de no perderse el programa cada vez que se fuman canutos de empalmadRichad Vaughana para poner a prueba su diafragma de la risa.

Su frase mítica es el "Repeat, for perfection". Pero hay que agradecer que su guión se preocupe de todas las cagadas que cometemos los españoles al hablar inglés, como el orden de los adjetivos y el nombre o nuestras singulares pronunciaciones que sólo entiende a la perfección el pueblo griego. Es un hecho, donde mejor se habla inglés del mundo para un español es en Grecia, por algo sería la cuna de la civilización.

Lo que resulta tragicómico es que los cursos televisados de inglés hayan sobrevivido tantos años y que nadie con un mínimo de cordura y determinación se haya atrevido a finiquitar de un plumazo el doblaje. Obviamente, no es lo mismo seguir una película de estreno a las diez de la noche que una conversación de besugos a primera hora de la mañana. Tampoco es lo mismo acostumbrarse desde pequeños a seguir lo que nos estimula en inglés que ponernos de mayores, cuando nos hemos quedado en paro, a seguir las indicaciones de la televisión y repetir las palabras solos, ante el aparato, como en la Fahrenheit 451 de Truffaut.

Pero así somos. Capaces de sacrificar lo mejor cine y un segundo o tercer idioma sólo por un absurdo y ridículo confort. ¡Que dios nos guarde muchos años!

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