VALENCIA. Quedar con Iván Ferreiro es como hacerlo con un viejo amigo. Ya no sólo por las veces que he tenido la oportunidad de entrevistarlo, sino porque son ya más de 20 años (primero con Los Piratas y luego, ya van ocho, en solitario) conviviendo con su rugosa, reconocible y aguda voz.
Aquel empinado lunes (al menos para el que les habla) fue la promoción de su nuevo disco, ‘Val Miñor - Madrid: Historía y cronología del mundo', lo que nos reunió frente a dos cafés cortos y cargados. Desde que la grabadora echa a andar es palpable el positivismo y la luz que irradia el gallego de 43 años. Exhala amor. Y, pese a las canas, su tamaño y aspecto aniñado le siguen confiriendo, o eso le digo, "aspecto de veinteañero". "Bueno, 20 no, pero 30...", contesta él con sonrisa pícara.
Tras dos temporadas girando en formato reducido junto a su inseparable hermano Amaro, llega el momento de volver a enfilar la carretera secundado por una completa banda. El nuevo álbum y las ganas así lo piden. El viaje comienza, como sus vidas, en Val Miñor (Vigo) y, el viernes 6 de diciembre, pasará por Valencia (Sala Noise) en un concierto especial,pues forma parte de los actos conmemorativos del 15º Aniversario del webzine Efeeme.com. Removemos el café y mojamos en él la charla...
-Últimamente estabas actuando en lugares de aforo más reducido. En Valencia, por ejemplo, fue en la Sala Matisse. ¿A qué se debió esta reducción del espacio?
-Cada recinto tiene su encanto. Lo que he hecho junto a Amaro últimamente ha sido una especie de experimentos. Yo con el piano no soy especialmente bueno, y tenía ganas de soltarme e irme solo con mi hermano y mi carpetita. Sin mucha infraestructura, ni más gente detrás. Y casi, sin darnos cuenta, hemos enganchado dos años con esta historia. También lo necesitaba a nivel mental, no es solo musical.
-El caso es que a muchos "compañeros de oficio" (Mikel Erentxun, Jaime Urrutia o Coque Malla, por ejemplo) les hemos visto hacer lo mismo. ¿Qué tiene que ver la crisis del sector y la crisis en general en este encogimiento?
-Algo de eso también hay, claro. El problema actual es que la gente, por cuestiones económicas, no puede ir a todos los conciertos que quisiera. Hay que seleccionar y eso es comprensible. Incluso yo, estando en un buen momento de popularidad con ‘Confesiones de un artistas de mierda', me sentía más seguro en formatos reducidos y, la verdad, me salían más bolos pequeños. Sí, es algo que realmente hemos hablado entre todos (Coque, Mikel, Diego Vasallo, Leiva...) y claramente nos afectó la situación y el momento de pánico que han vivido los promotores.
-Pánico e inseguridad generalizada en la industria de la música, diría yo. Promotores, técnicos, salas, sellos... y músicos, claro. ¿Cómo lo ves?
-El tema es tratar de arrimar el hombro y ayudar a los promotores. La única cosa buena de este momento es que nos entendemos bien. Mientras hubo una época en que no sabíamos qué labor desempeñábamos unos y otros dentro del negocio, ahora sí sabemos cómo llega el dinero a nuestras manos. Sabemos cuáles son las obligaciones de cada uno de los actores y nos conocemos. Sabemos el papel y la importancia que juega el promotor, el periodista, el técnico de sonido... el músico. Eso es lo mejor que está pasando dentro de esta época dura.
-Warner Music Spain (tu sello) y Get In (tu agencia de Management y promotora), son grandes empresas que vivieron los momentos dulces. ¿Cómo se están adaptando a la situación?
-Hubo un momento en que todo iba muy bien y mucha gente se arrimaba a la industria de la música. La gente estudiaba para ser rica. La música ahora ya no es un negocio para hacerse rico, vuelve a ser un trabajo para sobrevivir. Por eso vuelven a quedar las personas que aman la música. Warner y Get In también se han tenido que adaptar; antes sólo hacían grandes bolos y ahora han vuelto a compaginarlos con los pequeños. Es un poco como lo que ha pasado en la construcción. Eso sí: si no hay industria seria no hay música. Luego siempre está (y estará), claro, la música en nuestros corazones. Esa no entiende de negocios.
¿Qué soluciones propones?
-Pese a la injusta subida del IVA, que estamos notando todos, la industria de la música tiene futuro. Pasarelas como Spotify aún no reparten justamente, pero en ello estamos y por ahí hay camino. Lo que necesitamos también es internacionalizarnos todos. Como ocurre en otros países, hay que invertir dinero en ayudar a los músicos a que salgan fuera. Igual que se exporta chorizo y vino, también están deseando catar nuestra música. No podemos competir con Reino Unido por razones idiomáticas, pero en Sudamérica y EEUU hay mucha gente que nos quiere escuchar.
De repente, Iván de detiene en seco, cesa su habitual verborrea, y me dice: "Hablemos de cosas de cosas alegre, tío". Intuyo que quiere que me centre en ese nuevo disco que tan "buen rollo", dice, "transmite". "Hay que dialogar de lo que está sucediendo, no darle la espalada. Pero en mi caso, dentro del papel que tengo, ya he hablado muchas veces de cosas chungas. Ahora tengo ganas de hablar de cosas buenas". Así sea.
-Por lo que cuentas, ‘Val Miñor - Madrid: Historía y cronología del mundo', es un álbum para subir la moral...
-Siempre estoy muy pendiente del feedback de mis seguidores en las redes sociales; intento estar al tanto de lo que hace sentir mi música. Creo que eso es una responsabilidad. Amaro y yo hemos conseguido sitios emocionales donde la gente se conecta con nosotros. A partir de esta observación, pensamos que era hora de hacer algo alegre y luminoso. Sin duda, se trata de un disco para levantar la moral; ya puede estar cayéndose el mundo. Habla de amor, pero el amor romántico, no el amor fraternal como otras veces. El amor puede con todo. Es una idea simple y sencilla pero es donde estamos Amaro y yo.
-Realmente, se te nota un hombre muy enamorado...
-Ahora mi hermano y yo estábamos en un punto de puta madre. Una gira muy larga. Yo me enamoré por el camino y Amaro está de lujo con su chica. Ahora, con estas canciones, queremos transmitir la emoción de lo que nos va a pasar, no tanto de lo que ha pasado.
-¿Y cómo han salido discos tan amargos antes si tu hermano y tú os presentáis como seres felices?
-En realidad todo lo que expresábamos en los anteriores discos no reflejaba la realidad. Es cierto, Amaro y yo somos dos tíos muy felices pero solo nos salía reflejar lo chungo. Ahora queríamos contar lo bueno. Amaro y yo somos, desde siempre, 23 horas felices y 1 hora infelices. Para crear nos gustaba centrarnos en ese momento de bajón. Se acabó eso.
-¿Cómo defines, entonces, tus anteriores trabajos en solitario?
-Desde ‘Canciones para el tiempo y la distancia' (2005) hemos transitado por mundos muy personales y melancólicos. "Las siete y media" (2006) era muy triste. ‘Mentiroso, mentiroso' (2008) estaba repleto de chulería. ‘Picnic extraterrestre' (2010) tenía un sonido muy cabrón y perro. Era hermoso pero agrio e incómodo. Como entrar en un restaurante donde el recepcionista es un poco capullo. Con esta última referencia hemos decidido mirar al mundo. Aunque en realidad estábamos mirándonos de nuevo para dentro que es la única canción posible que tenemos.
-Ahora ha llegado la luz, tal vez un disco más accesible, ¿es por ello el cambio de productor (Ricky Falkner) después de tanto tiempo con Suso Saiz?
-La relación con Suso sigue siendo maravillosa. Es uno de mis mejores y más queridos amigos. Llevábamos mucho tiempo trabajando y nos arrastraba una dinámica de puta madre, pero estábamos acomodados. Hubo un momento en que no le estaba dejando trabajar, porque él te deja hacer. En ‘Confesiones..." vino Ricky Falkner a tocar el bajo y Suso, de alguna forma, nos dio el pase. Son dos métodos de trabajar. Suso más crudo, intentábamos meter los mínimos arreglos y siempre busca que no se parezca a nada. Con Ricky encontramos más el sonido disco, más compacto. Ahora las canciones buscaban eso. La clave es que sea máximo confort para el oyente.
-¿Crees que alguna de las canciones de este disco se convertirá en himno del pop en castellano como ya ha sucedido con composiciones tuyas verbigracia "Años 80", "Turnedo" o "El equilibrio es imposible"?
-Yo hago canciones para ser cantadas y con estas nuevas alcanzamos un punto que nos hace sentir bien. Al igual que me ocurre a mi cuando descubro un álbum bonito, quiero hacer feliz y ayudar a pensar a la gente. Para eso están los discos, coño. Queremos que este disco pueda acompañar al oyente sin que se preocupe mucho; que lo escuche al volver del curro o mientras esté fregando. No hay prisa, cuando quiera descubrir lo que dicen las canciones, allí le estarán esperando. Estamos desenando meternos a tocarlas y que las reciba la gente.
El café se ha acabado. Esperemos que también los malos tiempos.