Cultura y Sociedad

ESTRENO TELEVISIVO

Retrato de la mezquindad: la ruina de RTVV explicada para los de fuera

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VALENCIA. "A mí me dijeron fírmalo; yo dije que no la primera vez y la segunda vez me dijeron fírmalo por orden de... Y lo firmé". Aún hoy Lluís Sabater, ex jefe técnico de RTVV imputado en el caso Gürtel, no dice por orden de quién era. Puede ser porque se trate de un tema sub iúdice, pero también simplemente por miedo, miedo a las represalias. ¿De quién? No hace falta que sea por nadie. El miedo es como un veneno. Una vez se inocula, la gente vive siempre con él. Y, como bien apunta Ricardo Macián, "no se puede manipular cómo se ha manipulado sin miedo". Así que para ser directivo de RTVV se tiene que haber sufrido miedo. O ser cobarde.

Este domingo noche TV3 estrenó el documental 12:19: Temps de silenci, de Jesús Moreno y Vicente Sanz, una producción que debería ser de obligada proyección en todas las facultades de Periodismo del mundo y que por ahora los valencianos sólo podrán ver a través de la página web de la cadena. Es un retrato acertado en el que quizás sólo sobren las presencias tangenciales de personajes de relumbrón pero absolutamente prescindibles como el sociólogo Sami Nair o el propio Baltasar Garzón, quien sólo dice una aportación de interés, cuando califica a la Gürtel de ""una gran amalgama de ilegalidades, de descontroles y corrupción".

Dura 45 minutos y en ellos se resume grosso modo cómo la sociedad valenciana, durante los veinte años del gobierno del PP, ha aceptado lo inaceptable. Es una metáfora de la implosión social y moral que ha vivido una Comunidad que se halla ahora sumida en el silencio, en la que ha primado la falta de altura, ejemplificada en el comentario entre risas que dice el delegado de La Razón en la Comunidad Valenciana, Iñaki Zaragüeta: "Si mentir fuera delito...". No. Mentir no es un delito. Mentir es indecente. Y aceptarlo es de cínicos. Ryszard Kapuściński tendría un par de cosas que decir aquí.

Todo está conectado. De alguna manera. Y el mismo hecho que ningún representante del Consell o del PP en la Comunidad Valenciana haya querido participar forma parte de la explicación de por qué se ha llegado a esta situación. El lamento este domingo en las páginas del diario Levante del presidente Alberto Fabra, quejándose de que nadie aplaude que con el cierre de la cadena ha perdido un órgano de propaganda, le describe perfectamente y cuál cree que es la función de una televisión pública.

Hay en todo el documental un aire de metáfora. Con mucha dosis de autocrítica. En algunos casos, como Maribel Vilaplana o el jefe de Política de informativos entre 1999 y 2003 Pep Ramada, es hasta sorprendente. "Habrá héroes. Yo ahí no lo era", dice Vilaplana. Muy clarificador el momento en el que relata como leyó una noticia sobre el juicio a Carlos Fabra, ahora a punto de entrar en prisión, y cuando terminó dijo: "Tiene premio quien la entienda". "Ni yo era capaz de entender lo que había leído", añade. "Al mes de ser jefe en política ya sabía de que iba la cosa", dice Ramada. "Podría haberme ido y habría sido a lo mejor lo más responsable, pero no lo hice", confiesa.

Las únicas defensas vienen de fuera. Iñaki Gabilondo lo dice en un momento del documental: "No se puede exigir el heroísmo". Pero también matizaciones porque, como señala Juli Esteve, habría hecho falta un poco más de valentía. "No puedo pedirles que sean héroes pero no me pidas que los respete como respeto a los que se opusieron y dijeron que no. Es que es tan importante decir ‘no' en esta vida alguna vez". La plantilla pues se dividió, como bien retrata Francesc Bayarri: "Héroes que han sufrido el arrinconamiento y el silencio de la sociedad" y "un sector muy numeroso, que ha estado inactivo, ha callado, y eso les ha hecho cómplices". Pero, volvemos a Gabilondo, muchos de los que les reprochan esa inacción en muchos casos no hicieron nada por ellos. Ni lo habrían hecho. 

El eje narrativo del documental es sencillo. Por un lado se recuerdan las doce horas que fueron de la medianoche del 28 de noviembre al cierre de la cadena el 29. Por el otro, todo el contexto social valenciano. Con toda su miseria. Es un tanto superficial, cierto, pero como bien dicen sus responsables, su objetivo es didáctico. No es tanto para consumo interno como para la sociedad española. Y así se han seleccionado las declaraciones, breves y directas.

Para explicar el saqueo se acuden a frases concretas. "El Papa lo trajeron para que otro se forrase", dice Sabater. Las reuniones para las retransmisiones de la visita del Papa se hacían en la Conselleria de Agricultura, relata José Manuel Granero, ex jefe de producción de Canal 9. El conseller era Juan Cotino. Y cuándo llegaron las famosas facturas por las pantallas, ésas que han hundido al que otrora fuera hombre fuerte del partido, la pregunta que se hacía Granero era esclarecedora: "¿Cómo un gasto de estas características no lo conocemos?"

La relación de gastos desorbitados de la cadena también se ponen sobre la mesa, con un culpable directo al que se señala, el ex presidente Eduardo Zaplana, el hombre que se inventó eso de que RTVV tuviera deuda a largo plazo y que ahora se pasea como el mirlo blanco del PP valenciano, un personaje que, como recuerda Josep Torrent, dijo que Canal 9 era el último "nido de rojos". "Hemos llegado a abonar en intereses más de 22 millones de euros en un año", dice José María Jiménez. Y más datos: En derechos de fútbol se han pagado 600 millones y sólo se han conseguido 224. Qué gran idea eso de la deuda a largo plazo.

En ese contexto el ex director general José Luis López Jaraba, uno de los pocos que da al menos la cara, asegura que el ERE era irremediable, pero como bien recuerda el documental, al mismo tiempo que planificaba los despidos de más de la mitad de la plantilla se gastaba miles de euros en comidas a cargo de la tarjeta de la empresa. "No hubo más remedio que hacerlo", dice López Jaraba. A lo que cabe replicarle con las declaraciones de Vicent Mifsud, del comité de empresa, posiblemente uno de los pocos protagonistas de esta historia que puede dormir tranquilo, quien señala como los trabajadores siempre perdían. Qué juego más perverso.

Los momentos más emotivos llegan de la mano de Beatriz Garrote, la presidenta de la asociación de víctimas del accidente del Metro, quien no tiene reparos en apuntar que no se sentía a gusto yendo a la cadena pública el día del cierre. "Me sentía utilizada". A ella se le debe también el golpe más claro, duro y sincero. Recuerden: 43 muertos. "Tenía que haber despertado a los trabajadores de Canal 9". Y a la sociedad. En este punto es significativo el comentario que realiza Clara Castelló, presentadora del informativo, quien relata su sorpresa cuando se enteró de que no se abrían las noticias con el accidente. "Llegué a pensar que había un problema técnico", dice. No podía ser que se censurara eso, pero sí, se hizo.

Ocurrieron tantas cosas increíbles que al final pasó lo imposible. "Es un desastre. Estamos peor que en los años ochenta", dice Josep Ramon Lluch. Si apagamos los canales autonómicos porque cuestan dinero y no son rentables ¿qué será lo siguiente? ¿Cuál será la siguiente línea roja? ¿Por qué se apagó también Ràdio 9? ¿Por qué no se hizo lo posible para salvarla? Porque, y ése es quizá el punto clave: lo que hizo el cierre de RTVV, por encima de cualquier otra cuestión, fue acallar, ahogar, enmudecer a la comunidad valencianoparlante. ¿Por qué la Comunidad Valenciana es la única con lengua propia que no tiene televisión?, se pregunta el presidente de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, Ramon Ferrer. ¿Por qué? Claro que en Madrid fue bien recibida la noticia. Cómo no.

Cabe quizás pues hablar de un "fracaso colectivo", como dice Mònica Oltra que no has llevado a la actual situación, en la que como señala Empar Marco, los valencianos no sabemos qué pasa en un pueblo que está a cuarenta kilómetros. Eso sí, hemos estado al tanto de la muerte y las exequias de la duquesa de Alba. Habrá gente que es feliz así.

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