VALENCIA (FOTOS: EVA MÁÑEZ). Si las cosas fueran como en 1931, la noche del 24 de mayo Mónica Oltra habría sido llevada en volandas, en loor de multitudes, desde la plaza del Ayuntamiento al Palau de la Generalitat, de donde Alberto Fabra habría salido camino del ‘exilio' madrileño para recibir nuevas órdenes y destino, probablemente el ahora vacante de delegado del Gobierno en la Comunitat Valenciana, su verdadera vocación. Ximo Puig, sin perder la sonrisa que lució durante toda la campaña, habría asistido en silencio más timorato que cómplice a la proclamación popular de su adversaria como nueva presidenta de la Generalitat.
Pero estamos en 2015, el escrutinio acaba en dos horas y la sensación de que Oltra había ganado las elecciones duró menos que la fiesta en la plaza consistorial, no como hace 84 años, que cuando los monárquicos se quisieron dar cuenta de que habían ganado sobradamente las elecciones locales a los republicanos, Alfonso XIII ya estaba en París y la Segunda República era un hecho.
Compromís fue la gran triunfadora de la noche electoral en la Comunitat, y no digamos en el Cap i Casal, después de otra gran campaña que recuerda a la de hace cuatro años, cuando entró con fuerza en todas las instituciones que se le habían resistido. Sin embargo, no ganó las elecciones del 24M. Oltra todavía amaneció el día 25 como presidenta del pueblo, jaleada por los suyos y alentada por Pablo Iglesias, pero la evidencia de que Ximo Puig había sufrido la derrota más dulce de su vida se fue imponiendo. Con 180.000 votos menos que en 2011, el exalcalde de Morella se vio presidente antes de la medianoche, sin advertir, eso sí, que la multitud no se agolpaba a celebrarlo en Blanquerías sino en la plaza del Ayuntamiento. Allí acudió Oltra a recoger su premio, creyendo que todos los que brindaban lo hacían por ella.
Dicen que nadie imaginaba este resultado, ni las encuestas a pie de urna, pero no es cierto, alguien en el PSPV ya vaticinó poco después de la derrota de 2011 que en 2015 Compromís superaría a los socialistas. Y si no ocurrió así -por 52.000 votos de diferencia- fue por el surgimiento de Podemos y porque la implantación de Compromís en Alicante ha sido más lenta de lo esperado. En la provincia de Valencia, la coalición liderada por Oltra sacó casi 60.000 votos más que el PSPV, cuatro puntos porcentuales. Y en Valencia capital, Joan Ribó lleva camino de consolidarse con una fuerza que dentro de cuatro años puede resultar decisiva, sobre todo si el PSPV sigue despreciando la importancia del Cap i Casal en el conjunto de la Comunitat y mantiene a Calabuig.
La previsible coalición de gobierno PSPV-Compromís, con Puig de president y Oltra de vice o consellera en cap, abre una legislatura muy interesante desde el punto de vista de la estrategia política. Salga bien o mal -esperemos que lo primero, por el bien de los valencianos-, unos lo aprovecharán más que otros en las urnas. Lo habitual es que los éxitos se atribuyan al presidente y los fracasos a quien -eso dirán- no le ha dejado gobernar con comodidad; que el grande se coma al pequeño en las urnas. Compromís deberá hilar fino para no caer en esa trampa, para no parecer un mero acompañante que se ocupa de cosas poco importantes y que a veces mete la pata.
Clave será, con permiso del PP si logra regenerarse, el éxito o fracaso de Puig en la negociación del modelo de financiación autonómica y de las inversiones clave para la Comunitat. Las humillaciones del Consell de Fabra ante segundos y terceros espadas del Gobierno de Rajoy han pesado en su derrota. Los valencianos quieren un presidente, no un gobernador civil -Morera dixit-, alguien que tenga arrestos para enfrentarse al Gobierno central aunque sea de su mismo partido. Lo que nunca hemos tenido. Si Puig no es ese presidente, lo será Oltra en 2019.