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historias del diseño valenciano

Dani Nebot, el diseñador de manos ocupadas

Tras pasar por NUC, Enebecé o La Nave, Daniel Nebot continúa en la actualidad una trayectoria que abarca cuatro décadas

| 26/12/2022 | 6 min, 16 seg

VALÈNCIA. El diseñador Dani Nebot (Premio Nacional de Diseño en 1995), ancla su trayectoria en  Barracas, donde nació en 1953. Nebot vivió hasta los trece años en una casa con taller donde manufacturaba sus propios juguetes con ayuda de uno de sus abuelos. «Mis manos siempre han estado ocupadas —recuerda el diseñador—. Yo era un niño de pueblo y la estructura familiar en los pueblos tiende a la autosuficiencia». Por ello, cuando Nebot regresaba de su residencia habitual, València, a Barracas dividía su tiempo entre el taller y las tareas agrícolas, una de las actividades familiares junto a una pequeña empresa de transporte de mercancías. 

La primera aproximación de Nebot a su profesión fue a través de la observación de los artesanos de un taller próximo de canterería que realizaban esculturas para lápidas. Nebot aceptó la sugerencia de un amigo, Héctor Peiró, para continuar explorando ese primer interés y con trece años entró en las clases nocturnas de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de València, donde «solamente asistían señores mayores por gusto, normalmente, joyeros jubilados».

Nebot admite que no ha sentido una vocación singular, más allá de ser él mismo. «Simplemente mantengo viva la necesidad intrínseca del Homo Sapiens por trascender por encima de influencias culturales. Nunca me planteé nada más que eso. Lo que ocurre es que luego, las circunstancias de la vida te encauzan desde una sensibilidad particular. Hay tantos oficios de diseño como diseñadores y a lo que me dedico llego a través del arte». 

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A Artes y Oficios por equivocación

Nebot decide entrar en la Facultad de Bellas Artes, pero una equivocación en la fecha de los exámenes le llevó a continuar en Artes y Oficios, donde coincide con quienes más tarde serían compañeros de estudio: Paco Bascuñán y Quique Company. Todos ellos se interesan por lo que se está cociendo en arte contemporáneo o grafismo, en Estados Unidos o Cuba, un universo compartido que propicia  charlas y discusiones. 

Entre las tres opciones disponibles en el nuevo —por entonces—plan de estudios (moda, decoración y dibujo publicitario) Nebot optó por dibujo publicitario, ingresando en 1968. Aquella época la califica de «catástrofe» ya que a Artes y Oficios «iban destinados los maestros recién licenciados en Historia del Arte y similares, con poca o nula idea de las materias». Nebot recuerda especialmente uno de los últimos días de clase, cuando al abrir un armario se topó con un juego de Letraset que había permanecido oculto durante todos los estudios. 

Reencuentro con Bascuñán y Company

La llegada de la crisis económica de los años setenta coincide con el inicio del fin de NUC. Martínez y Castelló inician un nuevo proyecto conjunto, Pam i Mig, y Nebot abandona el despacho de la avenida Portugal para trabajar desde casa. En ese impasse Nebot retoma —«nunca lo dejé de lado realmente», admite— el contacto con sus antiguos compañeros, Paco Bascuñán y Quique Company. 

En esos momentos Bascuñán y Company colaboraban en proyectos gráficos y de decoración, como el Bar 21. Las circunstancias personales —el nacimiento de sus respectivas hijas— aproximaron de nuevo a Nebot y Bascuñán. «En esos años sufríamos problemas de trabajo. A Paco le apetecía meterse en el mundo del cómic y quería abandonar los proyectos de decoración. Yo había contactado recientemente con Industrias Saludes, así que le propuse a Bascuñán responsabilizarse de la marca de Saludes, que prácticamente fue su primer trabajo como grafista», rememora Nebot. 

Trabajaban a caballo entre ambos domicilios, pero con la llegada de los niños optaron por buscar un espacio en la calle Convento Jerusalén. «Invitamos a unirse al grupo a Quique Company, que por entonces era socio del bar la Torna, en la calle Corona». De esta invitación surgiría el equipo Enebecé. Al grupo se unió, trabajando de manera independiente, Pepe Gimeno, que por entonces había sido contratado por Voramar (Manolo Pérez y Jordi Delama), «la única agencia de publicidad moderna y con perfil internacional que había en València», tal y como afirma Nebot.


Del R14 a La Nave

En paralelo, el diseñador Eduardo Albors y el publicista Jorge Luna mantenían un despacho conjunto. Tras la salida de Luna, llegarían al estudio José Juan Belda y los hermanos Lavernia (Nacho y Luis), con el añadido de Luis González, Marisa Gallén y Sandra Figuerola, formando el estudio Caps i Mans. «En aquellos años había un gran afecto y compañerismo; nos ayudábamos mutuamente. No nos considerábamos competencia, sino colegas del sector», añade Dani Nebot. 

Un almuerzo a las 11:00 horas con Belda y Nacho Lavernia en el bar Las Tinajas llevó al trío a pensar en visitar el congreso internacional ICSID en Milán. «Le comenté el viaje a Paco Bascuñán y se apuntó de inmediato. Como entonces abrían las cajas de ahorro por la tarde, sacamos todo el dinero y a las diez de la noche salíamos a bordo de un Renault 14 en dirección a Milán». Allí, los diseñadores tuvieron la oportunidad de visitar la Strada Novissima o contactar con referentes internacionales como Alessandro Mendini y Ettore Sottsass. 

En el camino de vuelta de aquel viaje a Milán surgió el grupo La Nave. «Nos dijimos: ‘‘si tenemos que hacer algo en la vida, tiene que ser ahora’’». Era 1983 y aquel grupo de diseñadores comenzó a buscar un local que albergase la nueva aventura. Tras desestimar la posibilidad de comprar un edificio en la calle Blanquerías, junto a la antigua sede del PSPV, Nebot recuerda que «Nacho Lavernia nos avisó de una nave que se alquilaba en la calle San Vicente, a la altura del número 200. El precio del alquiler eran cien mil pesetas. José Juan Belda hizo el proyecto de adecuación del local y el resto de nosotros, números». 

A última hora, Pepe Gimeno se descolgó del proyecto conjunto, ya que decidió permanecer en Voramar, «una decisión muy comprensible ya que era un trabajo que garantizaba una gran seguridad personal y profesional», añade Dani Nebot. Tras algunas dudas e indecisiones de última hora, entre todos los miembros restantes reunieron el coste del alquiler. La Nave se instalaría en una nave de la calle San Vicente. «Y así surgió un proyecto maravilloso, un sistema de trabajo ejemplar, que fue referencia nacional e internacional». 

Tras siete años de trabajo conjunto, aquel grupo se separaría, continuando sus componentes su trayectoria en solitario. Un camino que Dani Nebot aún recorre en la actualidad, presumiendo —humildemente— de ser uno de los diseñadores —o grafistas— con más años de profesión en el carné.

* Este artículo se publicó originalmente en el número 98 (diciembre 2022) de la revista Plaza

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