VALÈNCIA. Daniel Torres es uno de los ilustradores más reputados y reconocidos de nuestro país. Lleva décadas construyendo su propia universo y ha creado a un personaje clave para todos aquellos que amamos el cómic: Roco Vargas. El dibujante nacido en Cofrentes vuelve ahora con un spin-off de su personaje más conocido bajo el título El futuro que no fue (publicado en Norma Editorial), un libro que aúna lo mejor de la ciencia ficción y de la novela negra, un relato de detectives que se inspira en los cómics de los años 80 pero que también se fija en el cine clásico de Hollywood para desplegar una afilada crítica a nuestra sociedad de consumo.
-Roco Vargas es el gran personaje que usted creó en los años 80. Ahora lo resucita con una especie de ‘retrofuturo’. ¿Por qué ha decidido hacerlo justamente esa atmósfera?
-Roco lleva conmigo (y con sus lectores) cerca de cuarenta años, y durante este tiempo no ha dejado de estar presente. A veces ha tardado años en decir algo, pero siempre ha vuelto. Por eso tiene nueve libros en su haber. En este último álbum sólo aparece haciendo un cameo, pero su mundo, ese retrofuturo –que yo llamo “El universo de Roco Vargas”-, es el verdadero protagonista de toda la saga. Para mí que no podía ser de otra forma, no podría haber situado El futuro que no fue en otro contexto.
-Este libro une los dos géneros que usted más aprecia: la novela negra y la ciencia ficción. ¿Son más complementarios de lo que creemos?
-Siempre he creído que ambos géneros son ideales para retratar la sociedad de su momento. La novela negra muestra el lado oscuro de una sociedad, la violencia de las empresas humanas; la ciencia ficción revela, bajo su envoltorio de desbocada imaginación, la inmensa pequeñez del alma humana. Si unimos los dos géneros tenemos una herramienta narrativa con grandes posibilidades.
-¿Cuáles han sido sus influencias más directas en ambos géneros’?
-La novela y el cine negros norteamericanos de los años 30, 40 y 50. La novela de ciencia ficción de todos los tiempos y nacionalidades; y el cine del mismo género –sobre todo norteamericano- desde finales de los setenta, después de la aparición de Star Wars. Una revelación que me hace buscar y descubrir películas de ciencia ficción anteriores a la saga de George Lucas.
-¿Qué tiene el detective Archi Cúper que le hace un personaje tan único? Como detective, ¿cuáles son sus rasgos más característicos?
-Archi responde al arquetipo del detective clásico americano (verbigracia: Philip Marlowe). Pero con esa primera referencia como cimiento constructivo el personaje se va enriqueciendo con características propias en un juego de equilibrio entre el retrato del lado sucio de la sociedad urbana y el exotismo de los cohetes y coches voladores.
Archi es un tipo solitario, autosuficiente, ya desengañado de las buenas intenciones de los demás, pero con la necesidad de seguir creyendo que en algún lugar se han de encontrar otras respuestas más alentadoras que la suyas propias. Es un cínico todavía con humor para decirse a sí mismo: “Aparta, que me tapas el sol.”
-¿Por qué ha decidido la fórmula narrativa del cómic dentro del cómic para este spin off de Vargas?
-El cómic es un lenguaje con el que llevo expresándome desde hace ya bastantes décadas como para poder permitirme el puro juego con él. Es tan rico y maleable que si dominas mínimamente sus reglas, a pesar de ser un lenguaje que ha explorado muchas posibilidades en más de un siglo de existencia, aún puedes sacarle jugo, hacerlo tuyo. Este libro, en ese sentido, es además un homenaje a las revistas de los años ochenta que me permitieron –en el inicio de mi carrera- explorar y desarrollar ese lenguaje.
-Usted imagina un mundo dominado por el capitalismo con la presencia de las MercaAgencias. ¿Crees que estamos muy lejos de ese mundo en la actualidad?
-Estamos en él. De pleno. Esperando a ver adónde nos va a llevar. Y lo que apunta no parece muy alentador. Si en lugar de MercAgencias, las llamamos Grandes corporaciones globales, Multinacionales de la tecnología, de la información, de los recursos energéticos…, tenemos a ese mundo del retrofuturo reflejando nuestro mundo del presente. O al menos especulando con ese reflejo.
-¿Considera la ironía uno de sus rasgos estilísticos o la ha ido cultivando todavía más con el tiempo?
-La ironía ha sido desde el inicio uno de los rasgos destacados de mi lenguaje. Ese ingrediente que liga mis guisos y sin el cual estos serían un plato soso. Claro está que he tenido que ir trabajándolo durante todo este tiempo: ¿Cuándo no es suficiente en pequeñas dosis, cuándo molesta si se abusa de él? El secreto de la buena cocina no es ningún secreto, ¿no? Buena y fresca materia prima, dedicada elaboración y pequeños detalles, y tenemos un plato que parece nuevo a pesar de ser viejo como el mundo.
-Montebahía es esa gran megalópolis que usted dibuja con cuantiosos detalles. Da la sensación que hay una especie de crítica a estas urbes gigantes en la que parece que la vida no puede ser sana bajo ningún concepto. ¿Es así?
-En las grandes ciudades siempre se ha encontrado lo mejor del ayuntamiento humano junto a lo peor. Y sabemos que una cosa no puede ser sin la otra. Roma fue durante siglos el centro del mundo civilizado, y sabemos por las fuentes históricas que bajo esa grandeza medraba una suculenta crónica negra. La civilización humana no se puede entender sin la historia de las ciudades. Los seres humanos inventaron la ciudad y las ciudades han ido transformando a la gente. Una gran urbe, en un plano general, nos atrae como el fuego a una polilla, pero cuando bajamos y nos metemos en un plano detalle pues corremos el peligro de arder.
-Por último, qué obras -cómics, novelas gráficas- le están interesando más en los últimos años. ¿Alguna recomendación especial?
-Pues ahora mismo estoy más centrado en releer las cosas que descubrí y leí en mis comienzos que en seguir la actualidad de las novedades. Así que puedo hacer una recomendación que es una apuesta fácil: toda la obra de Hugo Pratt. Un clásico siempre es una voz nueva.