No, no es un error ortográfico. Ni siquiera es un error tipográfico… ¡Ya no existen los linotipistas! Es que la Unión Europea ha vuelto a ser protagonista por el rechazo a la firma del acuerdo de libre comercio con Canadá, el CETA, dentro del Acuerdo Económico y Comercial Global que impulsa la DG Trade. Por cierto, aquí es donde se enmarca también el “temido” TTIP, el mismo acuerdo pero con Estados Unidos, este último en punto muerto, y el de Japón y el de Mercosur… ¿Alguien ha dicho China? Bien, pues ha sido precisamente el Gobierno regional Valón de Bélgica el que ha tenido la valentía de decir “no” a los imperativos de la Unión Europea, reproduciendo el temor de sus agricultores de salir perjudicados por un acuerdo al que ni siquiera habían podido acceder en francés (sólo estaba la versión en inglés). Respeto, se llama.
Pero como no podemos terminar por la CETA, comencemos por la A de Abstención, que es lo que acordó el pasado fin de semana el Comité Federal del PSOE para posibilitar la creación de un Gobierno del PP, con la investidura de Mariano Rajoy como Presidente. En la central del Barklays Bank de Londres se congratulaban del resultado y el índice del IBEX 35 subía un 1,3 por ciento. ¡Felicidades compañeros del metal!
¿Y qué tiene que ver la postura socialista en el Gobierno de la Nación con la B de Bruselas, que es de lo que queremos hablar aquí? Pues que los hombres de negro del Fondo Monetario Internacional (FMI) -¿recuerdan? Men in black- se van hoy con los deberes hechos. Los que han dejado al inminente Gobierno de Rajoy, tras dos semanas de examen a las cuentas que le ha presentado el Ministro de Economía. No les quepa duda de que la Unión Europa y el FMI aprobarán sus cuentas, el próximo presupuesto y todos los techos del déficit. Good lad…
Como ya hemos llegado a la C de CETA, tranquilos, que no vamos a seguir el abecedario completo. Sólo quiero recordar que la guerra en Siria continua y que en las conclusiones del Consejo de Ministros de la pasada semana los miembros de la Unión acordaron reforzar el control de fronteras exteriores. Para ello aprobaron el Reglamento sobre la Guardia Europea de Fronteras y Costas, al mismo tiempo que se restablece el espacio Schengen y la versión revisada de su código de fronteras.
Esto es, se trata de garantizar el control sistemático de todos los viajeros que crucen las fronteras exteriores de la Unión Europea. Antes de que acabe el año se aprobará una posición común sobre el Sistema de Entradas y Salidas y se espera la propuesta de la Comisión para la creación de un Sistema Europeo de Información y Autorización de Viajes que permita efectuar de forma previa controles de seguridad de los viajeros exentos de la obligación de visado y, en caso necesario, denegarles la entrada. ¿No era algo así lo que buscaba el Reino Unido?
Pues parece que nuestros aún aliados y colegas británicos sólo han tenido una preocupación esta semana: si las negociaciones sobre el Brexit serán en inglés o en francés. Al menos así se han manifestado en toda la prensa británica. ¡No way!, es el grito unánime al otro lado del Canal, que también se resiste a acoger a los miles de inmigrantes que esperaban cruzar hasta las Islas en los campamentos instalados junto al túnel francés de Calais, hoy en proceso de desmantelamiento.
Mientras tanto, Bruselas intenta blindarse celebrando la IX Conferencia anual sobre Paz y Seguridad con la Unión Africana. De nuevo, la protagonizan la tríada de este Milenio: lucha antiterrorista, radicalización y extremismo violento, e inmigración. La reunión estará presidida por Walter Stevens, por la parte europea, y Catherine Muigai Mwangi (Kenya) por la parte africana. La embajadora keniata es especialmente sensible en estos temas. Su hijo fue asesinado en un atentando terrorista, ocurrido hace tres años en un centro comercial de Nairobi, cuando iba de compras con su novia.
Siguiendo con estas prioridades, vamos a recordar que esta semana también hay sesión plenaria en el Parlamento europeo. Sus señorías van a pedir que la Comisión Europea revise el marco presupuestario haciéndolo más flexible para hacer frente a la crisis migratoria, el terrorismo y la seguridad interna. Porque, de momento, la única solución que ha encontrado el Ejecutivo de Jean-Claude Juncker ha sido desviar fondos de cohesión social para las ayudas a refugiados. Vamos a traducirlo. De nuevo, el dinero de las regiones, el que gestionan los gobiernos autonómicos, el que llega a los ciudadanos y a las pequeñas empresas de las zonas más desfavorecidas, ahora se lo reparten también todos los países de la Unión, como Alemania o Dinamarca, para acoger a refugiados. Pues tocamos a menos. Y otros a más, porque ninguno de estos países iba a ser beneficiario de estos fondos.
Por último, un warning por lo que pueda ocurrir. ¿Nadie se han planteado qué ocurrirá cuando el Internet de las Cosas esté instalado en nuestra vida cotidiana? ¿Cuando desde el teléfono subamos las ventanas o llenemos la nevera, nos pase consulta el médico o nuestro smartphone nos elija el plan para el fin de semana, pareja incluida…? ¿Se han preguntado qué ocurrirá cuando un hacker haga caer, por ejemplo, la red en Europa? Ya lo han hecho, en la costa Este de los Estados Unidos hace unos días. Cayeron Twitter, Reddit, CNN y Spotify.
Me cuenta un amigo y experto en Ciberseguridad, que prefiere quedar en el anonimato, que ha sido un ataque global contra la arquitectura de la red que aquí nos afectó en menor medida, un ensayo de un Estado con un único objetivo: comprobar su capacidad para hacer caer internet. Vaya…, ya no hace falta que nos caiga el satélite sobre nuestras cabezas. Pero, como decía Abraracúrcix, el jefe de la aldea gala que resistió a los romanos temiendo que el cielo cayera sobre sus cabezas: “Eso no va a suceder mañana”. ¿O sí?