Hoy es viernes de rondarte, moreno, que nos vamos de ronda. Una de las que salen redondas, en Ronda con sus rondeños y uno de esos sumilleres que hacen lo más grande con lo que parece pequeño.
Aunque hablamos de un enorme, del restaurante Bardal, así que nada puede salir mal. Lugar donde una cocina de dieces es secundada por un equipo de sala que no le va a la zaga. Precisión de reloj de los de casa acogedora, donde cada uno de los engranajes encaja para producir la energía perfecta. Con una selección de vinos que va escuchando al comensal para darle la conversación ideal. Profunda diversión sin que falte reflexión. Placeres bien compartidos entre copa y plato, trago a bocado y gallina en piel. Momentos que serán emocionantes, así que vamos palante empezando con el Fino Caberrubia NV Saca III (Bodega Luis Pérez), que de rubia tiene poco. Fruta que nos recibe con sonrisa y toda la amabilidad para conseguir que estemos tan a gusto. El gusto por lo bonito con su salero necesario y esa longitud a la altura del escenario. Y se abre el telón tras el que aparecen un montón de bocaditos del tirón con ese conejo con caracoles como ejemplo.
Cogemos vuelo a Nueva Zelanda con el Kumeu River “Rays Road” Chardonnay 2019 (Kumeu River Estate). Riscos salvajemente empinados. Austeridad y sinceridad de la que engaña un poquito hablando de Chablis. Y en un plis impone su cítrico ligero que fluye limpiando paladares. Así subimos a los altares con el gazpachuelo frío de bogavante y esa maravilla de cuajada de vainilla, judías verdes y anguila.
Aparecen las siempre necesarias gurbujas con el Champagne Federic Savart L’0verture Primer Cru (Federic Savart). Delicadeza de presioza prinseza que aleja cualquier atisbo de maleza. Elegancia de salón en merienda mirando al mar. Con sus bollitos necesarios en forma de pan au chocolat frente a amplio ventanal de cristal. Con vistas a lo que se ponga por delante, que resulta fascinante con la grandísima ostra a la “Bourguignon” y los puerros con beurre blanc de oveja, sauco y caviar.
El Dimitri Bajo Velo 2013 Primera Saca 2021 (Descalzos Viejos) es locura local, tal cual y cabal. Crianza biológica y oxidativa en barrica con el velo que va y viene, y a poquitos se mantiene. Disparate de nariz ajerezada y boquita de peras sedosas. Una de esas cosas que, por única, lo vale todo y que en nada conquista a los presentes cuando se presenta otro plato de delicia: la ortiguilla a la brasa con escabeche de pintada.
Volvemos a caminos tan conocidos como queridos, los de las Rías Baixas y el Tras da Canda 2017 (Rodrigo Méndez). Barricas, fudres y sus lías que hoy la lían. Frutosidad que no cesa y atlanticismo que sin sus berberechos de lata no sería lo mismo. La realidad de nuestra Galicia soñada que se ve finamente realizada con su volumen precioso y otras dos recetas de nivel: las pochas, pieles y tripa de bacalao y el rape asado «all cremat».
Con el Yo Solo Oxidativo 2011 Saca 2021 (Finca La Melonera) retorna la sorpresa para dejarnos muy chalados. Bárbara barbaridad que descoloca al más ordenado. Otro lugareño de proyectos descarados que dan muy buenos resultados. Entre oloroso y destilado lleva su rollito licoroso sin ningún reparo. Porque repara cualquier brecha de duda acompañando fenomenal a la royal de pato y a la blanquette de molleja de ternera.
Toca tan largo como deseado viaje a Sudáfrica y sus viñedos con el Keermont Syrah 2015 (Keermont). Aromas de finura violácea con sus frutillas chicas y deslumbrantes. Montones de mogollones de bayas oscuras y regordetas que nos llevan a la memoria de un varietal que es total con el cierre del menú salado, ese chivo con hierbas y riñón al ajillo.
Los postres anuncian un final para el que queda mucho. Porque apetece alargar veladas con Les Érables 2018 (Chrys Jo & Jé Ménard). Chenin del Loira que serpentea entre largos caminos salpicados de almendrados y orejones muy molones con un renacer en cada giro. Néctar con prestancia y toda la elegancia para mostrarse sutil. Acariciando luminoso cada bocado dulce hasta llegar a la selva negra picante.
Y para cerrar el círculo vuelta al Marco con el 25 GF Jerez Viejísimo (Gaspar Florido). Barbaridad eterna como lo será el recuerdo de aquella noche. Nueces y avellanas guardadas en ebanistería fina. Concentración en su justo momento para que el disfrute sea total. Con los pequeños dislates y con el juego de un equipo que no necesita ganar nada, porque ya es campeón. De robarnos el corazón y hacer que volver sea justo y necesario.