Hoy es 15 de octubre
VALÈNCIA. Decían de Joaquín Sorolla que logró pintar la luz como nadie, unas pinceladas que parten de lo físico para evocar una atmósfera que supera el lienzo. Sus visiones de la playa, esas escenas veraniegas convertidas a la postre en iconos del mediterráneo de principios del siglo XX, nos permiten abrir una ventana a esas estampas veraniegas que han servido de inspiración para no pocos artistas a lo largo de la historia. Y es que hay tantos veranos como artistas. De hecho, incluso hay más de un verano por cada creador, miradas múltiples a la época más calurosa del año que hoy se nos presentan en los muros de los principales museos de València a través de pinturas y fotografías convertidas en una suerte de espejo frente a aquellos veranos del presente que se siguen sucediendo a algunos metros de la sala de exposición.
En el Museu de Belles Arts de València encontramos no pocas de esas postales de verano, pasando por Sorolla, cómo no, pero no solo. Entre ellas, algunas tan sugerentes como Paisaje de Alicante. Playa de San Gabriel, de Francisco Lozano, que nos permite bucear en una costa en la que el ladrillo y la España de las piscinas todavía era un futuro difícil de imaginar para muchos. Lozano, considerado el gran paisajista valenciano del siglo XX y uno de los renovadores del género, pintó varias marinas tanto de València como de Alicante, entre las que destaca este paisaje realizado hacia 1960, una postal protagonizada por las típicas casetas de playa de la zona, en algunas de las cuales el pintor incorpora referencias personales al añadir el nombre de sus tres hijas y de uno de sus sobrinos.
Otro apellido que no podía faltar en este paseo por los veranos del arte es Pinazo. El Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) expone, entre otras, la obra Anochecer en la escollera III, una pieza marcada por la pincelada rápida y suelta que remite a lo fugaz y lo aproxima a la pintura impresionista que entonces triunfaba en Europa. Instalado en Godella desde 1895, la ejecución de este cuadro se ha puesto en relación con su cuaderno 76, que lleva por título Esperando repatriados, dibujos en los que Pinazo desarrolla la mirada de cronista y artista, movido por los acontecimientos contemporáneos y su incidencia social.
Pero los veranos son también tiempo de juego, de infancia, de cuadernillos Rubio y Grand Prix. Mucho antes de que Ramón García se dedicara a bautizar vaquillas, José Benlliure Ortíz, conocido con el sobrenombre de ‘Peppino’, dio forma a Niño en la playa. La pieza, que se puede ver en las salas de colección permanente del Belles Arts, fue pintada en 1913 y pone negro sobre blanco ese viaje a la modernidad del artista, así como vínculos y diferencias con la pintura de Sorolla. Sí, otra vez Sorolla.
Pero no solo los pinceles han sido los encargados de presentar las distintas visiones del verano desde el arte, que también ha sido capturado con cámaras fotográficas que nos permiten observar a través de una peculiar mirilla aquellos meses calurosos de la segunda mitad del siglo XX. Entre ellas, otra mirada a la infancia, en este caso a través del peculiar punto de vista del primer Premio Nacional de Fotografía, el valenciano Gabriel Cualladó, que en noviembre protagonizará una exposición en el IVAM.
Entre las muchas obras que componen los fondos que custodia el museo, se encuentran algunas como la de ese heladero y niño en la playa de la Malvarrosa que capturó en el año 1957, una fotografía en blanco y negro que nos permite viajar en el tiempo a un verano que se antoja cercano y lejano al mismo tiempo y que se refleja con toda la sensibilidad que Cualladó transmitía desde su objetivo.
Y de la costa mediterránea al calor sofocante de un apartamento en plena ciudad, a esos espacios reducidos que en estas semanas tienen una nueva banda sonora, la de las aspas de un ventilador que trabaja durante horas para aliviar el aumento de la temperatura. En ese terreno, el de lo íntimo, se enmarcan piezas como Untitle nº91, de la estadounidense Cindy Sherman, que muestra a la artista tumbada en el suelo, boca arriba, con la mirada perdida hacia lo que se intuye como una ventana.
Y entre tanto paisaje marino, un sonido que nos saca de la fantasía. Un zumbido que no cesa. Un aleteo que nos desquicia, nos obsesiona. Qué sería del verano sin las moscas. Sí, también ese insecto que nos reta cada año campa a sus anchas en los centros culturales de València. Lo hace, eso sí, pasado por el filtro del artista Eduardo Arroyo, una de las figuras clave del arte contemporáneo español más reciente y protagonista de una de las exposiciones que acoge en estas semanas Fundación Bancaja. Y es que las moscas tienen un gran protagonismo en su obra, unas moscas realizadas en bronce y acero inoxidable que salpican todo el recorrido expositivo.
“España es el paraíso de las moscas. Es un emblema muy español como las vanitas con calavera, otras figura que también está en la médula española. Ambos objetos los sigo utilizando porque siempre me ha atraído todo lo que envuelven”, expresaba el propio artista en un texto recogido en el catálogo de la exposición. Pero no solo habitan los muros del museo, también las propias pinturas. Las moscas de Arroyo tienen un gran protagonismo en la particular versión que el pintor realizó del retablo Cordero místico, realizado por los hermanos Hubert y Jan van Eyck, una obra con referencias a iconos como Maria Callas o Ciudadano Kane y que reserva sus dos paneles centrales a las moscas, que también aparecen en otras piezas como Camisa y mosca o Guillermo Tell.
Y frente a la necesidad de capturar un instante, de mantener fijo un momento, la reflexión sobre el imparable paso del tiempo. En este campo poético, y desde la tecnología, se enmarcan algunas de las escenas veraniegas que se presentan en el Centro de Arte Hortensia Herrero, en las que el verano no es una fotografía fija, sino un estado cambiante. Prueba de ello es la propuesta del colectivo japonés teamLab, que presenta en el museo la obra de sugerente título The World of Irreversible Change ('El mundo del cambio irreversible'), una pieza interactiva que muestra una ciudad que presenta las mismas condiciones climatológicas que la ciudad donde se ubica, en este caso València. También es cambiante el paseo que nos presenta el británico David Hockney en The Four Seasons, una videocreación en las que el artista filma un viaje en coche por el bosque del este de Yorkshire, un mismo trayecto que captura en cuatro ocasiones, una por cada estación del año.