VALÈNCIA. Cada década se tiene que narrar con un lenguaje propio, tanto en las producciones literarias como en lo coloquial. La calle, que por lo general va más rápida que la acción de los libros, es un manantial de neologismos y conceptos a los que a la RAE le cuesta llegar. En el universo urbano se gestan desde hace tiempo —no tiempos inmemorables, pero sí lejanos— distintas jergas que se convirtieron en tales por la acción contagiosa de la camaradería. Los apelativos cariñosos y vocativos son un importante componente del habla coloquial. Son esa llamada de atención, para lo bueno y para lo malo, que exige la oralidad menos encorsetada.
El primer capítulo de Las Palabras, un podcast de la periodista Mar Abad que ha servido de inspiración, fuente y acicate para este artículo, arranca con la canción Qué pasa contigo tío de Los Golfos. La letra del éxito del verano de 1976 se convertía en el saludo nacional, pero antes ese tío apareció en el diccionario como el hermano de nuestros padres, y como la palabra que designa a un hombre de malos modales.
En el blog Tradición Clásica, especializado en la influencia de la cultura romana y griega, leemos que el uso coloquial del ‘tío’ en un sentido análogo a ‘individuo’ o ‘tipo’ “deriva del griego theios, que significa primariamente ‘divino”’ pero que también podía usarse como título honorífico, con el sentido casi de ‘respetable, venerable, señor’. Debió de introducirse como t(h)ius en el léxico del latín vulgar de algunos reinos románicos occidentales, evolucionando luego ya en las lenguas romances: a tío en español, zio en italiano.
En 1925 la palabra de marras entró en el diccionario como ‘tunante’ y como ‘tratamiento de respeto que se le da al hombre casado o entrado ya en edad’. En los setenta, con el fin de la dictadura franquista y cuando todas las noches se convirtieron en noches de fiesta, entre colegas surgió el ‘tío’ para designarse los unos a los otros. El diccionario de María Moliner lo recoge así: “Se usa sobre todo entre jóvenes como apelativo para dirigirse o llamar la atención del interlocutor masculino o femenino. Es sinónimo de colega o tronco”.
‘Tete’ son muchas cosas. En las Castillas la infantilización del ombligo es ‘tete’. También es una ciudad mozambiqueña y un término —igualmente infantil— para referirse al chupete. En Chile significa engorro o molestia, de forma coloquial. Pero en València el ‘tete’ es un apelativo cariñoso para un hermano, un vocativo de uso común y más recientemente, la palabra que designa al choni patrio. El ‘tete’ es la base del ocio nocturno del Cap i Casal, es la València en morado y azul de los lounges, chill outs y ciertos productos de restauración.
Como recoge Etimologías de Chile, la web con explicaciones etimológicas de todos los países hispanohablantes, “la palabra tete y su femenino teta (que no tiene nada que ver con la teta que significa mama) es la propia sobre todo del castellano de la zona de València. Es un préstamo del valenciano. Tete y teta son voces infantiles, deformación de xiquet y xiqueta. Es la forma en que los niños se refieren a su hermanito o hermanita, o incluso a sus primos. De modo que en realidad expresa la relación entre sí de quienes se han criado juntos y son de la misma generación. Incluso aunque no medie entre ellos parentesco de sangre”.
“Las palabras xiquet y xiqueta son diminutivos en -et/-eta de xic y xica, que como en las palabras castellanas ‘chico’ y ‘chica’ vienen del latín ciccum, vocablo que designaba, en origen, la membrana que separa los granos del fruto de la granada, luego también a la pielecilla de los altramuces o lupinos. Como atestiguan Varrón y Ausonio, se desarrolla la expresión de ‘no interponer un ciccum ni siquiera en algo”, que es no poner el más mínimo impedimento o renuncia, y ya en sentido figurado, ciccum pasa a designar cualquier cosa mínima, insignificante o de nulo valor. Fue prestado del griego. Acaba generando un adjetivo en la lengua romance que se aplica a lo muy pequeño y adquiere también su forma femenina y sus diminutivos como chiquitín. En Sevilla y Cádiz también tienen sus tete: ‘quillo’, que es una contracción de chiquillo, que derivó en ‘illo’.
El tete tiene competencia: El ‘nano’, palabra de uso más democrático que incluso se sale de las fronteras de la Comunitat y entra en El Bienhablao, el repertorio de vocablos de La Manchuela prologado por Joaquín Reyes. El periodista Vicent Marco señaló que este apelativo por lo general cariñoso es más usado en la capital de la Comunitat Valenciana. En Bolivia, Ecuador y Perú tienen una voz que suena similar: ñaño y ñaña, que significa hermano y hermana en otras partes de latinoamérica y que en estos tres países designa a una persona a la que se le procesa una íntima amistad. Ñaño es sinónimo de ñeco, broder, yunta y pana.
El lunfardo es una jerga que nació a orillas del Río de la Plata, o sea, en Buenos Aires y Montevideo, además de en las cercanas Santa Fe y Rosario. En estas urbes la situación sociocultural creada por la actividad portuaria y la inmigración italiana y española generó una jerga que en un artículo publicado en 1879 por el diario La Prensa fue calificada como “El dialecto de los ladrones”. En el lunfardo encontramos la voz ‘pibe’, cuya discutidísima etimología proviene según Joan Coromines, de ‘pebete’, una pasta aromática empleada en los incensarios. Desde portugués es más sencillo ver la conexión, en el idioma luso encontramos ‘pivete’, que significa ‘niño’ o ‘mocoso’. La investigadora Beatriz Gómez-Pablos, de la Universidad de Salzburgo, detecta a través de su paper ¿Un lunfardismo en Canarias? Algunas observaciones sobre la etimología de pibe la antigua presencia del término en las Islas Canarias.
Hay un modismo que nos une a todos los hispanohablantes —a todos lo que tienen pocos años o pretenden simular que tienen menos edad—: el ‘bro’, contracción del brother, que también se usa en sus formas ‘broder’ o ‘brodel’. Esta voz inglesa tiene un antecedente, el uso de ‘hermano’, ‘hermanito’ o ‘herma’, que aquí no caló. Primero fue la inmigración de cubanos a los States, que además de costumbres alimenticias y musicales —el bro se usa harto en el rap—, movió sustantivos. Después fue internet y su fuerza enriquecedora para con el lenguaje y también, estandarizadora. El bro está en todas partes y el trap ayuda a ello.
“¿Qué pasa bé?” es una frase comúnmente utilizada en Ecuador para preguntar: “¿Cómo estás, amigo o amiga?”. Ese ‘bé’ es la forma apocopada de ‘bebé’, vocativo que por escrito, en nuestras tierras, aparece como ‘bb’, lo que antes de que cayera en el olvido tecnológico, eran las iniciales de Black Berry. En ese mismo país, se emplea constantemente el ‘man’ para referirse tanto a hombres como mujeres de un amplio rango de edad.
Esta es toda la matraca etimológica de hoy, bebés.
La Real Academia Española (RAE) se ahoga en sus deudas. El Estado, que debería salir en su rescate, se conforma con darle unas migajas. El anterior Gobierno ‘patriota’ del PP le congeló la asignación presupuestaria. La institución garante de la unidad del español está en aprietos, prueba evidente de que la cultura es un asunto menor para nuestros políticos