En los baños del restaurante Mugaritz hay un cuadrito con unas poesías. Justo encima del retrete como para leerlas nardo en mano. Supongo. Porque entiendo que estando ahí esa será la intención ¿no?
Es dinámicamente razonable. Y la cosa tiene sentido porque en esa casa, lo sabrán si han estado, la tensión lírica es alta. La diferencia entre los restaurantes buenos y los restaurantes influyentes, dicen los que saben, es la línea de pensamiento. Hay pensamientos muy ricos y también muy intensitos.
Ya saben, nombres de platos que incluyen la bruma de no se qué; postres que realmente son lunas en mares de plomo; menús conceptuales como discos de rock progresivo. No es comer, es algo más. Salado, dulce, amargo, ácido, agrio, místico. Más tarde, escribiendo sobre ello con filigranas monísimas, las crónicas hablan de cuentos de hadas a cada bocado. ¡Todos somos artistas!
Uno fue un niño Leonor. Quizá no con 11 años pero ya en el instituto mucha gente escuchaba a Sebadoh y veía las locuras de Kitano y algún libro se leía. A mí me gustaban cosas ‘raras’, claro que sí. Por supuesto que había más gente que escuchaba a Molotov y flipaban con Ronaldo destrozando al Compostela pero vaya, hay sensibilidades masivas y otras que lo son menos. Es la vida. Pero en la agenda de clase mi amiga Catalina me escribía trozos de canciones y poemas de Rimbaud. Era un poco maravillosamente gótica. El ‘Nocturno Vulgar’ a boli azul entre fechas de parciales. “Un soplo abre brechas operísticas en los tabiques”, comenzaba. También la letra de una de Current 93.
Catalina Millán, a la que conocen como Catalina Isis, hoy escribe poesía y recita en público. Una de esas cosas de las que casi nadie habla porque no lo organiza la Valencia moderna ni hay cervezas como patrocinadores ni pretenden dar lecciones de nada. Y es DJ y jefa de las noches e intelectual de las buenas y un montón de cosas interesantes más. Busquen su Facebook para ver dónde estará próximamente o ver sus vídeos recitando en directo; visiten también Poesía de la Inmovilidad, su blog. Un blog en tiempos en los que ya no hay blogs. La ‘poecracia’ va a llegar.
Escuchamos un montón de discos juntos, hicimos un fanzine de música electrónica y apuramos bastantes bares cuando jóvenes. Me llevaba a comer a sitios; una fondue que hoy no existe detrás del Hospital Clínico, un pakistaní por zona universitaria, un bar de tortilla de patata muy cerca de una tienda de vinilos de la que no recuerdo el nombre y en la que me regaló uno de The Creatures. Escribe como diosa y por eso le pregunto. ¿Y qué vamos a hacer con tanta poesía en las manos? “Todo tiene que llevar una poética detrás porque no nos venden cosas, nos venden experiencias de vida. Por eso hacen ‘mini poesías’ en los anuncios, en las redes sociales”. Es, me dice, un estilo propio dentro del marketing ya perfectamente legitimado.
Amar en el mar, Lágrimas de primavera, Moléculas de cultura, Almohada frágil, Cromatismo naranja. Todo son nombres de platos reales, de restaurantes buenos. Lo prometo.
Catalina, te toca:
“Y es curioso pero, intocable como me suelo llamar,
al amanecer el café sabía a tus poemas”
Así sí.
“También te diría que a falta de aprender retórica en el cole, porque ya no tenemos ni idea de cómo se organiza un discurso y por eso somos altamente manipulables, hablar poéticamente sobre todo da profundidad de discurso a las cosas. Usamos un lenguaje poético para generar un significado más elevado”. Esto es, como parece que comer no es suficiente, como parece que no es una experiencia lo bastante poderosa como dejarla ahí, en la cocina, nos la llevamos al terreno de la fantasía. No destruyáis la fantasía.
Pero me dice además que es que es taaan sencillo hacerlo -aparentemente- que nadie se resiste a ello. La palabra como forma de arte más democrática. “Hay muchas más posibilidades de que puedas escribir un poema que de pintar un cuadro. La poesía como arma democrática, con los peligros que eso conlleva de garruladas… pero con la importancia que tiene como elemento subversivo”. Ojalá colocar una bomba y hacerlo estallar todo desde dentro. Quién sabe si estamos alimentando futuros pensadores.
La poesía, para mi amiga, es su forma de expresar cómo ve la vida. La ve, se lo prometo, de una forma increíblemente pura, más social que afectada. Directa. Supongo que todos lo hacemos un poco. Intentarlo, digo. Supongo que aquel ‘Pulpo nª41’ que vi una vez en aquella carta es, también, una forma de mostrar la vida interior de algún cocinero. Pero hay que tener cuidado con hablar de poesía con “frases monas para una vida mejor”. No todo puede ser alta primavera.
Esto, ya saben, no va de crítica de gastronómica. De autocrítica, un poco, sí.