VALENCIA. A principios de 2002 escribí un reportaje en el que hacía el seguimiento a Fangoria durante una estancia de tres días en Valencia; una jornada de promoción que culminó con un concierto en la ciudad. Naturaleza muerta, el álbum que les terminó de volver a colocar en las listas de éxitos, había aparecido tres meses antes.
Del itinerario promocional comenzó un 3 de enero, con Alaska compareciendo en Tómbola y el grupo interpretando No sé qué me das al cierre del programa. El reportaje que se publicó unos días más tarde en El País de las Tentaciones, con fotos de Santiago Carregui, que en aquellos tiempos colaboraba en la hoy finiquitada delegación local del periódico.
Subí a la furgoneta del grupo la noche de aquel jueves para ir con ellos a Canal 9 y entrar allí como parte de su entorno. Alaska y Nacho Canut iban acompañados por Rafa Spunky –corista del grupo desde hace casi dos décadas-, el guitarra Chris Khoo y Mario Vaquerizo, casado ya con Alaska y que coordinaba la promoción. Una vez en Burjassot nos acomodamos en el salón donde invitados y acompañante esperaban su turno para saltar a la arena. Recordemos que entonces Tómbola ya había redefinido la fórmula del programa del corazón gracias a la impertinencia de sus colaboradores, personajes que según sus filias o sus fobias, ejercían de inquisidores y a veces hasta de jueces de la moral.
Quién nos iba a decir que, comparado con lo que estaba por llegar, aquel espectáculo acabaría siendo tan inocente como un jardín de infancia. Tres lustros atrás nadie previó que avecinaba un big bang televisivo, a consecuencia del cual nacería un mundo paralelo en el que una serie de personajes carente de cualquier interés estaría lanzando mierda en todas direcciones, las 24 horas del día, día tras días, para regocijo de aquel que tenga el gusto de elegirles como compañía. Entonces aún no era tan evidente pero la fama, tal cual la conocimos hasta poco después de acabar el siglo XX, estaba siendo devorada por lo chabacano y lo vulgar.
En enero de 2002, todo aquel detritus todavía podía tener su gracia, al menos durante un ratito, visto desde una óptica pop y descontextualizándolo completamente. Fue la propia Alaska sin ir más lejos la que sorprendió a John Waters durante una entrevista cuando le explicó en qué consistía Tómbola. De hecho es inevitable pensar en una película del director inspirada en un programa así, con unos personajes como esos, con Mink Stole interpretando a Karmele Marchante y a Divine encarnando a Jesús Mariñas. Al fin y al cabo ran los tiempos en los que los miembros de la familia Pajares se despellejaban vivos unos a otros, tal como ocurre en las mejores familias y Camilo Sesto toreaba a Mariñas con una lucidez que, me temo, ha ido nublándose con los años. Hoy ya ni eso; lo que queda es la basura generada por la basura de los que algún día tuvieron el suficiente grado de interés como para que nos pudiera resultar interesante escrutar en su basura. No sé si me explico.
Estar en un contexto así con Fangoria era lo que no tenía precio. Compartir un espacio en el que ellos también eran mirones, observando a personajes como el peluquero aquel que fue marido de Karina; a un individuo que había sido chófer de Rocío Carrasco y que llevaba escrito en el semblante la palabra miserable; a un tal Damián que decía ser también hijo ilegítimo de Manuel Benítez El Cordobés; y a un Míster España al que debían haber llevado allí para que decorara un poco. Imaginemos a semejante reparto, aguardando en sus asientos, picoteando del catering, atentos a los monitores de televisión para seguir en directo el programa. Alaska se lamentó –todos lo hicimos, en realidad- porque la que iba a ser la invitada estrella, Carmina Ordoñez, canceló su aparición. Para alguien interesante que iba a pisar el plató esa noche…
Cuando le llegó el turno de ser entrevistada, el plató aún estaría salpicado por las vísceras del chófer de los Carrasco, pero Alaska logró amansar a las fieras. En una de las charlas posteriores me contó el secreto: no tenerles miedo; si corres, entonces te persiguen como los perros de presa. Esa noche les habló del fotógrafo Christopher Makos, antiguo colaborador de Warhol, que en esa época vivía en Valencia y había expuesto sus retratos en el IVAM, entre los que se encontraba uno de la propia Alaska tomado a mediados de los ochenta. Mientras tanto, en la sala de invitados, Mario contaba anécdotas de todo tipo y Nacho leía The Economist porque aseguraba que ver el programa le ponía nervioso. En algún momento hubo un debate con Mario y Rafa acerca de si PJ Harvey procedía –yo iba con PJ- y que derivó en otro acerca de si Madonna era más interesante que Björk. La discusión propició una de esas perlas con las que cada tanto nos regala Canut: “Björk en el fondo es un poco Agatha Ruíz de la Prada”. Ojalá algún día tenga su propio programa de televisión. De qué trate o de qué se hable siempre será lo de menos siempre que lo conduzca él.
Al día siguiente, Alaska y Nacho hicieron una jornada intensiva de entrevistas radiofónicas y televisivas. Visitaron diferentes emisoras, pero sin duda la charla más memorable fue en No estamos locos (hoy Locos por Valencia) con Amadeo Salvador y Arturo Blay. Alaska rememoró allí su experiencia como fallera de honor de Na Jordana y dejó prendado a Don Vicente, el entrañable anciano que ejercía como colaborador en el programa. Mirando con perplejidad el pelo naranja de la cantante, y convencido de que por tener ese nombre era rusa, comentó: “Pues no lo hace mal hablando español”.
-Soy de México, contestó Alaska.
-Pues de México llegó el amor, le piropeó Don Vicente.
El día 5 por la tarde, Carregui y yo acompañamos a Alaska y a Nacho a la Galería Luis Adelantado. Exponía Carles Congost, el artista que firmaba la portada de Naturaleza muerta. Posaron encantados delante de un espectacular retrato de Genís Segarra, componente de Astrud e Hidrogenesse al que ambos admiran y Alaska contó lo impresionante que le pareció su actitud cuando, tras perder la maleta con toda su ropa, salió a dar un concierto vestido únicamente con tanga y tacones.
Después cogimos un taxi rumbo al hotel –así y todo aún hubo algún transeúnte, al ver a Alaska, cantó A quién le importa a voz en grito en medio de la calle- y cuando pasamos por la calle Colón, Nacho señaló el portal de la casa donde vivió sus primeros días de existencia. También recordaron a Carlos Berlanga cuando pasaron por la plaza de Toros y vieron anunciado en el circo de turno esa atracción llamada el ligre, la típica bizarrada que a Carlos le fascinaba. Y de ahí a contar anécdotas de Carlos y el Hotel Londres, apenas media distancia. La familia Berlanga, el citado hotel, el bakalao, Tómbola, las fallas vanguardistas de Sigfrido Martín-Begué (que años después se refirió a mí, con su humor cáustico, como “el Tico Medina de la movida” refiriéndose al libro que escribí sobre Alaska) y los orígenes de la familia Canut son algunos de los vínculos que unen a Fangoria con Valencia. Descubrir unos y constatar otros en su compañía durante aquellos tres días fue el mejor regalo de reyes que un admirador puede tener.