crónicas por los otros / OPINIÓN

Despido este año… 2018

Despido este año 2018 desde la isla que me ha dado tanto. Despido este año 2018 con unos sentimientos y sensaciones encontradas. Despido este año 2018 con ganas y con pena. Despido este año 2018 cansada y relajada. Despido este año 2018 desde donde siento que tengo que estar en este momento de mi vida. Despido este año 2018 agradecida y con incertidumbres varias

29/12/2018 - 

Aquí en la isla de Lamu suelo despertarme sobre las 6:30 de la mañana. Amanece pronto. El día va de 6 de la madrugada a 6 de la tarde. De sol a sol. Son 12 horas ininterrumpidas donde las siestas desaparecen y donde trasnochar es poco frecuente. 

Aquí llevo una vida sana. Con ritmos sosegados, con el 'Pole Pole' y el 'Hakuna Matata' como filosofía de vida. Con preocupaciones importantes pero con tiempo para reflexionarlas y meditarlas. Una vida sana que va con un estilo de vida, con la alimentación saludable, con horarios nada perjudiciales y sobre todo, con la sensación de tener tiempo y de no vivir con estrés. Aquí radica lo que marca la diferencia en todo. El estrés y la gestión del tiempo pausado. 

Quizá sea esto lo que atrapa a las personas que decidimos de alguna manera asentarnos aquí. Esos lugares perdidos en el mundo que nos hacen sentir bien, tranquilos, en calma, con paz y con tiempo para vivir. 

A veces tengo la sensación que no tengo tiempo para vivir, disfrutar de las pequeñas cosas y del ver la vida pasar. Observar, mirar, analizar, reflexionar y meditar... 

Este año que empieza lo arranco con esta intención. Conseguir disponer de un tiempo de calidad sea donde sea. Un tiempo de calidad para mis cosas, para mi familia , mis amigos y para mi hija. Porque la vida pasa y la vida es tiempo. Poder organizar nuestro tiempo según las necesidades que tengamos es hoy día uno de los lujos más deseados. Y es que a veces poder disponer de nuestro tiempo es lo más valorado, por encima de muchas otras cosas, incluso del dinero.  

2018

Vivir entre Lamu y Valencia los últimos 3 años de mi vida y haber detenido mi carrera profesional para poder desarrollar mi vida personal cómo necesitaba, es un sacrificio enorme que pasa factura de muchas maneras. Ni soy la primera persona que lo sufre ni la última, va con el sistema que vivimos. Y es que las personas que en un momento determinado tenemos que priorizar la vida personal que elegimos y sacrificar nuestra profesión porque no podemos conciliar, tenemos sentimientos encontrados, de satisfacción por un lado y de frustración por otro.  

Cada uno tiene motivos diferentes para tomar este tipo de decisiones. Yo este sacrificio lo hago por y para mi hija. Un sacrificio del que no me arrepiento por muchas consecuencias que haya tenido en este año 2018. Porque este año que ahora termina ha sido duro.  

En 2018 he vivido dos rupturas fuertes y dolorosas, una en el plano personal y otra en el profesional. Las dos al mismo tiempo. Y esto ha supuesto un año complicado como hacía años que no recordaba, o mejor dicho, que nunca había vivido. No puedo decir que haya sido el peor año que yo recuerdo porque mi hija hace que mi vida sea más bonita y más fácil y con ella mi vida siempre es mejor. Pero ha sido un año duro, de aprendizaje y de fortalezas. 

Y no descubro nada nuevo cuando veo que a veces la vida nos pone pruebas complicadas que nos hace sentirnos vulnerable, fuera de nuestro centro, débil, pequeñas y miserables por un tiempo, lo que no significa que luego no salgamos reforzadas. Pero todo requiere su tiempo, sus pausas y su recorrido ... Justo lo que el sistema occidental no nos permite. 

Mi caso es el siguiente. Yo en España, en Valencia, en mi rutina del día a día, con el trabajo, la niña, obligaciones varias y compromisos sociales no dispongo de tiempo para nada. Quizá sea yo y mi manera de organizarme que seguro que es mejorable (quienes me conocen lo pueden corroborar) pero el caso es que vivo sin tiempo, pendiente del reloj en todo momento y metida en una vorágine importante. No tengo tiempo de jugar, no tengo tiempo de parar, no tengo tiempo de pensar... No tengo tiempo para vivir. 

Y he llegado al punto siguiente. Cuanta más apretada es la agenda de una persona, menos apetecible me parece y más alejada me siento de ese estilo de vida. Es simplificar mucho, pero no me da ninguna envidia ese no tener tiempo o esas dinámicas en que nos metemos donde se nos olvida lo que de verdad importa. 

Algunos y algunas somos conscientes de ello y vivimos como podemos; otros y otras ni lo ven o les gusta las agendas apretadas; y solo un pequeño porcentaje hace algo por cambiar sus dinámicas. Cuando tengo la oportunidad de conocer a estas personas que un día cambiaron su vida y persiguieron vivir como querían, siento profunda admiración por ellas. Han conseguido vencer esos miedos, inseguridades y dejar ciertas comodidades por un estilo de vida que para mí es admirable sobre todo por los tiempos que vivimos.  

Siento que hay unas crisis existencial total en la vida que tenemos, en los valores que inculcamos, en las necesidades y preocupaciones que tenemos... 

Pero no todos y todas decidimos como queremos vivir, solo algunos y algunas podemos decidirlo y solo por eso me siento una privilegiada. Y aunque yo admire y sueñe un estilo de vida, respeto absolutamente todos. Incluso quiénes ambicioso profesionalmente y su vida la envuelve en su trabajo por mucho que digan que su vida personal es lo primero. Los hechos no acompañan a esas declaraciones. Las horas de trabajo, preocupaciones, alegrías y relaciones sociales están todas envueltas por su trabajo. No pretendo que parezca una crítica ni mucho menos, solo una reflexión para analizar por dónde vamos y donde nos dirigimos.  

Quizá no hayan conocido otra manera de vivir pues desde nuestras infancias nos inculcan estos valores. Y bien es cierto que sin estos perfiles de personas donde el trabajo es la prioridad absoluta y total , el sistema capitalista y occidental que vivimos no funcionaría como lo hace. Así que no seré yo quien juzgue estos perfiles o estos estilos de vida porque de alguna manera formó parte de ellos cuando vivo en España, pero desde la distancia observo con más claridad que no es un estilo de vida tan sano para el mundo que yo sueño.  

El éxito sería conseguir ese equilibrio entre ambas facetas de nuestras vidas la profesional y la personal, pero a veces no sabemos o no nos permiten equilibrarlas 

Este año quiero dar las gracias a todas esas personas y mi familia que me apoyan, me animan a seguir mi camino y siguen a mi lado; pero también a todas las que no lo hacen o me ponen trabas y hacen mi vida más complicada, porque gracias a ellas crezco y soy más fuerte cada vez. 

Deseo que este año que empieza cada vez más personas puedan elegir la vida que desean. Feliz año 2019. 

La semana que viene... ¡más!

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