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Radiografía vegetal

Dime cuál es tu parque favorito y te diré quién eres

Árboles, paseos, pícnics y otros anhelos primaverales por los jardines de València

28/03/2022 - 

VALÈNCIA. Comenzamos este texto con una advertencia: en el momento de escribir las presentes líneas, València lleva acumulados 678 días de lluvia y cielos grises. Nuestras almas mediterráneas se marchitan y el anhelo de primavera resulta cada vez más atronador. Necesitamos con urgencia que Perséfone se dé un garbeo por las calles y nos empuje a excesos florales pícnics urbanos, lecturas a la sombra de un árbol y paseos bucólicos bajo el sol. Queremos una excusa climática para ser cursis sin tener que pedir perdón. Como en Culturplaza no sabemos controlar los fenómenos atmosféricos (de momento), no nos queda otra que lanzarnos a ejercitar el deseo y la sugestión. Pocas cosas gritan más ‘primavera’ que un jardín abarrotado, así que hemos decidido calmar nuestras ansias con una radiografía verbal de los parques valencianos. Unos cuantos párrafos con aroma a placebo.

Este estudio de campo germina preguntándose qué papel juegan los refugios verdes en nuestro día a día, cuál es su rol en la ciudad contemporánea. Para la arquitecta Sonia Rayos “suponen un oasis frente a las superficies de pavimento y asfalto de la urbe. Son fundamentales para hacer de la ciudad un espacio más amable y habitable, no solo por la posibilidad de conectar con la naturaleza, sino también porque ofrecen alternativas de ocio alejadas del consumo y favorecen ritmos más lentos”. Aquí, Olga Ibáñez, de Ginkgo Educación (iniciativa que une el aprendizaje con las experiencias en la naturaleza), se centra en el carácter transversal de las satisfacciones clorofílicas: “los parques se usan desde que somos pequeños y durante toda la vida adulta. Podemos pensar en ellos como simples sitios de esparcimiento o acceder a otras visiones, como la formación científica y cultural con cuentacuentos, gymkhanas, talleres, rutas para conocer plantas aromáticas, cursos de jardinería…”.

Foto: KIKE TABERNER

Agarra ahora la regadera el paisajista Gustavo Marina (responsable del jardín de Bombas Gens), quien afirma que el espacio urbano floral constituye “un aspecto fundamental de la ciudad. Son un punto de encuentro sanitario a nivel mental y físico: para relacionarse sin prisas y a gusto. Contrastan con las plazas duras, lugares públicos en los que la ciudadanía no quiere estar porque no están condicionados para el encuentro... Luego está la idea del parque como espacio de paso por el que transitar de forma cómoda y sana”.

Confeccionada ya la apología del parque, toca cuestionarse cómo se relacionan esos enclaves en los que el verde es rey con el resto del trazado urbano, si se integran de maravilla con el callejero de la ciudad o, por el contrario, se erigen en fortalezas vegetales aisladas de los edificios que les rodean. “Parques y calles se relacionan mal. Gran parte de los parques que tenemos actúan como una barrera respecto al resto de la ciudad, no se relacionan con ella. En ese sentido, en ocasiones son vistos como lugares poco seguros –reflexiona Rayos–. Sería muy interesante que se crearan corredores que conectaran las zonas verdes y permitieran recorrer la ciudad de un parque a otro. Fomentar pequeños parques más integrados en los barrios haría que la ciudadanía estableciera vínculos sólidos con estos emplazamientos. Cuando se trata de infraestructuras de mayor dimensión, resulta mucho más complicado conectarse con la vida pública porque se observan como lugares aislados e independientes del resto del tejido urbano”.

Cómo hace que un parque eche raíces

No se trata simplemente de inventar el parque, sino de lograr que perdure, que los aquelarres vegetales de cada barrio echen raíces en el imaginario colectivo, más allá de los episodios inaugurales y los primeros brotes verdes. En ese sentido, Gustavo Marina subraya que “los jardines tienen cuatro partes: ornamental/estética, sanitaria, funcional y económica (es decir, cómo se mantiene). Para que tengan éxito deben estar equilibradas las cuatro patas. Si va la gente, se invierte más en su cuidado y ese buen estado hace que la población siga acudiendo allí. En cambio, cuando tenemos un parque en el que esos elementos están desequilibrados y, por ejemplo, no hay sombra, la gente no va y, ante la falta de público, es más fácil que el enclave se vandalice… Un parque con pavimento duro e incómodo, en cinco años está abandonado. En cambio, otro que ha supuesto una inversión menor, pero cuenta con mejor diseño, a la larga, tiene más éxito. Es un gran error entender estas zonas como un subproducto de una edificación en las que basta con poner un par de árboles sin prestar demasiada atención”.

Los parques y jardines narran a golpe de fotosíntesis su propio relato de la ciudad, cuentan qué prioridades respecto al verde tenían nuestros antepasados y qué visión del arbolado estamos alimentando nosotros. Así lo considera Álvaro Silla, integrante del OAM (Organismo Autónomo Municipal Parques y Jardines Singulares del Ayuntamiento de València): “el diseño de cada parque es un reflejo de la época en la que fue creado: tenemos jardines neoclásicos y otros que surgieron en los 80. Eso se puede ver con claridad en los diferentes tramos del Túria: pasamos de zonas más naturalistas a más arquitectónicas según el momento en el que fueron planificadas”. En la misma línea, Ibáñez recalca que la jardinería valenciana actual “se está centrando en plantas ornamentales mediterráneas enfocadas en nuestro clima para que el mantenimiento sea más fácil y sostenible. Subido a un poni que trota entre las decisiones urbanísticas del pasado y las que aún están por aterrizar, el arquitecto y divulgador Carlos Pastor recuerda que “el Parterre y la Glorieta eran jardines privados de familias nobles que, en un momento dado, se abren a la sociedad, se democratizan. Creo que se debería recuperar ese espíritu ambicioso de recuperar sitios para lo público, de abrir zonas verdes a la población”.

¿Tenemos cultura de parque?

Es un hecho: los parques y jardines valencianos existen, no son una alucinación colectiva. Están ahí, con sus arbustos, sus troncos, sus bancos y sus fuentes. Ahora bien, ¿tiene esta ciudad cultura de parque o los enclaves florales suponen un apéndice urbano al que no prestamos demasiada atención? ¿Somos usuarios activos de estos espacios o los consideramos simples lugares de paso algo más agradables que las alternativas de adoquín? Durante mucho tiempo se repitió el mantra machacón de que los valencianos vivían de espaldas al mar, ¿dónde fijamos la mirada cuando se trata de arbustos y parterres? Atención, se avecinan opiniones divididas. Hay polémica entre los pinos.

En el equipo del NO, toma la palabra mientras agita una rama Pastor, para quien “es imprescindible entender que aquí la playa tiene un papel fundamental como enclave social, sobre todo en verano. Por otra parte, creo que en València estos lugares no funcionan tan bien como podrían porque están pensados siguiendo modelos de paisajismo inglés y francés que no tienen sentido en nuestro contexto. Cuando pensamos en el espacio público, pensamos mucho más en las terrazas que en ir a un parque”. En este mismo lado de la balanza se posiciona Gustavo Marina, quien defiende que por estos lares “ha primado la costumbre de irse fuera de la ciudad a pasar el día. Esa cultura del parque está llegando ahora por influencia de otros países. Lo que habría que preguntarse es si los parques valencianos están dotados para las mismas actividades que las grandes praderas de los parques ingleses. Deberíamos introducir dos reflexiones: ¿nos hace falta? y ¿el parque está preparado?”.

En el bando del SÍ se encuentra, gladiolo en mano, Sonia Rayos: “lo podemos ver en el río Túria, que tiene además zonificación: los distintos segmentos están acondicionados para realizar distintas actividades y siempre encontramos a gente allí dándoles uso. Sí haría falta que otros parques tuvieran más instalaciones para fomentar la afluencia”. También entre quienes defienden que los valencianos no vivimos de espaldas a los arbustos urbanos está Álvaro Silla. En su caso, se basa en la demanda ciudadana y señala que cada año proliferan las “solicitudes de entidades que quieren organizar eventos en los parques de la ciudad: carreras, conciertos, reuniones de asociaciones, rodajes de spots publicitarios. Además, las asociaciones vecinales suelen recurrir al parque de su barrio para muchos de sus encuentros”.

Foto: KIKE TABERNER

Vivir los parques: manual de instrucciones

Llevados por el ansia viva de gozar máximo en las zonas verdes, hemos pedido a nuestros entrevistados alguna recomendación para experimentar de otra manera el potencial de estos enclaves.

Si de explorar los parques desde otras perspectivas se trata, Gustavo Marina recomienda fervorosamente “la terapia peripatética, que hace referencia al método de la Grecia clásica que afirmaba que el aprendizaje era más efectivo si se realizaba caminando. Es decir, queda con alguien que te caiga bien y salir con ellos a pasear por un parque y a charlar”.

“Este verano quiero convocar una siesta pública en el antiguo cauce del Túria a la altura de La Petxina. En esa pinada hay una sombra estupenda echar una cabezada en agosto después de comer, sería una forma fantástica de emplear el espacio en colectivo”, explica Pastor.

Turno para Olga Ibáñez, quien se centra en estos rincones verdes como espacio para la creación artística: “la fotografía te lleva a observar detenidamente la vegetación y eso te lleva a observar pequeños detalles, ya sea de plantas aromáticas o de grandes árboles. Incluso a fijarte en cómo está distribuido el jardín. Otra opción es el dibujo, ya sea artístico o acuarela”.

Sonia Rayos opta por la corporalidad: “tras el confinamiento empecé a hacer yoga en el río y, ahora que he empezado con el skate, estoy descubriendo las instalaciones habilitadas en distintos parques

Por su parte, Álvaro Silla propone “pasear por el antiguo cauce del Túria, ya sea caminando o en bicicleta. Mi itinerario preferido parte desde la zona de las Torres de Serranos y de ahí pasamos al tramo VIII, el más antiguo, con árboles de envergadura. Luego llegas al Palau de la música, con un jardín más moderno. Y acabas en el Gulliver, emblema de la ciudad que en poco tiempo volverá a estar abierto al público general; un lugar muy querido y utilizado por la ciudadanía. Puedes planificar una parada para comer al aire libre en algunas de las zonas con mesas y, si vas con niños, acudir a las zonas de juegos. Es una forma sencilla de pasar una jornada en contacto con la naturaleza, alejado de la tecnología”.

Parquefilia, o una selección de zonas verdes favoritas:

Analizado el minuto y resultado de los parques y jardines valencianos, queremos saber cuáles de estos cotos urbanos ocupan un recoveco privilegiado en el corazoncito de nuestros expertos.

Del surtido de rincones florales para elegir, Sonia Rayos se queda con el parque de La Rambleta, “quizás por encontrarse a las afueras de la ciudad es poco conocido, pero me parece muy especial, maravilloso. Muestra una gran diversidad de vegetación, tiene zonas de agua…”.

En su catálogo de cromatismos verdes, Silla apuesta por el Jardín de las Hespérides: “representa la ‘esencia valenciana’, ya que, a pesar de su pequeño tamaño, contiene un montón de variedades distintas de naranjos y resulta muy interesante ver sus diferencias. Es especialmente recomendable visitarlo en la época de floración, pues conforme entras te impregna de manera impresionante el aroma a azahar”.

Pastor fija el tiro en un enclave inesperado: “la plaza del Alcalde Domingo Torres, entre Primado Reig y Vicent Zaragozà, cuenta con un jardín en una zona peatonal que se relaciona muy bien con el barrio, tiene muchísima vida. Además, posee mucha variedad cromática en su vegetación”.

Turno para Olga Ibáñez, quien se encuentra entre las filas de adictos al Jardí Botànic: “más allá de su lado científico, es muy tranquilo, proporciona paz y siempre tiene cosas para descubrir. En verano resulta muy agradable por su sombra. También recomiendo al parque de Nou Moles, es pequeño, no muy conocido y está muy bien cuidado. Además, cuenta con unos ejemplares de ginkgos bilobas en un estado estupendo”.

El paisajista Gustavo Marina tira aquí de orgullosa paternidad para elogiar a su criatura: el jardín de Bombas Gens “supone un rincón novedoso y está arropado por un entorno cultural muy potente. Y siempre es un buen momento para redescubrir los jardines de Monforte, una joya preciosa”.

Foto: ESTRELLA JOVER

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