El país encara otra larga campaña electoral. Será un duelo al sol entre Pedro y Alberto, un pulso entre el Gobierno de la Gente y las temibles derechas. El presidente quiere pisar una calle envenenada por la crisis
Esperé la llamada durante días, pero no me llamaron. A todas horas mirando el móvil para nada. Moncloa no se acordó de mí para el encuentro del presidente con cincuenta ciudadanos “anónimos”, dentro de su plan para oír los latidos de la calle.
Ingenuamente pensé que reunía el perfil para ser invitado: soy independiente, no estoy afiliado a ningún partido, deseo lo mejor para mi país y conservo un espíritu crítico que no está reñido con la cortesía. Ellos se lo perdieron. No oculto mi decepción por ser relegado en favor de candidatos menos idóneos que yo. Luego descubrí que había que pasar un casting en el que se valoraba ser cargo del PSOE. Había truco, engaño, trampa, como en todo lo que propone el Ejecutivo pinocho.
El Gobierno de España ya no es el del Ibex, el que buscaba los halagos de Ana Patricia y Pallete al comienzo de cada curso; ahora es el de la Gente, allá donde quiera que esté. El presidente y la vicepresidenta Yolanda Gucci recorrerán las tierras calcinadas de España para anunciarles la buena nueva y convencerles de que hay futuro, digan lo que digan los perros de “la derecha mediática” y los señores con sombrero de copa y puro.
Hace unos días, nuestro Dorian Gray emprendió su gira triunfal en Sevilla, kilómetro cero de la corrupción socialista. Vestía sin corbata, con tejanos muy ajustados y una camisa rosa, muy ‘casual’, como a él le gusta. Abrazaba y besaba a todo aquel que se ponía a su alcance. Todo iba bien hasta que el azar se cruzó en el camino. ¡Ay, el azar, qué sería de un escritor sin él!
“CON LAS ENCUESTAS EN CONTRA, EL PRESIDENTE MANIQUÍ DEBE ARRIESGAR, PISAR LA CALLE, EMPAPARSE DEL SUDOR DE LOS ESPAÑOLES POBRES”
Los servicios de seguridad no lo vieron, no repararon en un hombre —un patriota— que sostenía un cartel con la leyenda “Que te vote Txapote”, en alusión al sanguinario terrorista que, merced a la generosidad del ministro de la porra, ha sido acercado a una prisión del País Vasco.
¿Qué habrá sido de ese ciudadano valiente y osado? ¿Habrá sido arrestado en su domicilio? ¿Dormirá ya en el penal de Chafarinas? En esta tiranía amable suceden tales cosas y peores. ¡Bravo por ese héroe sevillano, que atesora, sin saberlo, siglos de gracia andaluza, la que bebe en los manantiales de nuestra lírica popular!
En Sevilla el azar también quiso que pitaran a Dorian Gray. Es la servidumbre del poder. Aunque quiera, no puede dar marcha atrás. Con las encuestas en contra, el presidente maniquí debe arriesgar, pisar la calle, empaparse del sudor de los españoles pobres. El líder socialista debe enfrentarse a su destino, como Héctor en su combate con Aquiles, y ya se sabe cómo acabó la cosa. Lo mejor de España estará con Aquiles.
Es improbable que el contacto popular del presidente dé los resultados esperados. Hay demasiados muertos en el armario. Aun así, irá a por todas. Sale a ganar el partido con la afición cabreada. No cabe darlo por amortizado. Tiene el BOE. Digno sucesor de Romero Robledo, seguirá tirando de chequera para comprar voluntades como el gran cacique del siglo XXI que es. Dejará el Estado en la bancarrota. Pero no le importa; hablamos de un aventurero sin escrúpulos. Si gana las elecciones, se reirá de todos nosotros; sí las pierde, su sucesor, el discreto Alberto, heredará un país en la ruina, con las calles ardiendo gracias a la recobrada combatividad de los dos sindicatos verticales.
En este cuerpo a cuerpo entre Pedro y Alberto no habrá un minuto de tregua. El presidente lo sabe. Para él cualquier voto será bien recibido: el de los jóvenes, usuarios de Cercanías, pensionistas, empleadas del hogar, sindicalistas, culturetas, mosén Junqueras y su muchachada independentista y también, por qué no, el de Txapote, Santi Potros, Henri Parot y el partido que los representa en las Cortes, definitivamente integrado en “la dirección del Estado”, como pronosticó aquel burguesito que se cortó la coleta para hacerse millonario a costa del dolor de los humildes.
Hay muchos terroristas agradecidos —al igual que golpistas catalanes— que podrían votar al PSOE haciendo de la necesidad virtud, para cerrar el paso a las temibles derechas, en un gesto de loable pragmatismo.
Nuestro héroe sevillano le marcó el camino al líder socialista. Ya sabe dónde están sus nuevos caladeros de votos. Debe pelearlos en Alsasua y Reus porque difícilmente obtendrá el mío y los de otros millones de españoles castigados por su gestión cruel, aborrecible y perversa.