VALÈNCIA. Este año, el Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos, Humans Fest, tiene como eje central la migración y refugio, tal vez una de las tragedias en la que se evidencia más la brecha entre países empobrecidos y países ricos, entre nacionalidades y entre contextos políticos. Una regulación de la que depende la vida de miles y miles de personas, que acaban falleciendo en el camino, captadas por alguna mafia, atrapadas administrativamente en un campo de personas refugiadas, o —por qué no— llegando con éxito a su destino.
Mijke de Jong presentó ayer Along the way, un film cuya intrahistoria le valió el aplauso de los asistentes en su pase por los Cines Babel. De Jong fue al campo de Lesbos para impartir un taller de cine con mujeres refugiadas. Allí se encontró “con lo que esperaba”: “un montón de historias muy chocantes sobre su camino de llegada”. Fue esa misma experiencia la que le llevó a canalizar algunas de las experiencias con las que se topó en un film, centrándose en las personas que están atrapadas en las fronteras.
Para ello contó con dos aliadas, las hermanas Malihe y Nahid Rezaie, dos de las refugiadas que decidieron ponerse delante de la cámara para protagonizar una historia, no exacta, pero similar a la que ellas vivieron. “Lo primero que hicimos los guionistas fue ir al propio campo a seguir escuchando historias, estuvimos unas semanas pidiendo que nos contaran lo que había sucedido hasta llegar ahí. En el guion final, en el que hay parte de historia real y parte de ficción, nos ayudaron Malihe y Nahid para saber si lo que estábamos contando era fidedigno”, explica su directora a este diario antes del pase.
Along the way cuenta, de hecho, con fragmentos de documental, al introducir entre las escenas de la propia historia testimonios reales de mujeres contando algunos episodios de su camino a Europa. Este peso de la propia realidad, repercute directamente en el propio concepto de la película: “teníamos claro desde el principio que no queríamos hacer una película espectacular, con grandes planos y un gran presupuestos, y que fuera un espectáculo; para nosotros era importante que la película contara su realidad, que mostrara la realidad de un campo de refugiados y del testimonio de estas personas”. Por eso, además de las hermanas Rezaie, más personas del elenco son personas migrantes en situación irregular.
En la película, las hermanas se encuentran enfrentándose a decisiones complicadas cuando, huyendo de Afganistán, se encuentran envueltas en un clima de drogas y crimen propio de las mafias que parecen socorrer a quienes buscan refugio. La exploración de las líneas rojas que trazan y sus consecuencias, las aspiraciones, la distancia con su familia, y la promesa de una vida mejor en el corazón de Europa son cuestiones que se tratan a lo largo del film.
Preguntada por los grados de tolerancia que tiene cada país europeo, según su contexto político, al drama de las personas refugiadas, De Jong es tajante para su país natal: “Es Holanda la tolerancia es casi cero”. “¿Es entonces esta película un mensaje precisamente para su país?” “Bueno, de alguna manera sí, yo quería contar una historia para mostrar que somos y nos tenemos que hacer responsables de esas situaciones tan dramáticas. No somos los únicos, pero somos parte del problema y de la solución. Quería remover conciencias a través de una película que te enfrenta a una historia muy dura”, desarrolla la directora.
En este sentido, opina que “el encuentro con el público es esencial en esta película. La gente necesita hablar del tema, hacer preguntas. Recuerdo un pase para policías holandeses muy emocionantes, porque entendieron —a través de la película— qué les pasaba a personas a las que ellos trataban diariamente”.
Durante la producción y post-producción de la película, la vida de sus protagonistas en Europa seguía pendiendo de un hilo. En una escena previa a los créditos finales cuenta como, antes de acabar la película, las protagonistas pudieron reencontrarse con su familia tras años de separación forzada. “Están bien, las hermanas aún no han conseguido los papeles para ser regulares pero su situación ha mejorado. Y en el caso de Sina Nazari, tiene mucho talento: le propuse para una escuela de teatro holandesa y ha recibido una beca. Tiene mucho futuro”. Un final esperanzador pero que no borra los traumas del camino, que es precisamente lo que subraya Along the way.