VALÈNCIA. 2001 Odisea en València sería un buen título para los almanaques y crónicas culturales que quieran resumir ese momento y ese lugar que ahora puede resultar tan extraño. València peleaba a base de talonario por ponerse en el mapa. Terra Mítica cumplía un año abierto y la Ciudad de las Artes y las Ciencias aún estaba a medio hacer (faltaban aún l’Oceanogràfic, el Palau de les Arts y el Ágora). Aún faltaría en la ciudad proyectar un circuito de Fórmula 1, una competición internacional de vela y una visita de la máxima autoridad eclesiástica. 2001 fue, culturalmente hablando, un año de previsiones e imprevistos, y sucedió que después del verano coincidieron tres hechos muy relevantes: primero, la clausura de la primera edición de la Bienal de Valencia, un proyecto megalómano para el que se fichó a uno de los responsables del certamen de Venecia para copiar en la ciudad en el modelo italiano y que no se acercó ni a la repercusión mediática ni al público proyectado; segundo, el anuncio de Consuelo Císcar, entonces directora general de Promoción Cultural y Patrimonio Artístico, de convertir el Centre del Carme (entonces subsede del IVAM, con una fuerte vinculación al arte más arriesgado) en un nuevo museo de arte del siglo XIX; tercero y último, una exposición en Galería Visor del artista alicantino Daniel García Andújar llamada The Power of Security y que reflexionaba sobre la privacidad y la seguridad de un internet aún muy primitivo.
En la exposición de García Andújar se puso, en el centro de la sala una mesa con dos ordenadores con conexión ADSL para poder utilizarlos durante la exposición con una web diseñada como una pieza artística: e-valencia.org. La web permitía escribir en un foro, de manera anónima, sobre noticias y opiniones de ámbito cultural local. La idea de la pieza era poner sobre la mesa ese debate vivo sobre el ecosistema cultural de València, pero también analizar la actitud de la gente al tener la posibilidad de participar en ese debate de manera libre y anónima. Y los resultados, a cinco años de que existiera el concepto de red social, fueron demoledores. No existía escudo suficiente para frenar la rabia que se liberó tras años de una gestión que creó un ambiente muy hostil entre los agentes culturales de la ciudad. El anonimato sacó lo mejor (verdades y hechos ocultos hasta entonces por miedo a las represalias) y lo peor (el insulto y las desclasificaciones vacías) de aquellos que llenaban el foro.
El anonimato era en realidad un pilar fundamental para el proyecto de García Andújar, en un momento en el que los grandes medios se debatían entre incluir comentarios o no en sus foros. “Lo que me interesaba artísticamente es que este proyecto operaba en lo público, un espacio que se ha visto limitado e hiperregulado y privatizado al mismo tiempo”, cuenta para Cultur Plaza el artista. Y añade: “al final ha acabado centralizándose la información en muy poca gente: la panacea eran los blogs personales, y ahora casi nadie los tiene. Ahora se genera muy poco contenido y todo está a manos privadas”. Los artículos de e-valencia.org eran todo lo contrario: un espacio público en el que no había lugar para lo individual y lo privado. La IP (número que identifica a un equipo informático) no se registraba en el comentario y entonces se generaba la posibilidad de un debate que podía ser sano o todo lo contrario, como la plaza de una ciudad en la que nos interesáramos por la opinión de unas personas que no conocemos en absoluto. “El ruido también entra en la reflexión del proyecto, de ahí salen los debates más intestínicos, incluso lo xenófobo o lo homófobo”, explica García Andújar.
La web empezó sin un público formado y poco a poco se fue abriendo hueco como contestación pública ante proyectos y medidas que eran incomprensibles a ojos de parte de la sociedad. El pico de esta popularidad se produce con la celebración de la segunda Bienal de Valencia, en 2003, cuando la web hierve en ese debate sobre cómo podía un presupuesto cultural tan abultado en proyectos que no generaron un interés relevante y no consiguió atraer un turismo cultural que “pusiera a la ciudad en el mapa”.
València ya no es lo que era (en el buen sentido)
El IVAM fue uno de los primeros museos de la democracia. Las exposiciones de entonces atraían a un público más allá del territorio, porque en sus primeros años consiguió exponer firmas que nunca antes se habían visto en España. Esa política de museo de grandes nombres se cronificó y acabó dejando completamente de lado crear un tejido cultural local que respondiera al potencial del arte que se hacía entonces. Además, se compraba mucho y se conservaba y estudiaba poco, buscando unos plazos de producción y trata de las obras mucho más cortos de lo que una buena gestión tendría que buscar, no consiguiendo así fidelizar al público. Este es un diagnóstico resumido de García Andújar de aquellos años que ahora parecen lejanos, pero que en realidad solo se han “corregido” en parte.
La crisis puso las cosas en su sitio. El Centre del Carme nunca llegó a ser oficialmente ese museo del siglo XIX con obras del de Bellas Artes y ha recuperado, poco a poco, el sentido contemporáneo que se le dio hasta el 2001. La Bienal de Valencia murió de mala manera en 2007, cuando se unió a la de Sao Paulo y confirmó su irrelevancia local e internacionalmente. Muchos de los responsables políticos de la época han acabado investigados, procesados o condenados. Las políticas megalómanas han cesado por cuestiones presupuestarias y cambio de carisma político, reconfigurándose así el mapa cultural local. Esta situación no significa que València se encuentre en una época luminosa en el ámbito cultural, ni mucho menos, pero sí ha conseguido apaciguar esa contestación social de entonces. “Las cosas han mejorado muchísimo, pero están lejos de ser maravillosas. Antes había listas negras y se gastaba el dinero en exposiciones mediocres. Sobre todo, las asociaciones han promovido, entre otras cosas, el manual de buenas prácticas y ahora ya no se puede volver atrás. Ahora se dan oportunidades al sector y no solo a cuatro artistas locales. También es verdad que la mayoría de gente del mundo del arte somos de izquierdas, y ahora hay más simpatía, pero vamos, yo creo que se mantiene cierto espíritu crítico”. Estas son palabras de Álvaro de los Ángeles, que fue uno de los activistas que participaron de manera activa en el proyecto y que acabó siendo, tras el cambio de gestión y durante casi cuatro años, subdirector de actividades del IVAM.
El proyecto podría haber muerto de éxito, o de falta de contenido, o de dejar de ser una necesidad; sin embargo, lo hizo por una orden judicial. Con tan solo dos años de vida, las presiones políticas y judiciales provocaron un primer cierre que fue consumado cuando el rector de la Universidad de Alicante, que entonces alojaba la web, estaba de viaje. La web conseguiría reabrirse pero volvió a recibir una estocada en 2006 con otra orden de la policía para que identificara algunos comentarios anónimos, algo que era imposible con el sistema de e-valencia.org. Las repetidas acciones judiciales, que hacían responsable al portal del contenido anónimo del mismo, consiguieron que la web se desarticulara, aunque parte del contenido puede seguir viéndose porque no está borrada. Ahora mismo es imposible publicar, y los avances tecnológicos y los cambios del sistema operativo van haciendo que haya elementos que se dejen de ver. El que sería el espacio vivo del debate cultural valenciano se ha convertido ahora en un cementerio, tal vez sea más exacto decir que en una fosa común.
Nunca se identificaron los responsables políticos de la ofensiva judicial. Las denuncias llegaban desde la Conselleria de Cultura y pedían siempre la identificación de los usuarios que publicaban comentarios sensibles. Siempre se respondía que la web era un espacio público y anónimo gestionado de una manera colectiva y autónoma. “Hacíamos una especie de símil con el graffiti en la plaza del pueblo o las pintadas grotescas que se hacen en los baños públicos, donde todo el mundo lo entendía cuando aparecen y no se preguntan quién lo había hecho. Sin embargo, en internet estamos hipercontrolados: se puede saber dónde estamos en cada momento y nuestra opinión sobre las cosas”, argumenta García Andújar.
En la exposición que hay actualmente en el Centro del Carmen (y hasta el 20 de enero), Sistema Operativo. Colecciónes, hay un espacio dedicado a este proyecto, “no desde lo heroico, sino desde la intención de recoger el deseo colectivo de que el proyecto continuase”, según cuenta el artista; el mismo que en 2001 (Odisea en València) puso el grito en el cielo porque el arte arriesgado iba a dejar de tener su hueco en la ciudad y ahora volvía por la puerta grande, con su mayor retrospectiva hecha hasta ahora. València ya no es lo que fue.