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UNA HISTORIA ORAL DEL PUNK

Eduardo Guillot: "La gente no sabe lo divertida que era València en los años ochenta"

En Miles de muchachos (Institut Valencià de Cultura, 2019), el periodista reúne los testimonios de primera mano de algunos de los protagonistas de la primera hornada del punk en la capital del Turia y alrededores

24/01/2019 - 

VALÈNCIA. “En València no existieron unos Eskorbuto o unas Vulpess. Ni siquiera una Banda Trapera del Río o unos Kaka de Luxe. Muchos de los grupos punk locales nunca llegaron a grabar una maqueta, y los que lograron meterse en un estudio y plastificar su repertorio en condiciones se toparon con una industria independiente precaria, que además tenía que operar desde la periferia, sin acceso directo a los medios estatales”. Según explica Eduardo Guillot en su último libro, Miles de Muchachos, la del punk en València sigue siendo una historia secreta, de la que han quedado muy pocos registros discográficos, audiovisuales y fotográficos. La mayoría de las bandas que se formaron en la capital del Turia y alrededores entre 1979 y 1984, coincidiendo con la eclosión del fenómeno punk a nivel mundial, existen solo en la memoria de aquellos que formaban parte de esa escena. La intención del periodista valenciano ha sido recopilar esos retales de memoria colectiva antes de que terminen de disolverse definitivamente en el olvido.

Miles de Muchachos toma la forma de una historia oral al estilo de Por favor, Mátame (1996), una de las biblias de la historiografía punk anglosajona, del que Libros Crudos publicó en 2017 una edición revisada en castellano. Guillot ha dado voz a 35 personajes centrales de la escena underground valenciana de los ochenta. Prácticamente todos los testimonios pertenecen a músicos que militaban en bandas punk del momento como Elektrodomesstiks, Regimiento Spansuls, N.E.S. (Nuevo Ejército de Salvación), Análisis de Orina, Killers, La Morgue, Generación 77, Kk for Yu, Cómplices, Seguridad Social, Interterror, Noviembre Rojo, La Resistencia, Las Terribles, Sade, Angelic Upstarts, Éxtasis, Las Nauseabundas Criaturas del Barranco y Pepet i Mari Carmen. Se incluyen también las aportaciones de Alfonso Olcina, fundador del sello independiente Citra, y Toni Pep Rodríguez, programador de la sala Nou Café Concert, además de manager y promotor discográfico.

Guillot, que actualmente ocupa el cargo de director de programación de la Mostra del Mediterrani, insiste en que esta es solo una primera aproximación a la escena del momento. La reciente publicación de la biografía de Interterror, escrita por Héctor Hugo Navarro, es otra de las piezas que contribuyen a recomponer la historia perdida del punk en València. Pero todavía quedan muchos huecos en blanco que completar. “Hace falta, por ejemplo, una historia crítica -nos explica Guillot en esta entrevista-. Sería maravilloso que alguien lo hiciera, pero creo que lo adecuado es que la escribiese alguien que estuviese dentro de la escena”.

-Este libro en realidad iba a ser un documental, en el que de hecho estuviste trabajando durante años, ¿por qué se frustró ese proyecto?
-Básicamente, porque hacer películas cuesta más dinero que hacer libros (ríe). Empecé a trabajar en el documental de manera totalmente independiente, adelantando los gastos de producción y gracias también a la ayuda de dos cámaras que nunca me cobraron por su trabajo. Pero cuando terminé todas las entrevistas me enfrenté a otro tipo de gastos (derechos de imágenes de archivo, etcétera), que yo ya no podía cubrir. Pedí ayudas y contacté con una productora, pero al final las cintas de las grabaciones se quedaron durante años metidas en cajas. Hasta que tenía una historia oral en potencia. Propuse la idea del libro al Instituto Valenciano de la Música (actual Instituto Valenciano de Cultura) y se interesaron. Me parece muy importante que las instituciones reconozcan la importancia de las músicas populares urbanas, porque son parte de nuestra historia. En Cataluña, por ejemplo, ya se han editado tres libros sobre su escena punk, y lo mismo ocurre con el rock radical vasco. 

Una de las últimas formaciones de La Morgue.

-Has optado por centrarte en los testimonios de músicos, no de personas del ecosistema social del punk, ¿por qué?
-Hay mucha gente que hubiese sido interesante entrevistar, personas que trabajaban en radios libres o se movían por el ambiente. Pero yo quería reivindicar las canciones y la potencia de los grupos sobre el escenario, porque creo que tienen mucha validez y no quería que el libro se desperdigara en otros asuntos. Una de las cosas que más me ha llamado la atención durante este proceso ha sido descubrir lo modestos que son estos músicos con respecto a su legado. Les gusta que se reconozca lo que hicieron, pero ninguno piensa que hiciera nada que deba escribirse en letras de oro. Me parece muy honesto por su parte.

-Uno de los alicientes de las historiales orales de este tipo es que dejan a la intemperie las contradicciones entre lo que recuerdan unos y otros sobre un mismo asunto. Es un ejemplo de lo frágil y compleja que es la memoria.
-En Miles de Muchachos vemos estas contradicciones en varias ocasiones. He querido dejarlas así para que sea el propio lector el que tome partido y decida qué versión le parece más veraz.

-Hay por ejemplo ciertas divergencias con respecto al compromiso político real de los grupos punk del momento. Muchos reconocen que su adscripción al anarcosindicalismo era más estética e inercial que otra cosa, porque no habían leído a Bakunin en su vida. Pero al mismo tiempo tenemos a, Xavi García Boix, compositor de Interterror, que salió de la banda durante el proceso de grabación del disco por negarse a modificar un verso de la canción “Felices días en Auschwitz” por un enfrentamiento ideológico con el productor.
-Dentro de esa escena hubo diferentes evoluciones ideológicas. Hay gente que defiende que sí tenía verdaderos principios políticos, pero ante todo creo que las declaraciones de los músicos y las letras de las canciones hablan por sí mismas. Por ejemplo, se habla de que hubo un momento en el que se puso de moda que los skins punks se hicieran nazis. Yo mismo en esa época asistí a conciertos en los que alguien levantaba el brazo con un Sieg Heil. Eso está ahí. Pero no fue todo el mundo; generalizar es peligroso.

-No hay en el libro apenas testimonios de mujeres, lo que nos indica el desequilibrio de géneros en la escena del momento. Se habla de Las Terribles (Isa y Mari Blánquez), de Patricia Greene (cantante de La Morgue), de Cristina Pastor… poco más ¿Tenían tan poco peso las mujeres en la esfera social punk como en los locales de ensayo?
-Sí, también había muchos más chicos. Creo que la historiografía musical ha convertido al punk en una especie de arcadia feminista que me parece muy falsa. Deberíamos empezar a romper ese mito. Es cierto que las mujeres empezaron a subirse al escenario con más frecuencia en esa escena, y que dejaron de ser floreros que solo cantaban, porque también componían y tocaban. Pero eso no quiere decir que las mujeres accedieran al mundo de la música en igualdad de condiciones, porque los managers, los dueños de discográficas y los periodistas eran tíos mayoritariamente. Y además han salido muchas biografías como las de Viv Albertine o Chrissie Hynde, que hablan de lo mal que se trataba a las mujeres entre la propia gente de los grupos. Mola mucho mitificar las épocas en las que hemos crecido, de acuerdo, pero decir que el punk terminó con la desigualdad de géneros en la música no es verdad. Fue un paso, pero no definitivo. Sino no estaríamos ahora como estamos.

Una de las muchas formaciones de Las Terribles y La Banda Fantasma. Foto: Pepe Ortiz

-Las personas que entrevistaste describen un paisaje urbano muy curioso, con mucha violencia y peleas entre tribus. Cuentan episodios de excesos que chocan si pensamos que Franco acababa de morir y todavía había en el país muchas reminiscencias dictatoriales, como la Brigada 26. 
-Esas son las cosas que me parecía que valía la pena contar. La gente no sabe lo divertida que podía ser València en esa época. Es cierto que había muchísimas peleas, aunque la sangre nunca llegaba al río. Darse de hostias era una manera de divertirse, pero las navajas las llevaban los quinquis, que también abundaban en ese momento, pero eso es una cosa muy diferente. El nacimiento de las tribus urbanas, que hasta entonces no existían en España, sumado a la juventud de los chavales y la adrenalina de las drogas, dio como resultado una efervescencia callejera que se convertía fácilmente en peleas, botellas rotas y sillas por el aire. Recuerdo ir a Xirivella a un concierto con 17 años y que me pegaran un puñetazo en un callejón sin comerlo ni beberlo. Al final salí de allí en una patrulla de policía junto a gente de los Scooters. También ocurría en Madrid. Los mods de allí habían visto Quadrophenia e iban por Malasaña gritando “¡Somos los Mods!” para pegarse con los rockers que pillaran por la calle.

-Una de las razones de que no pudieras acompañar este libro de un CD es que apenas ha quedado nada grabado. 
-Si los grupos de entonces hubiesen tenido los medios de ahora, igual ahora tendríamos tres LPs de La Resistencia, y bien grabados. Ahora ya no se graban maquetas, se graban discos directamente, porque es mucho más barato y accesible que entonces. Y si no te ficha una discográfica, es relativamente fácil crear una, aunque sea solo para editarte a ti mismo. En aquel entonces, sin embargo, grabar era muy caro porque tenías que meterte en un estudio, no podías hacerlo por tu cuenta con las herramientas que existen hoy en día. Tampoco existía el crowdfunding y esas cosas. Después había otros problemas, como que a lo mejor se metías a grabar y el técnico de sonido te pedía que quitaras distorsión porque se saturaba el sonido.

-En otras palabras, no había todavía una cultura del sonido punk, ni en general del sonido fuera de los cánones.
-En general se ve mucho la ingenuidad de la época, había mucha candidez en los músicos, que no sabían cómo funcionaba el mundo de la música. Pero no solo en ellos, porque en general todo se estaba empezando a construir. Los sellos independientes estaban surgiendo por primera vez. Mira el ejemplo de la discográfica valenciana Ediciones Milagrosas. No consiguieron mantenerse porque hubo una huelga en la fábrica de discos. Ya ves tú. Por pequeños detalles, la historia podía haber cambiado muchísimo. Es una historia de oportunidades perdidas.

-Parece que esa ingenuidad facilitó que se tomara el pelo a algunos grupos. Es sorprendente saber que Interterror no vieron ni una peseta por Adiós, Lili Marlen, a pesar de que se hizo razonablemente famosa.
-Hubo alguna maldad, pero sobre todo lo que había era mucho desconocimiento. En general pienso que había buena voluntad por parte de la gente que sacó los discos. Por otra parte, a nadie se le ocurría registrar las canciones en autores. Los miembros de Sade cuentan que el dinero de algunos de sus conciertos desapareció sin pasar por ellos. Pero la realidad es que la escena no daba para que nadie se hiciese millonario. Aquí además teníamos el agravante de estar en la periferia. Ibas a Madrid y eras como el pueblerino que llega a la capital a ver si me hacen caso. Costaba mucho todo, y no todo el mundo tenía ganas de hacerlo. La Resistencia tuvo un buen manager, pero llegó un momento en que se cansó porque había que picar mucha piedra. No era lo mismo estar en Madrid todos los días y encontrarte a los locutores por las noches en los garitos, que ir “de visita”. A pesar de ello, La Resistencia entró en Los 40 Principales y fichó por la discográfica Twins. Lo que pasa es que entonces Hombres G, que estaba en la misma casa, pegaron el pelotazo y el acuerdo con La Resistencia quedó en un “si te he visto, no me acuerdo”. Solo llegaron a tener algún tipo de resonancia nacional Sade, Interterror, La Resistencia y, ya a posteriori, Seguridad Social.

-Ahora se han convertido en grupos de culto.
-Efectivamente. La primera maqueta de Seguridad Social o el single original de Interterror se cotizan mucho. Y son grupos respetados en otras zonas de España. Generación 77 solo grabó dos casetes, que ni siquiera distribuyeron. Y lo primero editado por N.E.S ya era cuando se transformaron en una banda de rock, más que punk. Es muy buena noticia que Vómito Punk Records haya recuperado canciones de Generación 77 en un recopilatorio. Pero creo que hay otros grupos de la época como Extrema Cordialidad Homicida que también necesitan que alguien los recupere.

-¿Cuántos de los protagonistas de la escena del momento siguen relacionados con la música?
-Curiosamente muchos de ellos, aunque tienen una edad en la que son plenamente conscientes de que no van a vivir de la música, así que tocan por gusto. Generación 77 tienen ahora un grupo que se llama Resabiados. A raíz de las entrevistas que hice para el documental, la gente de Resistencia volvió a entrar en contacto. Se pusieron a ensayar, dieron algún concierto y llegaron a grabar un vinilo con una cara grabada durante el directo y en la otra canciones como “Miles de Muchachos”, que nunca antes se había plastificado. La gente de Cómplices también continúa, aunque ahora se llaman Tres cómplices. Jesús Barranco de Sade toca en Gent del desert, un grupo cercano al folk acústico y que canta en valenciano. Vicente Bartual, de La Morgue, no ha seguido en grupos, pero hace radio musical. José Manuel Casañ por supuesto sigue con Seguridad Social; él es el único que ha conseguido vivir toda su vida de la música.

-Con la perspectiva del tiempo, ¿qué bandas crees que han envejecido mejor?
-Creo que Interterror ha envejecido muy bien, y uno de los factores importantes para ello es que el disco suena muy bien, parece que se haya grabado hoy en día. El disco de Cómplices creo que sigue siendo muy reivindicable, así como toda la primera etapa de Seguridad Social, que fue muy divertida y las canciones tenían muy mala leche. Y Sade, aunque no encajan estrictamente en los parámetros del punk, era una banda muy fresca y divertida también.

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