Sobre como una sociedad abierta e inclusiva será una sociedad más próspera
La bienvenida a las personas rescatadas por el Aquarius ha sacado lo mejor de nuestra sociedad. Ha sido un árbol que esta vez sí nos dejaba ver el bosque. Una cuestión menor ante una compleja situación global, pero que ha tenido grandes implicaciones.
Las distintas instituciones, entidades sin ánimo de lucro, voluntarios y empresas tejieron de manera rapidísima una poderosa red de ayuda para resolver una situación puntual, desatada por la repugnante celebración de Matteo Salvini, ministro de interior italiano, del cierre de los puertos de su país. La operación Esperanza Mediterránea avanzó con un nivel de profesionalidad increíble, sin egos políticos. Nos podemos sentir orgullosos.
Como afirmó ayer Frans Timmermans, vice-presidente de la Comisión Europea: “la decisión del Aquarius ha cambiado en cuestión de horas el debate de la crisis migratoria, recordando su dimensión humana”.
Un país como el nuestro ha recordado al mundo esa dimensión humana. Porque al contrario de lo que propugnan voces aisladas somos una sociedad abierta. Por poner un dato, en el Eurobarómetro (de primavera de 2016), el 78% de los españoles se mostraba a favor de que el estado ayudase a los refugiados; en cambio esa cifra en Italia era del 43%.
La dimensión social y humana de lo sucedido es la más importante; especialmente en un país acostumbrado a estar en la otra parte de la ecuación, a exportar en masa migrantes y refugiados. Pero que seamos abiertos no es solo lo correcto moralmente sino que además es una buena estrategia económica para evolucionar hacia una sociedad más diversa.
La diversidad conduce al crecimiento económico. En oposición a la visión tradicional de que es la riqueza de los lugares la que atrae a las personas de otros orígenes creando sociedades más diversas; un estudio de Quamrul Ashraf del Williams College y Oded Galor de Brown University (Cultural Diversity, Geographical Isolation and the Origin of the Wealth of Nations) demuestra que la diversidad estimula el crecimiento económico y la homogeneidad lo ralentiza. La diversidad cultural y la apertura geográfica han tenido un impacto positivo en el desarrollo económico desde la industrialización. La apertura y la diversidad operan junto a la innovación tecnológica y el capital humano como los motores de la prosperidad. Como afirma Richard Florida, se puede incluso considerar que proporcionan la fuerza motriz para la evolución intelectual, tecnológica y artística.
Otro importante artículo publicado por la profesora de la Columbia Business School, Katherine W. Phillips, en Scientific American, pone de manifiesto que la diversidad en la sociedad y las empresas nos hace más inteligentes y hace que tomemos mejores decisiones. Analizando décadas de investigación de científicos, psicólogos, economistas, sociólogos y demógrafos llega a la conclusión que los grupos socialmente diversos (en términos de raza, etnia, género y orientación sexual) son más innovadores que los grupos homogéneos. Que dichos grupos diversos son mejores resolviendo problemas complejos. La diversidad promueve el esfuerzo y la creatividad al alentar que consideremos distintas alternativas y obligarnos a ponernos en la piel del otro.
Que seamos un país refugio no es solo una cuestión ética, probablemente sea lo más inteligente que podamos hacer para nuestra economía; y más aún pensando en nuestra pirámide poblacional y el futuro de nuestras pensiones.