VALENCIA. Recién inaugurada la obligada sección en Valencia Plaza Guía Hedonista, dedicada esencialmente a la gastronomía en Valencia, no he podido reprimirme a la hora de escribir sobre todo ese mundo que representa el llamado “arte de la mesa”. Y es que lo visual también cuenta, o al menos debería.
Hay que reconocer que ya no se recibe en las casas, como se hacía antes. Preferimos no complicarnos y el restaurante es el lugar de encuentro. No sé si es fruto de una tendencia, o bien el hecho de salir siempre fuera sea a comer o cenar es algo que ha venido para quedarse. Cuanto más programa de cocina, menos afición a los fogones o al menos cocinar para otros. Ello ha conducido a que todo el conjunto de piezas o que se denomina “arte de la mesa” esté quedando en cierto desuso. El caso es que me ofrecen magníficas vajillas y las rechazo porque no es fácil encontrarles mercado. Curiosamente hoy día se pueden encontrar soperas, salseras, bandejas, cuberterías o mantelerías antiguas tiradas de precio.
Hace un par de años un conocido decorador y anticuario de nuestra ciudad nos invitó a un grupo de compañeros y coleccionistas a cenar en su extraordinaria casa junto a la iglesia de San Nicolás. La cena fue una experiencia memorable, no tanto por las viandas (el menú fue sencillo), como por por el servicio empleado de una forma natural y sin ostentación. Fue como cenar hace doscientos años: un ambiente rodeado de libros, obras de arte y antigüedades, vajilla de plata, vinajeras carlos XIV, copas antiguas, cubertería de principios del XIX etc. Evidentemente no es algo para todos los días, pero es una pena que se vaya perdiendo cierta forma de presentar la mesa.Echo de menos en los restaurantes la búsqueda de la diferenciación en aquello lo que rodea la comida. No digo que no se ponga empeño en agradar, más bien al contrario. Me refiero en que no veo mucho interés por diferenciarse: mucho diseño en vajillas y cubiertos de corte minimalistas y decoración de la sala, en ocasiones, para olvidar. Al final, salvo excepciones, queda un recuerdo muy vago de lo visual y la tendencia en nuestra memoria es a confundir un lugar con otro.
Parece que actualmente la esencia del encuentro gastronómico se ha trasladado a lo que degustamos y se ha abandonado un tanto el, llamémosle, “boato” o puesta en escena. Por ejemplo, es verdaderamente desolador que en toda nuestra ciudad a penas haya establecimientos donde sirva el té en una tetera y en una taza medianamente decentes, y eso es imperdonable.
El arte de la mesa alcanzó tal importancia en siglos anteriores en los que a través del mismo se transmitía poder y lujo. Hoy muchas de las piezas son codiciadas por coleccionistas con funciones meramente decorativas.Quizás uno de los conjuntos más extraordinarios del mundo sea el llamado Tesoro del Delfín: es una extraordinaria colección de piezas principalmente renacentistas que pertenecieron Luís, gran delfín de Francia, vinieron a España como herencia de su hijo futuro rey Felipe V Felipe V. Muchas de estas piezas pertenecen al ajuar de mesa como saleros, fuentes o vasos. Aunque pocos lo saben, esta maravillosa colección está en los bajos del Museo del Prado. El desconocimiento hace que uno pueda visitarla prácticamente solo.
Todavía hay algunas piezas que, si bien, no se utilizan como menaje, salvo que a uno no le importe estar al borde de un ataque de nervios en las cenas familiares, si se coleccionan como piezas artísticas: por ejemplo las vajillas del siglo XVIII de Compañía de Indias, toda clase de piezas de cerámica de Alcora, los especieros de Talavera o los catavinos de Manises entre otras muchas. Asimismo el arte oriental, cuya apreciación ha subido tanto en las últimas décadas ha sacado a relucir extraordinarias piezas de mesa en porcelana y cerámica que alcanzan precios astronómicos.
El cine es un medio esencial hoy en día para conocer cómo se desenvolvían los comensales en el pasado. Existen asombrosas recreaciones de lo que era el arte de la mesa en la filmografía de directores como Martin Scorsese con “La edad de la inocencia” o Kubrick en algunas escenas de “Barry Lindon”. La famosa escena de seducción no es una escena gastronómica sino de juego, pero refleja maravillosamente cómo se iluminaban con grandes candelabros esas mesas del siglo XVIII. Luchino Visconti era otro maniático a la hora trasladarnos en el tiempo en esta clase de escenas de boato y lujo. En su “Ocaso de los Dioses” podemos ser testigos de una impresionante escena de esta clase. Las series “de época” son buenos ejemplos puesto que el tiempo se dilata descriptivamente. En este caso se me ocurre la magnifica serie de la BBC “Regreso a Brideshead” también recoge numerosas escenas “de mesa” o sobremesa en la que podemos
Llegados a este punto, ¿cómo hablar del arte de la mesa y dejar en el tintero el asunto de “la mesa en el arte”?. Será en el próximo artículo.