VALÈNCIA. El estado de alarma decretado por primera vez en marzo de 2020, junto con el consiguiente confinamiento, ha revolucionado muchas prioridades y perspectivas vitales. Si antes la gran ciudad era la sensación del momento, ahora el mundo rural comienza a abrirse paso como una opción perfectamente viable para buscar asentamiento y construir un nuevo proyecto de vida. Precios más bajos a cambio de más espacio, casas unifamiliares con jardines y patios donde poder disfrutar de largos periodos de esparcimiento, un estilo de vida más lento y, sobre todo, libertad de movimiento.
Eso es lo que buscan las familias que dejan atrás sus pisos en la capital para buscar una nueva aventura en los pueblos del área metropolitana, tanto de València como de otros grandes núcleos como por ejemplo Alicante o Elche. Charo Gandia, arquitecta de profesión, decidió reorientar su negocio hacia este nuevo nicho de mercado, poniendo su estudio al servicio de todas aquellas personas que deciden retornar al pueblo en sus ansias por respirar desde un espacio más abierto. Su trabajo es sencillo: asesorarlas en el proceso de compra de una casa de pueblo, y luego reformarla para que se adapte a las necesidades de los tiempos modernos.
Esto que en palabras suena tan simple es en realidad un proceso largo y complejo, ya que encontrar un hogar no es tarea sencilla para nadie, mucho menos si la carta de presentación es una casa antigua y considerablemente desmejorada por el paso del tiempo. Es aquí donde la mirada de una arquitecta se hace esencial, pues su visión y su perspectiva es lo único que permite ver el potencial de la vivienda para su futura remodelación y puesta a punto: "Cuando ven las viviendas por primera vez en portales de compra lo normal es que se asusten, porque a simple vista es imposible saber si realmente están en buen estado o no", explica.
Así, ella misma se desplaza a las visitas para comprobar que, al menos estructuralmente, la casa es viable para su futura reforma: "Muchas de las viviendas tienen más de 100 años. Es normal que tengan deficiencias sobre todo en los circuitos de electricidad o fontanería, pero al final lo importante es que la casa se adapte las necesidades y los gustos de las personas, y luego ya se puede empezar a remodelar".
No menos de dos pisos y 120 metros cuadrados
En cuanto al precio de las obras, cada cliente es un mundo: "Puedes comprar una casa muy deteriorada por un precio muy bajo y luego invertir mucho en reformarla, o puedes comprar una casa en mejor estado que a lo mejor será más cara pero necesita menos intervención. Presupuestos los hay para todos los gustos", razona Gandia. Aun así, el perfil del contratante siempre suele ser el mismo: parejas de nivel adquisitivo medio alto, con hijos pequeños y cansados de vivir en los pisos pequeños de la gran ciudad.
"Quieren más espacio, así que la mayoría piden como mínimo casas de dos plantas. El proyecto más pequeño que he tenido han sido 120 metros cuadrados, pero de normal suelen ser 150 o incluso 200. He llegado incluso a reformar una casa de 300 metros cuadrados", alude la arquitecta en este sentido. "Al final se dan cuenta de que en la capital han pagado 250.000 euros por un piso de 70 metros, cuando por ese precio en un pueblo pueden tener un caserón unifamiliar. Al final, valoran más la posibilidad de un jardín que el hecho de tener un Corte Inglés en la puerta de casa. Y con la pandemia, esta situación se ha acentuado".
En cuanto a las familias, todas tienen en común una cosa: piden espacios al aire libre dentro de su propia casa. "Quieren jardines y sobre todo rincones donde poder celebrar encuentros y reuniones familiares. Los que tienen un poquito más de espacio no lo dudan e incluso se montan su propia piscina", expone en este sentido Charo Gandia.
Otra de las principales inquietudes de los clientes es sentir que la casa es verdaderamente suya, que tiene un alma y una personalidad propia: "Muchas personas con las que trabajo me dicen que las casas de nueva promoción son viviendas sin alma. Si lo piensas, tienen todas las comodidades y los últimos servicios que han salido al mercado, pero carecen totalmente de personalidad. Son todas iguales. Las viviendas que yo reformo son especiales, cada una de ellas es única y adaptada a las necesidades y gustos del cliente".
Pueblos cerca de ciudades grandes y medianas
Los principales objetivos de las familias que se lanzan a este estilo de vida son municipios que estén cerca de ciudades grandes y medianas. De este modo, disfrutan de toda las ventajas del mundo rural pero al mismo tiempo también tienen todos los servicios de las ciudades a su alcance: "Las familias con niños no se pueden ir a sitios apartados porque necesitan colegios y también determinados espacios de ocio. Entonces, la opción favorita siempre son localidades con muy buenas comunicaciones y que no queden demasiado lejos de una ciudad".
Así, la arquitecta ha encontrado proyectos en municipios como Moncada, Meliana, Pedreguer u Ollería. También en el diseminado de Torrent, donde tradicionalmente se ubican los chalets de las personas que quieren vivir más cerca de la naturaleza: "Así lo tienen todo. Pueden vivir perfectamente en el centro del pueblo, con todos los servicios y la vida social al alcance de la mano, pero al mismo tiempo en una casa unifamiliar con jardín e incluso piscina. Y si luego necesitan algo más cogen el coche y enseguida están en la ciudad", explica Gandia.
Ahora mismo, la arquitecta tiene tres proyectos en marcha y se encuentra inmersa en la búsqueda de una nueva casa para el cuarto: "La pandemia ha acelerado mucho todo este proceso. La gente ha empezado a valorar más la calidad de vida, la tranquilidad y el espacio. Lo más difícil es la primera impresión, cuando ven el estado en el que se encuentran las casas, pero luego les presento el proyecto y comprenden perfectamente que se puede estar en una vivienda del siglo XX con todas las comodidades del siglo XXI. No es incompatible", concluye.
Con 12 años de experiencia a sus espaldas, Charo Gandia inició este nuevo proyecto después de ver el creciente interés por el mundo rural tras el periodo de confinamiento: "El mío es un servicio integral, ayudo a encontrar la casa ideal para las necesidades del cliente y luego se la reformo. Pero yo no soy una inmobiliaria, yo no vendo la casa y por tanto mi papel es el de velar por los intereses de mi cliente. Le acompaño a verla y estudio en qué situación se encuentra la vivienda. Luego le informo de las carencias que tiene y cuáles son las intervenciones que habría que hacer, para que decida si es lo que le interesa o no".