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genealogía y vida

El bandolero que se casó antes de su ejecución y otras historias de familia

El periodista valenciano Enrique Boix reúne las mejores historias de su página dedicada a la genealogía en el libro 'Retales de vidas pasadas'

17/10/2015 - 

VALENCIA. El 13 de mayo de 1810 Antoni Morant, bandolero, de 28 años, más conocido por su mote de el Coix de Gandia, fue ahorcado y le fue cortada la mano derecha por si en una posterior reencarnación le daba por volver a robar. Junto a él fueron ajusticiados otros delincuentes como el Barrabás de Camuñas, el Tramusseret de Benirredrày tres hombres más.

La amputación de Morant no fue con todo la peor de las sentencias. La Justicia ordenó que otro de sus compañeros de infortunio, el Tramusseret, líder de la banda, fuera descuartizado “en cuartos y cabeza”y sus restos repartidos por distintos emplazamientos, en una condena que tenía mucho de maldición medieval.

Con ser crueles, este tipo de ajusticiamientos eran comunes en España hace apenas dos siglos. Lo sorprendente del caso, lo que lo hace diferente, es que horas antes de ser ajusticiado Morant contrajo matrimonio con María Escrivá, algo más inusual. Fue, obviamente, un matrimonio fugaz, quizás condenado al olvido. Pero no ha sido así. La historia, digna del mejor de los culebrones, se encuentra en el libro de administración de los gastos de la Cofradía de la Virgen de los Desamparados, en un documento que recoge las ejecuciones y las bodas que tuvieron lugar ese día.

Los gastos que conllevaron estas seis muertes, el dinero que se reunió con las limosnas para enterrarlos en el barranco del Carraixet, cerca de Tavernes Blanques, todo, algo así como una hoja de Excel del XIX que resume sintéticamente lo sucedido ese 10 de mayo, se halla en un folio firmado por el cofrade. Un texto que con ser frío destaca la generosidad de los que presenciaron los últimos momentos de los seis condenados al consignar que se consiguieron 133 libras, 17 sueldos y 8 dineros en donativos que se repartieron entre el jornal de los sepultureros (18 sueldos y 8 dineros), el del ejecutor de la sentencia (1 libra, 19 sueldos y 20 dineros), los gastos en desayunos (16 sueldos), tierra (4 libras y 12 sueldos), encargar misas… Se puede decir que la contabilidad de la España negra del XIX era más transparente que la de algunos partidos políticos contemporáneos.

La historia de el Coix de Gandía y su fugaz matrimonio es una de las seleccionadas por el periodista valenciano Enrique Boix (Valencia, 1971) para su primer libro, Retales de vidas pasadas, una colección de historias familiares que el veterano redactor ha ido desgranando primero en su blog Hojas de boj y que ahora recupera de manera más elaborada.

Dividido en dos partes, el volumen se inicia con un conjunto de doce reflexiones sobre la genealogía, en las que explica las motivaciones que le llevaron a ser genealogista. Entre ellas, la convicción, dice, de que “las historias familiares son nuestro patrimonio”.

La segunda parte se compone de 22 historias recogidas por Boix, entre las que se hallan, además de la de el Coix de Gandia, algunas tan divertidas como la búsqueda de los orígenes enguerinos de la actriz Rafaela Aparicio, otras tan interesantes como las vivencias del farero enterrado en el Cabanyal Manuel Lorenzo González, nacido en Santander y cuya vida “es un recorrido por toda la costa española”, las vivencias de fray Raphael del terremoto de Montesa, los muertos sin nombre de la Guerra Civil…

Trabajo apasionante y ameno, para redactar Retales de vidas pasadas Boix se ha sumergido en diferentes archivos. En este sentido valora y hace hincapié en la transparencia que ha encontrado en los militares (“donde siempre he encontrado las puertas abiertas”) y en el Archivo Diocesano de Valencia, donde se reúnen numerosos documentos de muy diferente índole, y que han sido fundamentales para su trabajo.

El porqué ha convertido en físico este libro, que está disponible en plataformas como amazon y que nació como un blog, tiene mucho que ver con su propia visión de la vida. Así, Boix comenta como en la actualidad el exceso de archivos digitales está provocando que cada vez más se pierdan documentos y recuerdos de la vida que vivimos. “Todos tenemos miles de fotos digitales de nuestros hijos que ocupan gigas y gigas, pero luego, a la hora de la verdad, las que vemos son las que están en papel. Creo que tenemos que volver a ser un poco más analógicos”, comenta.

Convertido en genealogista por vocación, en la actualidad Boix se dedica a la investigación del pasado por encargo, para recuperar la memoria histórica de las familias y las empresas familiares, y ha impulsado el proyecto Libro familiar. Un trabajo que le ha servido para encontrarse con todo tipo de situaciones. “Cuando rascas en los orígenes familiares, descubres documentos que te revelan historias con nombres y apellidos, historias de personas reales”, comenta.

Si bien la genealogía es más habitual en Estados Unidos y Francia, Boix cree que esta tendencia cambiará en los próximos años en España. “Nos hace falta atrevernos a recupera la memoria”, asegura. “En ocasiones me han venido con lo de ‘deja en paz a los muertos’ [es de hecho el título de una de sus reflexiones]. Creo que tras esa idea hay algo de esa resignación católica de aceptar las cosas sin más, de no querer saber. Y es que he encontrado muchos secretos y tabúes familiares”. ¿Cuáles? “Infidelidades, hijos no queridos, enfermedades mentales, muchas enfermedades mentales…”

Un miedo a conocer que está convencido de que se irá perdiendo con los años. “La memoria hay que recuperarla primero para saber. La memoria hay que redescubrirla. Es una asignatura pendiente. Y, sobre todo,” dice, “la gente tiene que ser consciente de que su historia, su pasado, es su patrimonio, nuestro patrimonio, y como tal debemos preservarlo”.

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