Treinta años después de su rodaje, y a punto de cumplir tres décadas de existencia, ‘Depredador’ sigue siendo un referente del cine de aventuras; Hollywood anuncia una nueva versión con Benicio del Toro y Francia la reestrena con honores
VALENCIA. “Una película de palomitas a la antigua usanza; se supone que es entretenimiento”. John McTiernan era honesto cuando hablaba del que iba a ser su segundo largometraje como director. Hijo de un cantante de ópera, antiguo empleado del American Film Institute, discípulo del maestro eslovaco Ján Kadár, el neoyorquino sólo había estrenado hasta entonces la hoy casi olvidada Nómadas (1985), una fantasía sobre el mundo de los vampiros tan interesante como fallida. Hombre con experiencia teatral y formado en el mundo de la alta cultura, cuando cayó en sus manos el guión de Depredador escrito por los hermanos Jim y John Thomas no dudó e hizo lo posible por ser su director, porque desde el principio tuvo claro que en esa historia había algo especial que la hacía diferente.
Los hermanos Thomas habían concluido el texto en verano del 83 y lo habían vendido a principios de 1984. Sin agente, consiguieron colocar el guión por debajo de la puerta de un ejecutivo de la Fox, Michael Levy. Pese a los reparos que mostraban algunos ejecutivos, la inmensa mayoría de las personas que leyeron el primer borrador lo daban por bueno y apenas se introdujeron modificaciones sobre la estructura inicial. Uno de los que tuvo el privilegio de tenerlo en sus manos cuando sólo era un proyecto fue el también guionista y actor Shane Black, quien estaba triunfando con su libreto de Arma letal (1987, Richard Donner). Black llegó a decir del texto de los hermanos Thomas que “era tan genial que uno se preguntaba: ¿cómo no se nos ha ocurrido esto antes?”. Hábil mezcla del cine de acción y de ciencia ficción, Depredador mostraba a un cazador extraterrestre que llegaba hasta la Tierra para ir a cazar a las piezas más preciadas y peligrosas que existen: soldados humanos. Su historia sedujo a la estrella del momento, Arnold Schwarzenegger, quien con su incorporación a la película hizo que fuera posible.
Hoy Depredador está considerada como uno de los clásicos del cine de los ochenta, la perfecta evolución desde Alien (1979, Ridley Scott) y La cosa (1982, John Carpenter) al cine de acción que marcó la década siguiente. Dirigida con soltura por McTiernan, se convirtió en el punto de arranque de una franquicia que aún sigue viva y para la que se anuncia nueva entrega en 2018 con Benicio del Toro entre sus protagonistas y Shane Black como director. En estas tres décadas de vida la saga Depredador ha cruzado su destino con otra de las franquicias fantásticas más populares, la de Alien, ha tenido cómics y videojuegos propios, y la hermandad de los cazadores alienígenas que crearon los hermanos Thomas, los Yautja, mantiene activa una legión de seguidores en internet que han puesto en marcha sus propio foros (hay uno incluso en castellano).
Su éxito en 1987 fue tal que obtuvo una taquilla (98,2 millones de dólares en todo el mundo) que multiplicó por más de seis el presupuesto oficial (15 millones). Asimismo consagró al productor Joel Silver como uno de los hombres fuertes de la Meca del Cine, quien ese año hizo doblete con la citada Arma letal. Tras haber conseguido llevar a buen puerto el dislate de Comando (1985, Mark L. Lester) y sobre todo haber sido el hombre en la sombra tras dos piezas claves del cine de acción como Calles de fuego (1984, Walter Hill) y Límite: 48 horas (1982, W. Hill), Silver se había ganado el respeto de los principales ejecutivos de la Fox, quienes veían en él al hombre ideal para lograr que cualquier fantasía pudiera ser factible. Controlando todo se encontraba Larry Gordon, jerifalte del estudio y quien apoyó decisivamente a McTiernan para hacer una buena película, manteniendo a raya los excesos del hiperbólico Silver. En un discreto segundo plano John Davis, tan fundamental como los otros dos productores, se convirtió en la tercera pata sobre la que se sustentó la compleja aventura que fue poner en pie Depredador.
Porque, como toda película de culto que se precie, la génesis de Depredador y especialmente su rodaje estuvieron plagados de conflictos de lo más variado. Desde la espantada de Jean–Claude Van Damme (contratado para interpretar al alienígena, según el relato de algunos forzó su despido porque no se sentía a gusto oculto tras un disfraz) hasta los bretes con el problemático reparto (especialmente el cargante Jesse Ventura y el violento Sonny Landham), todo lo que rodeó a la filmación parecía encaminado a escribir su leyenda. 15 años después del estreno, con motivo de un programa especial filmado por la Fox como tributo, el actor Carl Weathers recordaba entre risas a McTiernan durante un momento del rodaje, sentado en un rincón, llevándose las manos a la cabeza, con cara de pensar: “¿dónde me he metido?”.
Las dificultades orográficas del terreno, que hizo que el director se rompiera una muñeca buscando una localización, los problemas con el traje del Depredador, que tuvo que ser rehecho a mitad de rodaje por Stan Winston y donde se incluyeron aportaciones de James Cameron, y las dificultades de grabar en plena naturaleza hicieron de la experiencia un auténtico tour de force. McTiernan logró salvar la papeleta sobre todo por su capacidad para plantear nuevas reinterpretaciones de la iconografía cinematográfica y trasladarlas al mundo mainstream. Así, por ejemplo, no dudó en recrear el vuelo de los helicópteros de Apocalypse Now (1979, Francis Ford Coppola) para la secuencia en la que los soldados que lidera Schwarzenegger van al rescate de un ministro de Guatemala secuestrado por un grupo guerrillero, sustituyendo la ‘Cabalgata de las valquirias’ de Richard Wagner por el clásico de Little Richard Long Tall Sally.
McTiernan contó con la complicidad de los técnicos y de los actores del reparto menos problemáticos, comenzando por el propio Schwarzenegger, quien se comportó con la profesionalidad de sus mejores momentos. De hecho Arnie, como entonces se llamaba al que sería con el tiempo Gobernador de California, fue la persona que propuso a Stan Winston para rediseñar el nuevo alienígena, ante el lamentable primer disfraz. Bill Duke (“el actor con más talento de todos” en palabras de McTiernan), Richard Chaves (ex veterano de Vietnam y escritor), el guionista Shane Black (que en verdad fue contratado para reescribir el guión si era necesario aunque apenas retocó nada, según su propia confesión), Weathers (al que se fichó para que un buen actor le diera réplica a Arnie) y Elpidia Carrillo (a la que McTiernan veneraba, la única mujer en una película llena de testosterona) completaron el elenco.
Junto a ellos, el director de fotografía Donald McAlpine se convirtió en un aliado indispensable para McTiernan, al ayudarle a dar forma y color a la fantasía de los hermanos Thomas. Merced a su vasta cultura, McTiernan supo reinterpretar la ensalada de referencias de los dos guionistas, que abarcaba desde los cuentos clásicos de los hermanos Grimm que su padre les leía cuando eran pequeños hasta el mismísimo Joseph Conrad. Así, la secuencia en la que los soldados aterrorizados disparan sin sentido a la masa forestal parece extraída de un fragmento de El corazón de las tinieblas. McAlpine le proponía soluciones a McTiernan y ambos hicieron de la necesidad virtud y tener que parar el rodaje para rediseñar un nuevo traje para el cazador extraterrestre les sirvió para retocar las partes débiles del final de la cinta.
Mención aparte merece la contribución de un actor secundario, el único que en principio no se iba a ver en pantalla: Kevin Peter Hall. Ex jugador de baloncesto, este intérprete de 2’19 metros de alto, que sustituyó a Van Damme tras su espantada, se transformó en un elemento esencial al aportar al monstruo una movilidad sugerente. Consciente de que el cazador alienígena debía tener su propia magia, Kevin Peter Hall diseñaba movimientos más cercanos a la danza que al cine de acción puro y duro, convirtiendo al extraterrestre en un ser con vida propia. Su dedicación y paciencia fueron tales que McTiernan decidió incluirle como actor en un pequeño plano al final, interpretando a uno de los pilotos del helicóptero que rescata a Schwarzenegger. “Sufrió tanto que se lo merecía”, comentaría el director. No sólo eso; fue el único actor del reparto que repitió en la secuela Depredador 2 (1990, Stephen Hopkins). Su temprana muerte en 1991 a los 36 años de edad, infectado de Sida por una transfusión de sangre contaminada, ha hecho que se le vincule a la saga de manera casi mística.
Más allá del mero entretenimiento, Depredador no evitaba mostrar con crudeza la violencia de la actuación de los soldados estadounidenses en suelo centroamericano. El ataque al campamento de la guerrilla, una auténtica masacre, es puesto en solfa por el propio desarrollo del argumento cuando la rehén que toman, encarnada por Carrillo, se convierte en la persona que les ayudará a intentar escapar. Igualmente el rol del agente de la CIA encarnado por Weathers se desvela tan torticero como el robot que interpretó Ian Holm en Alien. La lucha por la supervivencia que marca la parte final es una relectura del lugar del hombre en la Naturaleza al presentarlo como un animal más, una presa cuya captura es codiciada por los cazadores extraterrestres.
Con una excelente banda sonora de Alan Silvestri, la película salió a los cines en verano. En España llegó el 20 de agosto de 1987. La cálida respuesta del público, que la hizo número 1 de taquilla, no tuvo refrendo entre la prensa especializada. Pese a la fría recepción inicial por parte de la crítica, que fue casi unánime en su desprecio, el largometraje ha sobrevivido al paso del tiempo y ha sido recuperado como pieza esencial del cine de los ochenta. Excepción hecha del llorado Roger Ebert, quien sí supo reconocer sus virtudes, no ha sido hasta los últimos años que se ha vuelto la mirada a ella para enjuiciarla más allá de prejuicios. Para el que fuera crítico del Chicago Sun Times, Depreador era una película “muy bien filmada”, la calificaba de película de acción “eficaz” y aseguraba que en ella se había retratado la jungla como pocas veces, comparándola en este sentido con Fitzcarraldo (1982, Werner Herzog) o La selva esmeralda (1985, John Boorman); ahí es nada. Su voz fue una de las pocas que alzó en defensa de un largometraje que logró una nominación a los Oscar por sus efectos especiales.
Hoy es muy diferente. Además del regreso de la saga, la única manera que entiende Hollywood de rendir honores a sus clásicos recientes, en Francia Films Capricci reestrenó este pasado 17 de agosto una nueva versión digital restaurada de Depredador en una iniciativa que tuvo mucho de evento cinéfilo y que contó con el beneplácito de la prestigiosa revista Sofilms, entre otros medios. En un extenso artículo firmado por Emmanuel Burdeau se celebraba el talento de McTiernan, cuyo cine era calificado de “algo diferente”. “Una generosidad sostiene el conjunto, un principio del placer en el que glotonería y amor al arte participan a partes iguales: dulces y obras maestras de la pintura, adivinanzas y ballets, golfos en la jungla y campanillas en off, osos de peluche, loterías y comentarios deportivos. Dotado de un encanto irresistible, este cine exalta, divierte, brilla: es una alegría”, escribe Burdeau. No es la primera vez que Francia pone sus ojos sobre McTiernan. En 2014, recién salido de la cárcel tras sus problemas legales por mentir al FBI y espiar a un productor, fue objeto de una retrospectiva por parte de la Cinémathèque Française, donde también impartió una master-class. Como antaño con Howard Hawks, Hitchcock o Ford, los franceses vuelven a separar el grano de la paja del cine estadounidense. Apartado de Hollywood, McTiernan, que lleva más de una década alejado de las pantallas, puede decir como Rick/Humphrey Bogart: ‘Siempre nos quedará París’.