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No éramos dioses. Diario de una pandemia #16

El cazo díscolo

6/04/2020 - 

VALÈNCIA. He pasado mejores fines de semana. No por menos esperada, la confirmación de que el confinamiento se alargará al menos hasta mayo me ha sumido en el desánimo y el desconcierto. ¡Otras dos semanas de arresto domiciliario!

Nuestro carcelero ha comparecido, como cada sábado, para informar de la prórroga de la reclusión. Vuelve a ponerse la careta de hombre atribulado y, con el fin de parecer más cercano, nos tutea. Si ni siquiera se guardan las formas, si no se practica la educación, estamos perdidos por completo.

El presidente llorica ha cambiado el bombín de Churchill por el pelo cortado a navaja de JFK. En un vano intento, nos enseña los dientes para recordar la sonrisa colgate de Adolfo Suárez. En su homilía semanal, nuestro carcelero "implora" una nueva partida de sacrificio al pueblo español, al que llama a "la resistencia" y a practicar "una moral de victoria". Como si estuviésemos en 1940 y Hitler fuese el coronavirus. De emplear un lenguaje guerrero pasa a ponerse cursi y cita un poema persa. Enternecedor lo de que todos somos parte de un mismo cuerpo.

Todo es falsedad e impostura en este monstruo de la soberbia.

A mitad de su perorata, en la que no hay asomo de autocrítica, he ido a la cocina para buscar el cazo donde me cuezo la leche. He cogido una cuchara y con ella he comenzado a golpearlo. Es mi protesta contra el estado policial que nos han impuesto. Le he dado con tanta fuerza que he acabado por abollarlo. Luego he abierto una ventana y he seguido con la cacerolada. Mi cazo díscolo y ruidoso ha canalizado toda mi rabia.  Ningún vecino se ha sumado a la protesta. El silencio de los corderos se ha mantenido hasta las ocho de la tarde, cuando han sacado otra vez sus bocinas y se han puesto a gritar y aplaudir. Los policías han hecho sonar las sirenas. Qué cansinos.

Aute nos deja huérfanos

Se nos ha ido Aute de un infarto cerebral. Si estaba triste, ahora más. Sin la compañía de su música y de su pintura nos hemos quedado un poco más huérfanos, a la intemperie en este mundo traidor, y a merced de unos gobernantes que están destruyendo nuestras vidas mientras arrasan el país. 

Luis Eduardo Aute. Foto: EP

He ido a la farmacia por si tenían mascarillas y guantes. Ni están ni se les espera. Sin embargo, una de cada cuatro personas con las que me cruzo se protegen con  mascarilla. ¿De dónde la sacan? Es fácil de adivinar en este país de pillos: de familiares o amigos que están obligados a llevarlas en sus centros de trabajo.

Antes nos decían que era innecesario ponerse una mascarilla si estabas sano; ahora esa misma gente sostiene lo contrario. Todo es improvisación en el Gobierno patán.

La ministra de Trabajo sigue con sus bromas, que ya no hacen ni puta gracia. Si quiere le damos la dirección de un pub de Vigo, donde buscan buenos monologuistas para después de la pandemia. Los millones de parados van a necesitar mucho humor para sobrellevar la situación.

La iglesia reabre en Semana Santa

La iglesia principal del pueblo ha reabierto al ser Domingo de Ramos. Se lo agradezco al párroco. Rezo por los muertos y por los que se agarran a la vida. Detrás de mí hay una mujer que también ora. Le suena varias veces el móvil.

Al llegar a casa llamo a mi primo José Carlos para interesarme por su familia. El cuerpo de su padre sigue en el depósito de La Almudena. El 7 de abril lo incineran. Mi primo está sereno y entero. A su hermano y a él les permitirán estar presentes en el responso del martes. La madre, por precaución, se quedará en casa.

Por la tarde me divierto con el informativo de la cadena triste. El abuelo Matías Prats, ejemplo de periodista equidistante que siempre acierta, reparte mucha miel y terrones de azúcar a la audiencia acongojada. Ya se sabe: las medidas del Gobierno están funcionando; hay menos muertos e ingresos hospitalarios; se empieza a ver el final del túnel, etc. etc. Emiten el video diario en que se ve a un paciente curado saliendo del hospital, mientras el personal sanitario le aplaude.

El abuelo Matías Prats quiere morir en el plató. Todo sea por colocar a sus nietos en la televisión como su padre hizo con él en Estudio Estadio y él con su hijo años después. Es un tipo listo este Matías, qué duda cabe. Sólo falta que nos diga la marca de su tinte, que la compramos a buen seguro.  

Sigo con la lectura de Archipiélago Gulag y veo Quien a hierro mata. Paso el rato frente al televisor, sin más. No me mata.

Acabo la noche con Aute. Mi canción preferida es Slowly. La escucho varias veces. Su música me relaja y me duermo enseguida.

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