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el diccionario berlanga

El cine y la vida y el fracaso del cine

| 24/09/2021 | 2 min, 38 seg

VALÈNCIA.- Sus películas eran «crónicas de un fracaso». Así definía Luis García Berlanga su cine. Y lo hacía así porque los suyos eran guiones donde los personajes desean conseguir algo y nunca lo logran, al entrometerse la sociedad en sus propósitos; El verdugo es un claro ejemplo de ello. Berlanga afirmaba que un director fracasaba solo con gritar «¡Acción!», porque «al poner cara a los personajes o un lugar concreto a la acción, siempre sale algo distinto al proyecto». Esto es una constante en el cine: el resultado siempre es distinto a la idea desarrollada en el guion porque van a acabar determinando la puesta en escena, el rodaje y la edición multitud de factores tanto técnicos como de producción. 

Esto se acentuaba en sus rodajes, conocidos por ser caóticos. Jamás se le dio bien la dirección de actrices y actores, lo reconoció también repetidas veces; prefería trabajar con quienes eran capaces también de improvisar el texto, porque él no sabía dar órdenes concretas, sino que dejaba la dirección para in situ. Y asumiendo que eran secuencias corales y en plano secuencia, aquello más que un rodaje podría parecer una tómbola. De ahí que tampoco extrañe el apodo que se le quedó: Míster cagada, conocido así al gruñir «esto es una cagada» después de cada toma.

Era un tipo pesimista que supo encubrir su desencanto bajo la luz de la sátira y que dejó como legado alguno de los títulos memorables de la historia de nuestro cine. Si entendemos el cine como terapia con la que tratar obsesiones, no extraña que volcase en sus personajes estos sentimientos. El mismo realizador se reconocía en sus notas autobiográficas así: «Soy un hombre totalmente insatisfecho. La vida que he llevado la he ido tomando como algo preparatorio de un objetivo que creía que iba a conseguir, y que no he conseguido. Siempre había un momento en el que pensaba que iba a lograr lo que deseaba, pero no ha sido así».

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Como ven, es el mismo motor que mueve a sus personajes. Y apuntaba: «Creo, sencillamente (…), que me he proyectado mal, a mí mismo y a mi futuro. Es verdad que me considero un fracasado, pero no exteriormente: creo que he recorrido bien un camino, aunque con un gran porcentaje de suerte. Pero en lo que me considero un fracasado es en lo que realmente me parece importante, lograr lo que en verdad me habría gustado: vivir en una especie de levitación continua». Berlanga se consideraba un fracasado por renunciar al hedonismo en pro de la responsabilidad. Aspiraba a ser un hombre inmerso en un momento de placer, en la idea de felicidad casi permanente. Y eso le hizo sentirse fracasado y frustrado. 

* Lea el artículo íntegramente en el número 83 (septiembre 2021) de la revista Plaza

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