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el billete / OPINIÓN

El ciudadano veleta

Foto: EVA MÁÑEZ
17/03/2019 - 

Es sano cambiar de opinión, es de sabios rectificar; solo los fanáticos, por falta de espíritu crítico o por un orgullo mal entendido, son fieles sin fisuras a unas ideas generalmente aprendidas en un contexto que cambia con el tiempo. Por eso, porque el mundo cambia y las rotundidades de ayer no sirven para mañana, los partidos celebran congresos cada varios años en los que, como hizo Ciudadanos en 2017, se acostó socialdemócrata y se levantó liberal progresista. Más rupturista fue el PSOE cuando abandonó el marxismo en 1979. No es malo cambiar de opinión de vez en cuando.

Pero Ciudadanos, definitivamente, no es de fiar. Porque una cosa es evolucionar y otra sorprender una y otra vez al personal con proclamas rotundas que se rectifican cuando a Albert Rivera le conviene. Eso es una estafa a los votantes. Rivera dijo antes y después de las elecciones de 2016 que no haría presidente a Rajoy y dos meses después lo hizo presidente. Imposible no acordarse de aquello cuando Toni Cantó asegura ahora que Cs no pactará con el PSPV de Ximo Puig poco después de que la portavoz del partido en Les Corts dijera en una entrevista que podría pactar con PP o PSPV pero no con Vox. Todo porque a Rivera se le ocurrió vetar a Sánchez pero no a Vox sin avisar a su parroquia y hubo que cambiar el paso y el discurso a toda prisa.

La última sorpresa del partido veleta, látigo de los nacionalismos, jacobino hasta las trancas y adalid de la "igualdad entre todos los españoles vivan donde vivan", ha sido aliarse hasta fusionar sus listas electorales con Unión del Pueblo Navarro (UPN), un partido cuya razón de ser es el rechazo a las ansias anexionistas del nacionalismo vasco y la defensa a ultranza de los derechos forales de Navarra, tanto civiles como económicos. 

Los presidentes de UPN y del PP, Javier Esparza y Pablo Casado, en la firma del acuerdo. Foto: EFE/ Jesus Diges

Los derechos económicos se recogen en un Convenio que junto al Cupo vasco –"cuponazo", en palabras de Rivera (2017)– representa el mayor factor de desequilibrio entre los españoles en función de la comunidad autónoma donde residan. Navarra cuenta con una financiación autonómica por habitante que duplica la de la Comunitat Valenciana, lo que se traduce en mucho más dinero, año tras año, para sanidad, educación y servicios sociales. 

En Sanidad, por ejemplo, Navarra está siempre la primera o segunda –junto al País Vasco, no por casualidad– en el ranking anual sobre la situación sanitaria de las CCAA que elabora la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública. La Comunitat Valenciana está siempre a la cola junto a las peor financiadas. 

Iguales, más o menos

Albert Rivera, en León, en abril de 2018: "¿Qué es eso de los derechos históricos? Derechos pasados o inventos para pedir réditos futuros y privilegios. Aquí no hay derechos históricos. Aquí nacemos libres e iguales y tenemos derechos ciudadanos y personales, no territoriales. Nadie es más que nadie. Ese es nuestro modelo de país y lo vamos a defender con orgullo, con dignidad y sin complejos".

Naturalmente, Rivera tiene derecho a cambiar de opinión, a tragarse su orgullo, su dignidad y sus complejos para formar una lista única con un partido que defiende los derechos históricos, los réditos y los privilegios de Navarra. Pero a lo mejor los valencianos merecemos una explicación, porque cuando habla de igualdad y de que nadie es más que nadie uno no puede evitar sentirse menos igual que otros.

Toni Cantó, Albert Rivera y María Muñoz, en un mitin en Valéncia. Foto: EVA MÁÑEZ

Cambiar de opinión es lo que viene haciendo su partido en relación con los derechos históricos de los valencianos, pero a la inversa que en Navarra. Por ejemplo, en la reforma del Estatuto valenciano aprobada por amplísima mayoría en Les Corts, respaldada dos veces por todos los grupos, incluido Ciudadanos con la firma de sendos manifiestos en abril y octubre de 2017, y respaldada también por el grupo parlamentario de Ciudadanos en el Congreso con el apoyo a una enmienda en noviembre de 2018. Fue en el momento de la aprobación definitiva cuando el aire de levante cambió a poniente, Rivera tocó el pito y ordenó a su grupo abstenerse.

Todos los diputados de la Cámara Baja excepto los de Ciudadanos respaldaron la reforma que querían los valencianos, con ese artículo que insta al Estado –no le puede obligar– a destinar a la Comunitat el volumen de inversiones que le correspondería para acercarse a esa igualdad entre los españoles de la que habla Rivera y que solo ha alcanzado una vez: en los Presupuestos de 2019 que Ciudadanos rechazó. 

El papelón de justificar lo injustificable le tocó al candidato a la Presidencia de la Generalitat, Toni Cantó, quien calificó la reforma de "brindis al sol". Es un desiderátum, sí, no como lo de Navarra, que está atado y bien atado, ahora aún más con el respaldo de Rivera.

Asistentes al mitin de Ciudadanos en València. Foto: EVA MÁÑEZ

Con el derecho civil valenciano no hubo cambio de postura del partido, a pesar de que algunos concejales de Cs habían apoyado su defensa aplicando la lógica y no las directrices, igual que las dos diputadas autonómicas que se levantaron a aplaudir la aprobación definitiva de la reforma del Estatut que su partido no había apoyado. Rivera impuso el 'no' al derecho civil valenciano –otras seis CCAA tienen derecho civil propio– y Toni Cantó lo explicó: "Queremos los mismos derechos, reglas y leyes, iguales para todos en España". Menos en Navarra, supongo, tras la fusión de su lista con la de un partido cuyo ideario es "la defensa y desarrollo de la identidad de Navarra, de sus derechos originarios e históricos". 

No obstante no perdamos la esperanza, no la pierdan sus votantes, porque igual mañana cambia a tramontana.

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