VALÈNCIA. El empresario Jon Fatelevich pone a la venta uno de los edificios más emblemáticos de València, el conocido como Casa Calabuig, además de un solar adyacente, que adquirió el pasado año. El edificio, el último de la avenida del Puerto -número 336-, alberga el mítico Bar Calabuig y cuenta con otras cinco plantas. En conjunto, ambos activos suman más de 250 metros cuadrados de superficie con un volumen edificables de más de 1.600 metros cuadrados.
El empresario argentino compró este histórico edificio en 2017, pero ahora ha decidido sacarlo al mercado ante el crecimiento que está experimentando toda la zona de la fachada marítima valenciana. "La zona donde se sitúa el Edificio Calabuig es, sin duda, la de mayor crecimiento de la ciudad y el epicentro de la innovación empresarial. Empresas innovadoras, startups y grandes multinacionales están eligiendo establecerse aquí, creando un ecosistema vibrante y dinámico. Esto no solo garantiza una inversión sólida, sino que también abre las puertas a un potencial de desarrollo inmenso", destaca.
Con un valor de venta que ronda los cinco millones de euros, entre el edificio y el solar adyacente, Fatelevich asegura que la venta se enmarca en su política de desinversión, tras "ponerlo en rentabilidad en un plazo que va desde los 3 a los 7 años".
Además, cree que es un buen momento para darle una nueva vida."Es un producto muy atractivo para todo tipo de inversores patrimonialistas, cadenas hoteleras o constructoras. Solo en el 2024 tendremos en la zona la apertura de la estación marítima con el proyecto de Valencia Innovation District, la concesión de las últimas bases y tinglados a grandes corporaciones, el inminente lanzamiento del PAI del Grao y el desarrollo urbanístico del área de Las Moreras", explica a este diario.
Según detalla, las opciones de uso son múltiples: desde viviendas, coliving, coworking, residencia, hotel o apartamentos turísticos. "Al ser un edificio completo y no encontrarse en el centro histórico la legislación es más flexible", recalca. Eso sí, puntualiza que en la operación de venta se mantiene la vigencia de los contratos de alquiler tanto para el restaurante como de los pisos superiores.
Por el momento, asegura que en estos años de propiedad ha recibido numerosas ofertas y en estos momentos tiene encima de la mesa propuestas de algunos family office y cadenas hoteleras. "Estamos dispuestos a vender si llega una oferta que nos satisfaga", recalca.
Y es que La Marina se ha erigido como uno de los puntos más demandados en el mercado inmobiliario valenciano . Tanto es así que en los últimos años se han cerrado importantes operaciones de venta de suelo tanto para construir obra nueva destinada a la venta tradicional como alquiler u oficinas. El propio Fatelevich adquirió en noviembre un gran edificio de siete alturas, ubicado en la calle Doctor Lluch número 2, para dedicarlo a oficinas.
Por tanto, el empresario considera que su ubicación lo convierte "en un activo insustituible"."Cualquiera que busque una inversión segura y con gran potencial debería tener en cuenta este producto, ubicado en el corazón de la zona donde las empresas innovadoras están escribiendo el futuro", incide.
Fatelevich adquirió el inmueble hace ya seis años a la viuda e hijos de Juan Brotons, quien regentó el bar hasta su fallecimiento hace dos años.
El histórico edificio recibe su nombre de la casa de comidas que durante más de un siglo sirvió a trabajadores del sector portuario, a marineros y turistas que hacían allí la primera parada antes de adentrarse en la ciudad o tomaban la última copa antes de embarcarse y a jóvenes trasnochadores que tomaban en este bar la última antes de irse a dormir.
No obstante, Casa Calabuig no aguantó la crisis y cerró en noviembre de 2015, meses después de la muerte de su propietario, Juan Brotons. Sin embargo, Manolo González Cubas, que trabajó durante más de 30 años en la antigua Casa Calabuig, consiguió convencer a la familia de Juan Brotons para abrir un nuevo establecimiento con el sabor del anterior. Así, en julio de 2016 se inauguraba Nueva Casa Calabuig, que sigue a día de hoy sirviendo sus afamados bocadillos. Ahora será el nuevo propietario del inmueble el que decida su futuro.